viernes, 3 de abril de 2015

Viaje desde el Colegio "Escuelas Pías" de Zaragoza, a Tierra Santa... ¡y sin salir de la ciudad!

La oportunidad de conocer Tierra Santa sin salir de la ciudad

El director del Museo, el sacerdote Amador Santamaría, muestra el funcionamiento de los luminosos en uno de los diversos mapas que, como éste, forman parte del museo.- Foto: L. N. M.
Luis Negro Marco / Zaragoza

El Museo bíblico escolapio (ubicado en el colegio “Escuelas Pías de Zaragoza”, en la calle Conde de Aranda) fue el primero de sus características que se creó en España, y aún hoy en día uno de los dos únicos existentes en nuestro país junto con el los Franciscanos, en Santiago de Compostela, aunque éste  puesto en marcha muy posteriormente.

  La iniciativa de crear un museo bíblico surgió del espíritu filantrópico e inquietudes pedagógicas que caracterizaron al sacerdote escolapio Miguel Balagué Salviá (1910-1988), uno de los grandes biblistas españoles del siglo XX. El padre Balagué hablaba perfectamente el griego antiguo y el hebreo, lenguas de las que fue profesor, junto con la asignatura de Sagradas Escrituras,  en el noviciado escolapio de Irache (Navarra) entre 1939 y 1941, y posteriormente, en el de Albelda de Iregua (La Rioja).


Réplica del Arca de la Alianza, una de las maquetas originas con que cuenta el Museo.- Foto: Luis Negro Marco
Fue precisamente en el monasterio de Albelda, durante el verano de 1949, donde dirigidos por él, un primer grupo de jóvenes escolapios (Ignacio de Nicolás, Jesús Ramo, Octavio Fullat) construyeron la primera maqueta del museo: el templo de Jerusalén; a esta maqueta le seguiría otra, con la reproducción a escala de la región de Palestina.

En años sucesivos el museo, y el grupo de escolapios implicados en la materialización del museo se fue ampliando, hasta su primera ubicación en Albelda. Más tarde, en el año 1962, se trasladó al colegio de los escolapios en Salamanca, y en 1999, al colegio de “Escuelas Pías” de Zaragoza, en la calle de “Conde de Aranda”. Su apertura al público requirió del esfuerzo de muchas personas, especialmente del padre Jesús Ramo, quien contó con la colaboración de los también sacerdotes escolapios: Amador Santamaría (actual director del museo) y Luis Domeño.

Torre Antonina, castillo romano, en donde Pilatos expuso a los judíos antes de mandarlo crucificar.  Foto: Luis Negro Marco
El Museo Bíblico de Zaragoza es a día de hoy el mejor recurso didáctico existente en España para que  niños y jóvenes  en edad escolar puedan comprender mejor la vida de Jesús, el tiempo en que vivió y la tierra por la que transcurrió su vida. Pero además, el espacio ofrece también la posibilidad de visitar, sin movernos de la ciudad, los paisajes, monumentos y ciudades más emblemáticos de la vida de Jesús y sus apóstoles.

  Del mismo modo, la arquitectura del colegio “Escuelas Pías” contribuye a realzar las posibilidades didácticas de este original museo, por cuanto la sala en que se exhibe tiene la misma  forma oval que el  patio interior porticado en torno al que evoluciona,  construido a principios del siglo XX, y declarado (al igual que el resto del colegio) Bien de Interés Cultural.

Manuscritos del Mar Muerto, o Manuscritos de Qumram. Reproducciones a escala de las vasijas y pergaminos originales .- Foto: Luis Negro Marco
En el museo se hallan instalados diversos mapas luminosos de gran tamaño      (fabricados de manera artesanal, y con fidelidad absoluta a la geografía que reproducen), más de veinte  vitrinas expositoras, y otras tantas maquetas a escala de monumentos y  relieves orográficos de los escenarios de Jesús.
 Se trata sin duda alguna, de auténticas obras de arte distribuidas en orden cronológico e histórico, que nos transportan, a modo de efectista túnel del tiempo, hasta mil años atrás.

Túnica igual a las que vestía el pueblo judío en tiempos
de Jesús.
- Foto: Luis Negro Marco
En el Museo Bíblico Escolapio conoceremos cómo era el Arca de la Alianza, cómo la transportaban los judíos, y qué es lo que se hallaba en su interior; además, veremos en reproducciones cerámicas cómo eran las vasijas en las que se escondieron los manuscritos de Qumram,  y  cómo se hicieron los papiros y pergaminos en que fueron escritos. Contemplaremos también dónde estaba situado el Monte Calvario, el lugar en el que fue crucificado Jesús, y admiraremos los palacios de Herodes, Caifás y Pilatos, así como la plaza pública donde el gobernador romano expuso a Cristo ante los judíos para que decidiesen a quién querían crucificar, si a él o a Barrabás.

 El Museo Bíblico ha recreado asimismo una reproducción exacta de la columna en que los romanos ataron a Jesús  para azotarlo (la origina se conserva todavía en el interior de la basílica de los padres Franciscanos en Jerusalén), y la lanza del legionario Longinos, que atravesó el costado de Cristo ya en la cruz.  Destaca también de la visita una gran maqueta a escala de la ciudad de Jerusalén, en la que unos haces de luz progresivamente iluminados indican los distintos caminos recorridos por Jesús (Huerto de los Olivos, Palacio de Herodes, Sanedrín, Torre Antonina) hasta su llegada al Calvario, en donde fue crucificado y sepultado.

 El Museo incluye asimismo más de cincuenta biblias de todos los tiempos y en diversos idiomas (también en aragonés, en una magnífica traducción efectuada por el sacerdote escolapio –ya fallecido– Pedro Recuenco. Y es que fue también un escolapio, el sacerdote Felipe Scío y Riaza (1738-1796) quien por encargo realizado  en 1780 por el rey Carlos III, quien tradujo por vez primera la Biblia completa al castellano. 

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