jueves, 4 de mayo de 2017

"Territorio", de Miguel Sáenz: Un emotivo recuerdo de un pedazo de España que fue y ya no lo es, publicado por la editorial Funambulista.

Miguel Sáenz, escritor y académico de la RAE, rememora la historia de su infancia africana en la  que fuera provincia española del África occidental
Portada del libro, con una acuarela,
 obra del autor, Miguel Sáenz
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Miguel Sáenz
Territorio
Editorial Funambulista, 231 pp.
Madrid, 2017
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 La confederación de Ait Ba Amrán, fue el nombre original del territorio marroquí que, en virtud de distintos tratados (desde los Reyes Católicos, hasta el definitivo, firmado en Madrid, el 27 de noviembre de 1912, entre España y Francia, relativo a la delimitación de sus posesiones y respectivos protectorados en Marruecos) pasó a incorporarse a España con el nombre de “Territorio de Ifni”. Una pequeña porción de tierra de alrededor de 1.500 km² (sus límites nunca fueron precisos),  y  con unos tan hermosos como peligrosos, para la navegación, 50 kilómetros de costa. 

El Territorio de Ifni (que fue provincia española –la más pequeña– entre 1958 y 1969) distaba tan solo 187 millas de Canarias (Arrecife, en la isla de Lanzarote era el punto más cercano a Sidi Ifni, la capital del Territorio),  y geográficamente se situaba al  norte, y separadamente, del Sahara Occidental (ex territorio de soberanía y provincia española –lo fue hasta el 20 de noviembre de 1975–), a 664 kilómetros de su capital, El Aaiún.

Luis Negro Marco 
Asimismo cabe señalar que, desde junio de 1957 y hasta finales de febrero de 1958, el Territorio fue escenario de la llamada Guerra de Ifni, en la que combatieron soldados españoles contra el entonces denominado “Ejército de Liberación Nacional” del monarca Mohamed V. Una lucha que estuvo motivada por las aspiraciones del rey alauita de incorporar a Marruecos los territorios atlánticos bajo protectorado español, que entonces eran los territorios de Ifni y Sáhara Occidental.

 Fueron ocho meses de duros combates en los que la España de Franco llegó a enviar hasta veinte mil soldados, incluidos paracaidistas (uno de ellos el hermano del autor de este libro, que en los primeros días resultó herido de gravedad en una pierna) y casi toda la Legión, quienes llegaron a la capital del Territorio, Sidi Ifni, casi al mismo tiempo que los irregulares marroquíes iniciaban el asedio. En el fragor de los combates, Carmen Sevilla y Miguel Gila fueron los artistas que la Dictadura eligió para que actuaran allí (el día de Nochebuena de 1957), con la finalidad de infundir ánimo a los combatientes españoles, en su mayoría soldados de reemplazo. Llegada la paz, Ifni siguió siendo territorio español (lo fue hasta 1969, año en que fue incorporado a Marruecos durante el reinado de Hassan II). En el balance de bajas de aquella guerra, algunas fuentes apuntan a que del lado español, pudieron haber ascendido a doscientos muertos, quinientos heridos, y ochenta soldados desaparecidos.

 Éste, no obstante, no es el Ifni que Miguel Sáenz Sagaseta de Ilúrdoz (nacido en la localidad
Límites del Territorio de Ifni, provincia española
hasta 1969, año en que el Territorio quedó
incorporado a Marruecos
marroquí de Larache en 1932), autor de Territorio, conoció. Por cuanto sus vivencias infantiles en aquella minúscula provincia de ultramar (“una isla canaria varada en el continente africano”) discurrieron entre 1942 –año en que su padre, general africanista, fue  nombrado administrador del Territorio– y 1953, fecha en que la familia (sus padres, hermano mayor y hermana pequeña) regresó a la Península. 

 En el postfacio de esta novela autobiográfica, escribe Eduardo Gallarza que Territorio es la infancia sentida por el autor, y las distintas hojas del libro, la cartografía de su relato. Acuarelas de memoria sobre un mundo ajeno vivido apasionadamente como propio e imperecedero. Un contradictoriamente hermoso (mítico y real, desértico y habitable) territorio africano que Miguel Sáenz conoció siendo niño y abandonó durante sus primeros años de juventud para no regresar. Si bien, lo que traslucen las coordenadas de su emotiva geografía, es que buena parte de su esencia vital sigue habitando en aquel paraíso perdido, llamado Territorio.

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