viernes, 21 de febrero de 2020

Tiempo de Carnaval

Carnaval, expresión de humano humor

Luis Negro Marco

A partir del jueves lardero (del latín lardum –tocino– y por lo tanto, todo lo que tiene que ver con la gastronomía del mondongo) retorna el alegre carnaval, embutido en multitud de personajes diferentes: en Luco de Jiloca, en forma de zarrapastrosos zarragones; en Bielsa, transfigurado en onso que acaba de despertar de su letargo invernal, acompañado de amontatos, trangas y madamas con sus joviales y vistosos vestidos blancos, adornados de cintas de color. Tiempo de chirigotas, metamorfosis, tránsito, disfraces, tiznados, caretos y mascaradas, a Épila llegan las mascarutas, como a San Juan de Plan el peirot y, al festivo son de las dulzainas, los galantes enmascarados gigantes a Zaragoza.

De manera que al igual que Isis (la de los mil nombres, diosa de la fertilidad para griegos y romanos)
Tranga y Madama, del Carnaval de Bielsa
Fot- Luis Negro
ocultando su rostro bajo un velo, el carnaval emboza su acreditada fama burlona bajo diferentes denominaciones: carnestolendas o carnevale, adiós a la carne, porque tras su finalización –el martes de carnaval, que antecede al miércoles de ceniza– llegan el ayuno y la abstinencia propios de la Cuaresma.

Así mismo, el carnaval es denominado entrudo en Portugal y entroido en Galicia, porque es la fiesta que da entrada a la Cuaresma; pero también podría ser el carnaval el carrrus navalis (la fascinante y majestuosa carroza en que los emperadores romanos celebraban con júbilo sus triunfos, al igual que los comandantes de la flota griega sus victorias navales) asociado a las gozosas celebraciones del Navigium Isides, en honor de Isis, y que en la antigua Grecia se celebraba el 5 de marzo coincidiendo con el inminente resurgir de la primavera y el comienzo de la navegación.

Carnaval de San Juan de Plan, 1990
Foto: Luis Negro
El escritor romano Apuleyo, que vivió en el siglo II de nuestra era, en su Metamorfosis (obra también conocida con el título de El asno de oro) nos aporta una descripción de aquella fiesta que bien podría parecernos hoy la crónica de un desfile de carnaval: grupos de hombres disfrazados de mujer, de gladiador, de magistrado, o de pescador, junto a mujeres ataviadas con vestidos blancos y adornadas con flores y espejos a sus espaldas, vertiendo perfume a los participantes. Incluso señala Apuleyo que entre el séquito también había una osa amaestrada vestida de matrona, portada por esclavos sobre una litera; completando el cortejo una multitud de músicos y jóvenes de ambos sexos ataviados con albos ropajes.

Y ya en tiempos más próximos destacan de entre las figuras del carnaval los zanni (de la palabra latina sannio, con el significado de bufón, burlón y escarnecedor) personajes de la carnavalesca comedia italiana, entre los que se encuentran Arlequín, Colombina, y el viejo avaro comerciante Pantalón, quien haciéndose a la mar carnavalera, llegó también a la burlesca pantomima anglosajona con el nombre de Pantaloon.

Máscara de Mekuyo Mamarracho,
Carnaval de la etnia Combe de
Guinea Ecuatorial. 
Foto: Luis Negro
Así mismo, desde mediados del siglo XVI se hizo muy popular en Francia el personaje de  Saint Pansard (o Pançar) así llamado en alusión a su pantagruélica panza, obtenida a base de zampar en los días de Carnaval, previos al miércoles de ceniza. Y ya a mediados del siglo XIX, en el Carnaval de París se introdujo al cervantino personaje de Sancho Panza, muy probablemente por su –en nombre y figura– con Saint Pansard semejanza.

En cualquier caso, parece evidente que (al igual que ahora el carnaval es sinónimo de sátira, buen humor, alegría y diversión) en los pueblos de la antigüedad los ritos asociados a la fecundidad, invocando a la vida que renace, estuvieron marcados por un tono de alegría (hilaritudo –hilaridad–, como lo definieron los autores clásicos) en sus manifestaciones religiosas, las cuales –a partir de la risa, el baile y el amor– constituían un armónico encuentro entre el medio ambiente y la naturaleza humana.

