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Ese imperialista de Augusto
Inauguró el Imperio de Roma, y
culminó la conquista de Hispania
Luis
Negro Marco / El Palomar de Oliete
El emperador Octavio, posteriormente llamado Cayo Julio César Octaviano, nació en Roma, en el
63 a . C.
y murió en Nola (en la región italiana de Campania) en el año 14 de nuestra
Era. Hijo adoptivo de Julio César (asesinado por Bruto, su otro hijo adoptivo, en los idus de marzo del 44
a . C.) Augusto llegó raudo y veloz a, tras conocer la
muerte de su padre, para reclamar su herencia, es decir, el Poder de Roma. Pero
ante la perspectiva de que eran más los pretendientes a acceder a aquella
prerrogativa (Lépido y Marco Antonio), Octavio se conformó –en primera
instancia– con administrarla mediante un triunvirato, junto a ellos.
Sin embargo, después Octavio lo meditó mejor y
se dio cuenta de que él solo se bastaba y sobraba para formar un triunvirato y adiestró magistralmente a
sus legiones en las artes de la guerra. Primeramente derrotó a Lépido (a quien
arrebató Sicilia) y después a Marco Antonio, enamorado para entonces de
Cleopatra, la reina de Egipto, a quienes venció en el año 31 a . C. en la batalla naval
de Actio. Los Ludi Actiaci, que se
celebraban cada cuatro años, el día 2 de septiembre, conmemorarían en lo sucesivo
aquella victoria.
Derrotados sus oponentes, Octavio quedaba
dueño absoluto de los inmensos territorios bañados por el Mediterráneo (por eso
los antiguos romanos lo llamaron Mare
Nostrum) que estaban bajo el control de Roma. ¿Todos? No. En Hispania, en
el año 29 a .
C. dos irreductibles tribus iberas (cántabros y astures), resistían
heroicamente ante la invasión. El arqueólogo alemán Adolf Schulten (1870-1960)
en su libro “Los cántabros y astures y su
guerra con Roma”, definió a aquellas luchas como «una
de las muchas guerras de independencia que han sostenido pueblos pequeños para
defender su libertad contra una nación prepotente». Sin embargo, en el 19 a . C. Roma consiguió
someterlas y completó la conquista de Hispania.
Para entonces hacía ya ocho años que como Príncipe del Senado (el primero de los
senadores y ciudadanos) Octavio había apremiado a esta Institución para que le
concediera el sobrenombre de Augusto
(título honorífico, del latín augere,
engrandecer) y a partir de entonces su nombre personal incluyó los de Imperator,
Caesar (de donde provienen las
palabras zar y káiser) y Augustus,
reuniendo en él todos los poderes de Roma.
Proclamado también Padre de la Patria ,
las Ludi augustales (fiestas que
tenían como objetivo el ensalzamiento de la figura del emperador, y que se desarrollaban entre el 5 y el 12 de
octubre) se prodigaban en certámenes filarmónicos y ejercicios gimnásticos. Unas
manifestaciones, si se aprecia, que –convenientemente asimiladas por sus
respectivos dictadores- fueron «trending topic» casi dos mil años después, en la Alemania hitleriana, la Rusia estalinista, o la China de Mao.
Vista aérea del Teatro romano de Zaragoza en la fase final de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el monumento. Noviembre de 2002.- Foto: Luis Negro Marco |
Pero fue también bajo Augusto cuando comenzó
en Hispania el verdadero proceso de romanización, perfeccionándose la
agricultura, con la introducción del arado romano, y la generalización del
idioma del Imperio: el latín, de donde provienen todas las lenguas romances
incluidas, por supuesto, el castellano, el aragonés, el gallego y el
catalán. Asimismo la Zaragoza actual debe su
nombre al de la Caesaraugusta romana
que habría sido fundada el año 14
a . C. en honor del emperador. Los museos de las termas,
el del puerto fluvial, el del foro y del teatro romano de la ciudad, son muestra palpable de aquel pasado del que
procedemos, y como nosotros, miles de ciudades, y la práctica totalidad de
naciones que hoy integran la Unión Europea.
De manera que, efectivamente, Augusto acabó
con cinco siglos de República en Roma, instituyendo en el año 27 un imperio del
que históricamente somos herederos, y en muchos más aspectos de nuestra vida (cultura,
política, lengua, administración, urbanismo, o derecho) de los que podamos imaginar.
Por eso, puestos a reivindicar nacionalidades, por qué no unirnos a las
palabras de Ángel Ganivet, considerado el padre de «la Generación del 98», quien en uno de
sus libros dejó escrito: “Si usted quiere
reconstruir, por ejemplo, a Cataluña, Aragón, Valencia, Murcia y Andalucía alta
y baja, yo pediré que se vaya más lejos y que tengamos Tarraconense,
Cartaginense y Bética. Y si se me dice que esto es absurdo, yo demostraré que mi
plan es absurdo como cuatro, y el de usted como dos”.
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