Las dimensiones de la basílica guardan
semejanza con las del Arca de Noé
Luis Negro Marco / Griébal
La primera capilla del Pilar habría sido
erigida por el Apóstol Santiago con la
ayuda de ángeles y de sus siete primeros discípulos hispanos. Asimismo, la
devoción mariana manifiesta que el pilar (la columna de jaspe) que se venera en
la Basílica
del Pilar, marca el lugar exacto del encuentro de María con Santiago a orillas
del Ebro.
Ya para el siglo IX, está también acreditada
la existencia en Zaragoza de una iglesia bajo la advocación de “Santa María”, la
cual (tras la conquista de la ciudad musulmana por Alfonso I el Batallador en
1118) fue sustituida por otra, erigida en estilo románico. Las posteriores
reformas acometidas posteriormente, a comienzos del siglo XVI, confirieron al
templo un nuevo aspecto que es el que plasmó Juan Bautista del Mazo, en
1647, en el cuadro «Vista de Zaragoza».
El templo actual del Pilar empezó a erigirse
en 1681 bajo la dirección del arquitecto Felipe Sánchez y Herrera. En 1718 se
terminaron las naves y se colocó el retablo mayor y el coro. Posteriormente,
bajo el reinado de Fernando VI (1713-1759) se designó como arquitecto del Pilar
a Ventura Rodríguez (1717-1785) quien modificó los proyectos diseñados por su
antecesor. A él se debe la construcción de la Santa Capilla y la remodelación
de la estructura exterior, con cúpulas añadidas a la central, que según los
primeros planos proyectados iba a ser la única. En cuanto a las cuatro torres
exteriores, no se terminaron hasta mediados del siglo XX.
La Basílica del Pilar asemeja a un gran arca de la fe que navega en las quietas aguas del Ebro. - Foto: Luis Negro Marco / 2015 |
Ya en junio de 1948, durante la prelatura del
arzobispo Rigoberto Domenech, el papa Pío XII concedió al Pilar el título de «Basílica», con rango de «Hermana Menor» de la de San Pedro, en
Roma. Siguiendo al que fuera canónigo y archivero metropolitano del Arzobispado
de Zaragoza, Tomás Domingo Pérez (1928-2012), las basílicas fueron edificios
civiles muy comunes durante la Roma Imperial ,
sirviendo conjuntamente de tribunal, bolsa y mercado. De la fusión de algunos
de sus elementos con otros propios de las «Domus
ecclesiae» cristianas
(casas privadas romanas adaptadas al culto), surgieron –en tiempos del
emperador Constantino (272-337 d. C.)– las basílicas cristianas insignes («Mirae pulchritudines»). A ellas se les añadió un carácter jurídico, que tenía cono
objetivo último el de vincular con Roma a los cuatro Patriarcados de la Iglesia : el de Occidente,
Constantinopla, Alejandría y Antioquía.
En cuanto a la imagen de la Virgen , fijada a la «Santa Columna», se trata de una talla en madera, de una sola pieza, y de 36 centímetros de
altura, realizada de acuerdo a los cánones artísticos característicos del siglo
XV. La anterior imagen de la
Virgen que hubiera podido existir, habría desaparecido a
causa del incendio que sufrió el templo en el año 1435.
Fue en 1990 cuando el Cabildo metropolitano,
en calidad de custodio de la escultura, decidió su restauración, encomendando
el trabajo al Instituto de Patrimonio Histórico Español (IPHE), bajo la
dirección de la doctora Ana Carrassón López de Letona. Algunas de las
conclusiones a las que llegó la investigadora, una vez finalizado su estudio,
fueron que la imagen estuvo exenta de policromía, excepto en el rostro y manos
de la Virgen y
el cuerpo del Niño; y que el resto de la imagen estaba por completo recubierto
de oro de 24 quilates. La
Virgen aparece representada como Reina y Madre, coronada, y
con vestido real. El Niño Jesús se representa sentado sobre la mano derecha de
su madre, y rodeado por su brazo izquierdo, sosteniendo un ave- quizás una
paloma- que simbolizaría bien su
divinidad, bien el alma humana, terrenal y divina a la vez. De hecho la palabra
columbario es idéntica a la empleada durante
el Imperio de Roma, derivada del latín: “columbus”
–paloma–, simbolizando al alma que, tras la muerte terrenal, vuela hacia el
cielo.
La tradición de vestir a la Virgen con mantos pudo
tener su origen ya a finales del siglo XVII, coincidiendo con la construcción
de una balaustrada de plata que delimitaba el espacio de la columna con la Virgen. En un primer momento,
se cree que los mantos cubrieron la imagen desde el pecho, y más tarde, se
instituyó la tradición ahora vigente, de ornamentar a la Virgen con mantos que cubren solo la parte alta de la
columna, pudiendo contemplar los fieles la imagen de María en su totalidad.
Por último, la vinculación de la tradición
pilarista con la tradición jacobea, constituyó, durante siglos, el eje
fundamental en torno al que se artículo la Monarquía hispana, y en buena medida, nació el
concepto de Europa. Patrona de España –y por tanto el de su celebración, 12 de
octubre, día de la fiesta nacional–, la Virgen del Pilar recibió el título de «Reina de la
Hispanidad », por el papa Juan Pablo II, y su imagen, y nombre “maño”: «La
Pilarica », asociados con Zaragoza y
Aragón, dotan de identidad y proyección internacional a la tierra aragonesa.
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