Así, a la luz de lo anterior, nos resulta más fácil comprender el hecho de que durante la Edad Media, llegado el domingo de Resurrección, fuera costumbre que los sacerdotes hicieran bromas (risus paschalis –risa de Pascua–) durante sus homilías, recordando de este modo que Jesús, burlándose del demonio, había resucitado. Y que, en definitiva, al igual que la inocente y pura de un niño que acaba de nacer, es la sonrisa de Dios la que nos otorga la vida y con ella el buen humor, la felicidad y la alegría de vivir.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Febrero, el mes de la purificación

La Candelaria y el mes de febrero

LUIS NEGRO MARCO
*historiador y periodista

El 2 de febrero es para los cristianos el día en que se conmemora la Presentación de Jesús en el templo de Jerusalén; una celebración que antiguamente también se conoció con el nombre griego de «Hypapante» (Encuentro), pero también como el de la Purificación de María, ahora comúnmente conocido como el día de la Candelaria. Sin embargo, las cuatro denominaciones constituyen un armónico todo. Y es que según la ley de Moisés, la mujer judía que daba a luz un  hijo varón quedaba impura durante 40 días  (80 si era una niña). De manera que al final de ese tiempo, debía presentar a su hijo en al templo y ofrecer un cordero como sacrificio de purificación.

Cumplido con el rito, y cuando la Virgen, el Niño y San José bajaban del templo, se encontraron con dos ancianos (de ahí el nombre de fiesta del Encuentro), llamados Ana y Simeón. Este último, cogió a Jesús en sus brazos y dijo que ya podía morir en paz, porque había visto con sus ojos al Salvador, la luz que había de alumbrar a todas las naciones. Pasaje este último que explica por qué el 2 de febrero, el de la Presentación de Jesús, es también conocido con el nombre del día de la Candelaria (la llama que alumbra) en cuya celebración los fieles congregados participaban, como ahora, en una procesión portando candelas encendidas –imagen del cirio Pascual anunciando al Cristo resucitado– que son posteriormente bendecidas por el sacerdote. 

Virgen de la Candelaria. Siglo XVIII
Cristóbal Hernández de Quintana
Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico)
En los albores del cristianismo esta celebración tenía lugar el 15 de febrero (cuarenta días después de Reyes). Una fecha interesante por cuanto en ese mismo día, Roma  celebraba la «Lupercalia», fiesta de la purificación del territorio y de la fecundidad. A partir del siglo VI la Iglesia trasladó la fiesta de la Candelaria al 2 de febrero (transcurridos cuarenta días desde la Navidad), cerrando con ella el ciclo iniciado el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

Por su parte, el pueblo celta también celebraba, llegado el 1 de febrero, la fiesta del «Imbolc» para la purificación de tierras y ganados; una manifestación que cerraba el ciclo iniciado en «Samaín» (31 de octubre y 1 de noviembre –nuestro día de Todos los Santos–) y abría las puertas a uno nuevo, hasta el comienzo de la primavera.

De otro lado, febrero fue durante la Roma antigua el mes consagrado a la purificación de las fronteras del imperio (fiesta «Terminalia», el día 23) e incluso de los difuntos (en su honor se celebraban las «Feralia» entre los días 13 y 21 de este mes). De ahí que muy probablemente febrero derive su nombre de Februo, dios etrusco de la muerte y de la purificación, identificado posteriormente por los romanos con Plutón, dios del inframundo y raptor de la diosa Proserpina, base sobre la que se sustentó el mito del cíclico renacer de la primavera. En la celebración de su fiesta («Februalia»), hombres y mujeres salían por la noche al bosque portando flameros y antorchas, al encuentro de la raptada hija de Ceres (de donde deriva la palabra cereal) diosa de la agricultura.
Así mismo, el propio nombre del mes (febrero) es sinónimo de purificación, puesto que proviene del sustantivo latino «februum»: instrumentos rituales de purificación que eran utilizados por los romanos en sus cultos sagrados; y del verbo «februare», con el significado de expiar, purificar.  

