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La escuela del mundo mejor
Ayer, 25 de agosto, se celebró la festividad de San José de Calasanz,
aragonés que fundó en 1597 la primera
escuela popular gratuita de Europa
Luis Negro Marco / Santiago de Compostela
Uno de los objetivos universales de la
educación es fomentar el sentido de la responsabilidad en el ejercicio de la
libertad y preparar a niños y jóvenes para su participación activa, a partir
del diálogo, en la vida social. Y es por ello por lo que la educación compete
también a la sociedad en su conjunto, comenzando por la familia, ya que la
educación de los hijos es la primera e
intransferible obligación y derecho de los padres.
En democracia, la educación le es confiada al
Estado a través de la las urnas, pero no por ello se convierte en su potestad.
Tras cuarenta años de democracia España, ha siso imposible que saliese adelante
una ley general de educación con el consenso de todos los partidos políticos.
Un hecho preocupante, y un gran problema, como queda reflejado en los distintos
informes europeos que relegan, por lo común, a España a las últimas posiciones
en cuanto a resultados académicos y a las primeras en cuanto a abandono
escolar.
Quizás es momento ya de arrinconar la
dicotomía dialéctica entre enseñanza pública y privada,
superar estos viejos y
caducos esquemas, y avanzar desde la realidad de que toda la enseñanza que se
imparte en las escuelas de España es pública, pues –independientemente de la titularidad– la ley y los programas educativos
que desarrollan las Comunidades autónomas,
son iguales para todos. Y el hecho de que ningún gobierno haya trabajado
hasta el momento en acabar con esta perversa dualidad, hace pensar que todos
los que hasta ahora han detentado el poder, han visto en tal división antes una
oportunidad de la que hacer bandera política, que un problema al que es preciso
dar respuesta por el bien de la enseñanza en nuestro país, es decir, por el
bien del conjunto de la sociedad.
Portada del libro Educar es liberar; de
Salvador López Ruiz; publicado por "Ediciones
Calasancias", Salamanca, 1979
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Porque es en la escuela, y esto se sabe bien,
donde se enseña y aprende a desarrollar las facultades intelectuales de cada
cual, donde se inculca la riqueza
cultural que constituye el patrimonio que nos han legado –durante siglos– las
generaciones pasadas, donde se promueve la convivencia contribuyendo a la comprensión
intercultural. Y es la escuela, en fin, el centro de cuya labor educadora y
beneficios, deben participar,
juntamente, la familia, los maestros, las asociaciones que promueven la
participación (deportiva, cultural, de ocio y tiempo libre…) escolar y
extra escolar, y en última instancia, también el conjunto de la comunidad en la
que se encuentra.
De tal manera que la acción docente no solo
está orientada al fomento de la adquisición de conocimientos, sino también, y
complementariamente, al fomento de los valores que contribuyen a la
convivencia, el respeto, la justicia, la igualdad y la solidaridad. Por ello,
la educación, para ser completa, debe estar basada en la verdad y el amor. Y
también aquí algo está fallando, ya no solo en España sino en toda Europa. Y es
que desde hace al menos tres años, son centenares los jóvenes (chicos, que se
convierten en terroristas y chicas dispuestas a arruinar su vida como esclavas
sexuales) de distintos países del continente los que están abandonando sus estudios
y familias para combatir en las guerras de Siria e Irak, la mayoría junto a la
facción terrorista del Estado Islámico. Un hecho grave, un síntoma de
preocupación, que ha de mover a los gobiernos de Europa a que se interroguen
seriamente sobre qué eslabones de los sistemas educativos de la Unión Europea han
fallado, y están fallando, para que esto esté ocurriendo ahora.
Grupo de niños del colegio de los Escolapios de Saraguro (Ecuador). Del libro Por voluntad de muchos; Anuario de las Escuelas Pías, 2002 |
Hoy se celebra la festividad de San José de
Calasanz (1557-1648) fundador de las Escuelas Pías. Su nombre apenas dice nada
en España, muy poco también en su tierra natal, Aragón. Pero fue él quien fundó
–en Roma, y en el año 1597– la primera escuela popular gratuita de Europa,
sobrecogido ante el abandono absoluto en el que vivían miles de niños,
haraposos, hambrientos y mendicantes, que deambulaban por las calles de Roma.
Las escuelas de Calasanz reivindicaron la dignidad de la niñez, de la que depende la vida entera,
independientemente de la condición, el origen, y la religión de las personas;
unas escuelas tolerantes y abiertas a los nuevos conocimientos de la época
–Calasanz fue, entre otros, íntimo amigo de Galileo– y por eso inculcó a sus
religiosos y maestros que debían ser “Cooperadores de la verdad”.
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