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El país de los políticos íntegros
El 4 de agosto de 1984, el capitán
Thomas Sankara cambiaba el nombre de su país del África sahelina: Alto Volta,
por el de República Popular de Burkina Faso. La primera palabra significa “hombre íntegro”, y la segunda, “tierra natal”, lo que en la lengua
diulá significa “El país de los hombres íntegros”. Un cambio de nombre oficial y
simbólico, por cuanto se trataba de romper con el pasado colonial del país
africano, y concretar los objetivos de su revolución.
Por definición, una persona íntegra es desinteresada, recta en sus
actuaciones, bondadosa, y preocupada por el interés común. Un cúmulo de
virtudes que persigue la
acción pedagógica, por cuanto una buena educación ha de ser integral, con
el objetivo de insuflar en las nuevas generaciones la misma energía moral de
abnegación, buena voluntad y amor a los demás que durante siglos y hasta
nuestros días, ha inspirado la obra de los sabios.
Asimismo, una segunda acepción de
integridad es la de reunión, o composición de una multitud de partes en un
todo. En el mundo de la música pop, una de las apuestas más interesantes por la
integración de estilos la hicieron los Beatles el 5 de agosto de 1966 (hace
ahora 50 años) fecha en que publicaron un revolucionario disco, al que por su
mezcla de estilos llamaron Revolver.
Vinilo integrado por 14 temas en los que los cuatro de Liverpool supieron
conjugar el sitar y las melodías de la
India , con la guitarra eléctrica, anticipando también la
música electrónica, pero manteniendo al mismo tiempo su popularidad mundial,
como demostraron con la inmortal canción Yellow
submarine (El submarino amarillo)
De lo anterior se deduce que ser
íntegro implica también ser arriesgado, es decir, tener un espíritu abierto,
emprendedor, ávido de conocimiento, rebosante de curiosidad y siempre dispuesto
a la exploración de nuevas posibilidades que propicien un logro mayor del hasta
entonces alcanzado. Y ser íntegro exige también la capacidad de saber adaptarse
a las nuevas circunstancias que propician los nuevos tiempos, por cuanto el
dinamismo es la cualidad sustancial que caracteriza a los espíritus íntegros,
Sin embargo, por extraño que pueda
parecer, es la energía del inmovilismo la que prima en nuestra sociedad actual;
razón por la cual, desde comienzos de este tercer milenio, estamos asistiendo a
la desintegración de lazos esenciales, desde los propios de la familia, hasta
los del Estado, y a escala global, a la desintegración de la solidaridad con la
comunidad mundial.
A pesar de que la política de
bloques que generó la Guerra Fría
quedó volatilizada en 1989 con la caída del Muro de Berlín, los posteriores
discursos dominantes a escala regional y
mundial –especialmente el político– lejos de adaptarse a la esperanzadora
realidad que se abría una vez derribadas las murallas del enfrentamiento, se
han limitado a repetir sus fosilizados esquemas de jerarquía interna y de
acción, por cuanto ha pervivido la
dialéctica de la confrontación en
detrimento de la interlocución, única posibilidad para el desarrollo justo de
la civilización.
La vaga definición de las
identidades (tan solo por aproximación, sin el apoyo de un discurso bien
estructurado y fundamentado) limita no solo el diálogo sino también la
refutación de los argumentos opuestos. Lo estamos viendo bien a las claras en
España, un país de dirigentes políticos con una visión de sí mismos de tal
integridad, que les retrotrae a una política de trincheras, por la que
(metafóricamente, por supuesto) alzan fronteras ya no sobre, sino bajo tierra,
ajenos a la realidad. Líderes políticos tan íntegros que jamás estarían
dispuestos a exponerse a la humillante mácula de una negociación con sus
indignos homólogos para llegar a un pacto de gobernabilidad.
Mas sin embargo, la realidad es
muy diferente a como alguien oculto en su trinchera jamás podrá ver. Nada más
alejado de la integridad de una persona que el irresponsable comportamiento del
que ellos están haciendo gala ante la estupefacta e íntegra ciudadanía
española.
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