Y volviendo a nuestra fiesta de la Candelaria, cabe indicar que su nombre deriva del latino «candere» (brillar por su blancura), siendo el blanco símbolo de virginidad, pureza e inocencia (candidez); y al mismo tiempo “pureza” tiene su raíz en la palabra latina «purus», que a su vez deriva de la voz griega «pyr» (hoguera), términos todos ellos que ayudan a comprender cómo la fiesta de la Candelaria es para los cristianos la celebración de Jesús como la luz que disipa las tinieblas (la ignorancia) y alumbra nuestro camino hacia  el amor y la verdad.

martes, 18 de febrero de 2020

San Valentín, heraldo de la primavera y del amor que ilumina la vida



San Valentín, baila y enamora

Luis Negro Marco

Las fuentes históricas de la antigüedad revelan que no hubo un solo San Valentín sino varios. Dos de ellos ejecutados en torno al año 269 en tiempos del emperador romano Claudio II, quien recrudeció la persecución contra los cristianos; y aún hubo, al menos, un tercero que habría muerto en África.

Pero del San Valentín enamorador que nos interesa (que habría nacido en la ciudad italiana de Terni, de la que llegó a ser obispo) se asegura que su cráneo es el que se venera en la iglesia de Santa María en Cosmedin, en Roma; sin embargo también hay otro -–junto con otras reliquias del santo-– en la iglesia de San Antón de Madrid, que perteneció a los escolapios; unos restos que habrían sido entregados a la Escuela Pía matritense, para su custodia, por el rey Carlos IV.

Así mismo, importantes ciudades europeas como Dublín, Praga, Malta o Glasgow, por citar tan solo algunas de ellas, también aseguran conservar en sus iglesias veros restos de San Valentín. Y lo mismo ocurre en Aragón, ya que Calatayud (en la colegiata del Santo Sepulcro) también los conserva, al igual que la localidad zaragozana de Tobed, en la que el 14 de febrero es festivo, por ser el día de su patrón.

Dibujo realizado por POSTIGO ilustrando este
artículo en El Periódico de Aragón, en su edición
del 14 de febrero de 2020
Pero ¿por qué San Valentín es el universal patrón de los enamorados? Quizás porque el día de su festividad coincidía en la Roma precristiana con las fiestas Lupercalia posteriormente cristianizadas, a finales del siglo V, por el papa Gelasio. Sin embargo, también es posible que la elección de San Valentín obedezca a que su propio nombre definiría bien la significación de su celebración. Porque la palabra Valentín podría ser la resultante de la latina Valere (valiente, sano, robusto, capaz) y de la nórdica Lent (primavera). De hecho, para los francos, en tiempos de Carlomagno (siglos VIII y IX) el Lentzin era el mes de la primavera, palabra a su vez asociada a origen y nacimiento, en referencia a las primeras hierbas del año que brotan, los primeros huevos que eclosionan en los nidos de los pájaros con la llegada del buen tiempo, o el auspicio que los cada vez más templados y largos días otorgan para el tiempo de ocio y el encuentro entre las parejas de enamorados.

En cualquier caso, tampoco sería ajeno el día de San Valentín al tiempo de Cuaresma (este año desde el 26 de febrero hasta el 9 de abril) a cuyo inicio generalmente precede. Y nuevamente aquí encontramos una confluencia etimológica entre Valentín y el nombre teutón de la Cuaresma (Lent). De este modo en algunos países de Europa, y ya desde el siglo XIV, fue costumbre generalizada el que en el primer día de Cuaresma, las jóvenes (valentinas) eligieran a sus chicos (valentines) para el resto del año. Y al siguiente domingo (llamado en Francia de Bures –de encuentro festivo, o bureo–) las jóvenes desdeñadas por sus valentines se reunían en un prado donde bailaban alrededor de una hoguera, sobre cuyas llamas lanzaban muñecos de tela y paja, simbolizando a los jóvenes que las habían rechazado.

Tradición con cierta semejanza a la de “Partir la Vieja” que se celebra en ciertas localidades de Andalucía, Valencia y Mallorca (aquí con el nombre de Jaia Corema) la cual comienza en San Valentín, pero también en el primer día de Cuaresma. Consiste esta centenaria costumbre en colocar en una estancia de la casa un muñeco que representa a una vieja con siete piernas, y a lo largo de las siete semanas de Cuaresma, cada domingo le cortaban una, hasta dejarla sin ninguna, lo que venía a significar que el período de ayuno y abstinencia, propios de la Cuaresma, había terminado.

Así mismo, como fiesta asociada a ritos solsticiales, en el 14 de febrero era costumbre encender hogueras y comer, cantar y bailar alrededor de ellas, así como el que los enamorados intercambiasen regalos y cartas de amor, que recibían el nombre de valentinas. Además, las parejas se coronaban mutuamente de una corona vegetal que se comprometían a guardar en casa durante el resto del año. De otro modo, sería señal de que la relación entre ellos habría terminado.

Y como símbolo de amor, es a la moralista, escritora y poetisa Christine de Pizan (1364-1430) a quien –contenidos en su obra Le dit de la rose– se deben estos versos referidos al 14 de febrero: “Desde el alba de su mañana San Valentín enlaza amores coronados de flores, entre el amado y su dama”.




viernes, 31 de enero de 2020

El roscón de San Valero, una tradición consolidada en Zaragoza por iniciativa de "El Periódico de Aragón"

San Valero, rosconero, ventolero y chocolatero

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

Zaragoza, de las lamineras ciudades de España, es la más famosa pues fue en tierra de su provincia, en el Reino de Aragón, donde los monjes cistercienses del Monasterio de Piedra, en un metate molieron, allá por el año 1534, los primeros granos de cacao que llegaron de las Américas, siendo ellos los que dieron la primera y mejor receta que del chocolate había de hacerse en Europa, endulzando su primigenio amargo sabor con vainilla y azúcar de remolacha.

El chocolate caliente, ya en taza, escudilla, jícara o mancerina (aunque siempre) es sobre todo en invierno, con el cierzo que fuerte pega, cuando más apetece, y aún más si acompañado viene con torta, mojicones o mejor aún, con un trozo de buen roscón. Ya nada más se dirá si además tan dulces y gustosos manjares –chocolate y roscón–  el 29 de enero, que es el del Patrón de la ciudad, en Zaragoza se comen.

Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE
 ARAGÓN
en su edición del miércoles,
 29 de enero de 2020
Por eso dice un zaragozano refrán: “San Valero rosconero, y San Blas mucho más”, pues ya en el siglo XIX la cantidad de roscones que se degustaban para honrar al zaragozano y santo obispo era inferior a la que se amasaba para el 3 de febrero, día de San Blas; festividad en que los roscones –bendecidos en la iglesia–  se convierten en segura protección contra los problemas de garganta. Y por cierto, que en esto de la sanación de los males del frío, San Valero a San Blas a la zaga no le va, pues siempre al primero se le consideró abogado contra el reúma; así que, ¡ánimo al chocolate y al roscón! pues de buenos granos de cacao y trigo son.

Una costumbre, la del Valero roscón, que los emigrados aragoneses hicieron –hace siglos ya– muy popular por tierras de toda España; tanto que no había periódico americano ni español, desde “El Imparcial” hasta “El Sol”, que llegado el 29 de enero eco no se hiciera de que la colonia aragonesa de tal o cual ciudad, se disponía a celebrar la tradicional y típica fiesta de San Valero, invitando a socios y ajenos a comer el clásico roscón del santo, como ahora lo hace “El Periódico de Aragón”.

Y también tradicional y arraigada costumbre zaragozana fue la de enviar a los familiares de fuera cestas con pucheros de cuajo, confituras, miajas de mondongo y por supuesto, un roscón de San Valero; viandas todas ellas bien envueltas en abatanados refajos de lino para que llegaran con todo su rico sabor de Aragón.

Por eso tanta fama, mediado el siglo XIX, los roscones de Zaragoza en Madrid llegaron a tener, los cuales rozando el 29 de enero se anunciaban en las tahonas de la villa con la segura publicidad de que estaban fabricados en la misma forma y con el mismo gusto –a los quince días que el primero– que los zaragozanos. Eso sí, con aumento  en Madrid de dos cuartos en roscón del precio a que se vendían en Zaragoza, saliendo así los roscones en la villa y Corte  de Madrid a 14 reales la unidad.

¡Y cómo no habían de ir unidos los dulces chocolate y roscón a la fiesta! Que en Zaragoza era San Valero el día de la aparición del pre carnavalesco mascarón del higuí, con una cesta de higos en la mano, perseguido por la chiquillería, y acompañado de artísticas comparsas a cuyo son se ponía a bailar el alegre personal.

jueves, 30 de enero de 2020

Sobre la libertad educativa en España y la patria potestad de los hijos


"La Libertad educativa que se nos prescribe"
A raíz de la polémica sobre el "pin parental" y la declaración de Celáa de que "los hijos no son de los padres", la autora dice que lo que está en juego es quién asume el rol de primer educador y quién el rol subsidiario.

Catherine L´ Ecuyer 
Doctora en Educación y Psicología.
(Artículo publicado en el diario "El Mundo" el martes, 29 de enero de 2020.- página 34)
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(Artículo publicado en "El Periódico de Aragón" el 30 de enero de 2020)

"Adoctrinamiento escolar"

Quienes ejercen la patria potestad de un niño poseen plenamente ese derecho 

Santiago Molina / Catedrático jubilado, Universidad de Zaragoza
 En las últimas semanas se han publicado docenas de artículos y comentarios a favor y en contra del derecho de las familias a vetar aquellas actividades escolares de tipo moral que puedan ir en contra de la ideología de los padres y madres. Si se analiza esa polémica se comprueba que la mayoría de argumentos empleados, tanto en un sentido como en el contrario son muy sensatos, aunque es cierto que también se han colado algunos tan esperpénticos y absurdos como el utilizado por la ministra de educación cuando afirmó que los hijos no pertenecen a los padres. Si el análisis de esa polémica se ciñe estrictamente al ámbito metafísico y jurídico, creo que no hay duda alguna de que quienes ejercen la patria potestad de un niño poseen plenamente ese derecho. Sin embargo, en una democracia ese derecho, como tantos otros, ha sido cedido a quienes detentan el poder ejecutivo.
¿Quiere ello decir que en una democracia los gobiernos pueden ejercer ese poder delegado de forma absoluta? Es evidente que no. Por ello, en todos los países democráticos existen leyes destinadas a regular la competencia de ambas partes: del derecho de los gobiernos a imponer un currículum obligatorio y del derecho de las familias, bien de forma directa o indirecta, a evitar los excesos gubernamentales. Por lo tanto, en el tema que nos ocupa, lo que hay que hacer es aprobar unas normas jurídicas que satisfagan a las dos partes, después de haber logrado un pacto social por la educación. ¿Por qué me parece fundamental ese pacto social y la aprobación de una legislación que especifique de forma nítida cuáles son las competencias del gobierno y cuáles las de los padres? Porque la historia demuestra que tanto los poderes religiosos como los políticos han utilizado las escuelas para imponer a los niños intereses e inconfesables ideologías; es decir, al sector de la sociedad más vulnerable desde el punto de vista mental y sentimental.

Si se estudia la historia de las instituciones escolares desde el momento en que fue decretada la escolarización obligatoria, rápidamente se percibe que las escuelas no se crearon para satisfacer la curiosidad intelectual de los niños y jóvenes. Su misión más genuina fue doble. Por una parte, dotar a las nuevas generaciones de las competencias que en cada momento histórico demanda el desarrollo industrial, tanto en los regímenes capitalistas como comunistas. Por otra, adoctrinar a los niños y jóvenes para que interioricen la cultura hegemónica de cada sociedad, intentando con ello la cohesión social impuesta por las élites que detentan el poder.
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, esas dos misiones fueron controladas de manera exclusiva por los poderes religiosos. Sin embargo, esa hegemonía del poder religioso se trastocó con el triunfo de la Revolución francesa a través de la imposición de la escuela laica. Fue entonces cuando los gobiernos tomaron la determinación de ejercer el control de las mentes infantiles mediante la creación de lo que se denominó la escuela popular y que siglo y medio más tarde se transformó en la escuela pública. Desde entonces hasta hoy, la lucha por el control de las voluntades de las nuevas generaciones a través de las escuelas ha pasado por muy diversas vicisitudes. En los regímenes dictatoriales el adoctrinamiento es total por parte del estado. En las modernas democracias sigue estando en manos de los gobiernos, pero contrarrestado por el poder popular.
La contradicción secundaria de la dialéctica entre la escuela y la sociedad radica en discutir quién debe ejercer ese poder de adoctrinamiento de las nuevas generaciones y en cómo ejercerlo. En cambio, la contradicción principal radica en la existencia de dicha potestad. Por eso, lo verdaderamente preocupante es que esta polémica se haya centrado única y exclusivamente en quién y en cómo ejercer ese adoctrinamiento, en lugar de discutir si es aceptable, desde el punto de vista ético, que la escuela tenga la potestad de adoctrinar a las generaciones jóvenes.
A mi modo de ver, el hecho de que tanto los articulistas como los comentaristas se hayan centrado solo en la contradicción secundaria del problema refleja perfectamente el desamparo de la infancia frente al poder político y también, en buena medida, frente a la dejadez de los padres y de las madres. Holt (1977), en su obra titulada El fracaso de la escuela (págs. 72-73), se quejaba de esa dejadez con las siguientes palabras: «La sociedad ha dicho a las escuelas encerrad a nuestros hijos durante seis o más horas al día durante unos ciento ochenta días al año, para que nos dejen tranquilos y para que no nos causen problemas. De pasada, mientras los tenéis encerrados, intentad educarlos. Sin embargo, las dos peticiones son contradictorias y se anulan mutuamente. Las escuelas pueden servir para mantener a los niños presos o para educarlos, pero no para ambas cosas a la vez. Cuanto más se dediquen a una menos se podrán ocupar de la otra».
Personalmente opino que tanto entre los partidarios del veto familiar como entre quienes defienden el poder omnímodo del gobierno hay intereses espurios que nada tienen que ver con la defensa de los derechos básicos de la infancia. Parafraseando a Apple (1996), podría afirmarse que en ambos planteamientos los educandos son considerados como meros consumidores del saber tradicional, enlatado en paquetes curriculares en régimen de franquicias para la generación de beneficios. Según dicho autor, esa forma de entender la educación resulta verdaderamente incapacitante para el desarrollo de la personalidad de los educandos en una sociedad democrática. A aquellos padres y madres que deseen evitar el adoctrinamiento de sus hijos por parte de las instituciones escolares, les recomiendo que estudien en qué consiste el movimiento internacional denominado «la escuela en casa».
*Catedrático jubilado, Universidad de Zaragoza

miércoles, 29 de enero de 2020

Auschwitz, no olvidemos aquel horror


Auschwitz, no olvidemos aquel horror

Luis Negro Marco 

Cartel anunciador de la exposición "Auschwitz, no
 hace mucho, no muy lejos
" que se pudo visitar en
 Madrid durante el 
pasado año, 2019
El 27 de enero de 1945, cuando las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, se encontraron con miles de personas esqueléticas y enfermas, en su práctica totalidad judías, que habían sido allí deportadas por la Alemania de Hitler para realizar trabajos esclavos, antes de ser asesinadas en las cámaras de gas. Nueve días antes de la liberación del campo, los nazis,–ante la inminente llegada de las tropas rusas– habían intentado evacuarlo (para eliminar las pruebas de sus crímenes) y forzado a más de 60.000 personas a efectuar la tristemente conocida en la historia como “Marcha de la muerte”, desde Auschwitz hasta el campo de exterminio de Gleiwetz, en suelo alemán. Una brutal travesía de 68 kilómetros que las víctimas hubieron de efectuar a pie, sin apenas ropa ni comida, sobre un terreno cubierto de nieve y a una gélida temperatura de veinte grados bajo cero. Muy pocas fueron las personas que pudieron sobrevivir a aquella tortura.

Auschwitz, final de la línea de ferrocarril que conducía, en vagones de ganado, a los más de 1.300.000  de personas deportadas allí, en su práctica totalidad pertenecientes a la comunidad judía, de las cuales fueron asesinados en las cámaras de gas más de un millón de personas.
Al liberar Auschwitz, los soldados rusos descubrieron las cámaras de gas y los crematorios, que en vano los guardias nazis habían intentado destruir, así como numerosos barracones conteniendo miles
de toneladas de objetos (ropa, zapatos, juguetes de niños, prótesis dentales, cabellos de mujer, documentos de identidad, joyas…) pertenecientes a las más de un millón de personas que habían sido allí asesinadas. Los supervivientes desvelaron entonces a sus libertadores cómo los nazis habían sistematizado, a través de verdaderas “fábricas de la muerte” el mayor crimen de la historia, el genocidio del pueblo judío y gitano.

La organización consistía en un vasto complejo de campos de concentración apoyados por una amplia red de “Kommandos” (campos anexos) distribuidos a lo largo de una extensa área geográfica a través de Alemania, Polonia y la antigua Checoslovaquia. Todos los campos se encontraban bajo la supervisión de la Gestapo y dirigidos por guardias nazis de las SS y tiranos kapos, bajo las órdenes directas de Himmler, y las directrices genocidas de Hitler contenidas en su “Solución final” para el exterminio del pueblo judío.
Fragmento de una carta de un preso de Auschwitz.- De la exposición "Auschwitz, no hace mucho, no muy lejos" que se pudo ver en Madrid durante el pasado año, 2019, siendo una de las muestras que más expectación suscitaron de Europa, al superar los 600.000 visitantes. 
Fue en el campo de concentración de Struthof (el único que hubo sobre suelo francés) en donde el criminal SS Josef Kramer, comandante del campo de concentración de Bergen-Belsen, efectuó –en agosto de 1943– y utilizando como “cobayas” a prisioneros soviéticos, los primeros ensayos de exterminio en cámaras de gas, los cuales pasaron a la fase de “industrialización”, según la propia terminología nazi, en Auschwitz-Birkenau.

Todos los campos de exterminio se regían por un mismo reglamento, implacablemente aplicado, con una brutalidad sin límites, a todos los deportados por igual ya se tratase de
Imagen de la Exposición "Auschwitz, no hace mucho,
no muy lejos
" que se pudo ver en Madrid durante el pasado
 año. La frase es de
Elie  Wieselintelectual y eminente
 escritor judío superviviente
 de Auschwitz, que falleció
en Nueva York el 2 de julio de 2016.
mujeres, hombres o niños. En Auschwitz, las mujeres encinta que llegaban en los trenes eran en su mayoría, enviadas directamente a la cámara de gas, pues se las consideraba inútiles para el trabajo, que era lo que proclamaba un cartel a la entrada de Auschwitz: “El trabajo libera”.

Hiela el corazón constatar la absoluta falta de arrepentimiento (algo que fue común en todos los criminales de guerra nazis) que mostró en sus memorias el que fue comandante del campo de concentración de Auschwitz, Rudolph Hoess (durante el Proceso de Núremberg fue condenando a muerte el 16 de abril de 1947) quien con inhumana frialdad escribió: “Las madres, conscientes del destino que les aguardaba a ellas y a sus hijos [la cámara de gas] intentaban esconderlos entre sus vestidos, una vez habían sido obligadas a desnudarse. Pero viendo ya la muerte inevitable, todavía encontraban fuerzas para hacer bromas con sus bebés y tranquilizarlos en los momentos previos a ser obligados a entrar las cámaras de gas”.

Tan solo han pasado 75 años de aquel horror. No hace tanto tiempo, y debemos actuar de manera que aquellos hechos nunca más se vuelvan a repetir. Y para ello, como reza uno de los lemas del monumento que se inauguró en 1962 en París, dedicado a las víctimas de los campos de concentración nazis durante la Segunda guerra mundial, “es bueno perdonar, pero jamás hay que olvidar”.



martes, 28 de enero de 2020

Libro del Cardenal Robert Sarah y Benedicto XVI: "Des profondeurs de nos coeurs", editorial Fayard

El caso Robert Sarah

Luis Negro Marco 

Portada del libro Des profondeurs de nos coeurs
publicado en Francia por la editorial Fayard el
pasado 15 de enero. 
A raíz de la reciente aparición en Francia del libro “Des profondeurs de nos coeurs” (Desde la profundidad de nuestros corazones), firmado por el Papa emérito Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah (prefecto de la Congregación para el culto divino), distintos medios de prensa europeos han dado la falsa noticia de la existencia de un enfrentamiento entre el Papa Francisco y su antecesor, Joseph Ratzinger, a propósito del celibato de los sacerdotes católicos.

Y para apuntalar dicha falsedad, dichos medios no han dudado en recurrir a la difamación del cardenal Sarah, acusándolo de haber manipulado a Benedicto XVI, insinuando que el Papa emérito no habría sido informado de la aparición del libro, en el que es autor de un texto de cuarenta y seis páginas, titulado “El sacerdocio católico”.

Unas abyectas afirmaciones ante las cuales el 14 de enero (un día antes de la aparición de la obra –de momento solo en Francia–) el cardenal guineano emitía un comunicado en el que ponía en evidencia la falsedad de tales acusaciones. Y a pesar de ello muchos medios (incluido algún destacado medio de comunicación estatal de España) han informado que se ha retirado, a petición de Benedicto XVI, su nombre y su foto del libro que rechaza la ordenación de curas casados. Lo cual no se corresponde con la verdad, por cuanto en la portada del libro (cuya publicación en Estados Unidos está prevista para el 20 de febrero) sí aparece la foto y el nombre de Benedicto XVI.

Lo único cierto de todo ha sido el anuncio del cardenal Robert Sarah, quien como consecuencia de las vivas polémicas que se han suscitado en la prensa tras la publicación, ha anunciado que en las sucesivas ediciones de “Des profondeurs de nos coeurs” figurará como autor: Cardenal Sarah, con la colaboración de Benedicto XVI. Y del mismo modo, la introducción y la conclusión de la obra aparecerán con la precisión de que han sido redactadas por el cardenal Sarah, con la aprobación de Benedicto XVI. Los textos quedarán igual. Todo ello demuestra –como ha indicado Andrea Tornielli, director editorial de todos los medios de comunicación del Vaticano– que el libro es una contribución sobre el celibato sacerdotal, en filial obediencia al Papa Francisco, quien se ha referido a este tema en numerosas ocasiones.
Robert Sarah, en Montilla (Córdoba), hace algo más de dos años. - JOSÉ ANTONIO AGUILAR
Nada que ver con un inexistente enfrentamiento entre papas, como muchos medios de comunicación en Europa se han apresurado a difundir, que habría surgido ante la pronta publicación de la exhortación post-sinodal de la Amazonía (que tuvo lugar en octubre) y en el que, entre los diversos temas a tratar, se contemplaba la posibilidad –de acuerdo a las necesidades específicas de aquella agreste y apartada región del planeta– de ordenar a hombres casados.  

Como el caso Alfred Dreyfus en la Francia de finales del siglo XIX, el militar judío que fue falsamente acusado de espionaje, ahora el caso Robert Sarah, adquiere el perfil de un orquestado intento de originar tensión en la Iglesia, a partir de un libro que, quizás si ha suscitado tanta polémica, ha sido porque constituye una gran contribución al debate sobre el celibato de los sacerdotes y la definición del sacerdocio católico.