jueves, 3 de marzo de 2016

¿De verdad interesa la educación de calidad a los políticos españoles?




MARÍA PAZ GARCÍA RUBIO  (CATEDRÁTICA DE DERECHO CIVIL EN LA USC) 

COMO es fácil comprobar en párrafos escritos y tertulias varias, en estos tiempos cenagosos e inseguros el futuro de nuestro nefasto sistema educativo no es precisamente uno de los que más preocupa a los viejos y nuevos políticos, empeñados en interminables discusiones sobre quien ha de detentar el poder y de paso la capacidad de control social que de aquél deriva. Ni les preocupa a ellos ni, lo que es mucho peor, parece preocupar demasiado a los hombres y mujeres a quienes aquellos aspiran a gobernar, la mayoría de los cuales piensan, con aparentes buenas razones, que al fin y al cabo la educación, siendo importante, no es ni mucho menos tan trascendental como el desempleo, la amenaza terrorista de las fuerzas oscuras del mal o la desmembración de una estructura de Estado que, como sucede con esas edificaciones fantasmas que tan bien reflejan el feísmo paisajístico gallego, nadie sabe cómo va a terminar.   

Tengo para mí, sin embargo, que de las enormes deficiencias de ese sistema educativo proceden gran parte de los males que hoy nos acometen, entre los que no descarto, sino todo lo contrario, los descritos. Estoy igualmente convencida de que solo una profunda mejora de la educación de nuestros niños y jóvenes nos permitiría alguna esperanza cierta en un futuro distinto y mejor que el que hoy podemos ofrecerles, tanto en el entorno más cercano, como en el más hostil de ahí fuera. Por ambas cosas estimo también que el debate sobre la educación debería ser un elemento central que empeñase no solo a quienes ejercen profesionalmente la política, sino también una preocupación fundamental de todos los ciudadanos, quienes además deberían mostrasen profundamente concernidos por ella. No puedo sino lamentar que ni ellos ni nosotros mostremos ese interés o que no lo hagamos en la medida necesaria para hacerlo palmario. 

Corremos un verdadero riesgo de perder lo que nos define como sociedad avanzada, que cree en la libertad del ser humano y en su capacidad para modificar su destino y respetar el de los seres igualmente libres que le rodean. La educación, entendida como lo contrario de la manipulación y de la sesgada información y como mucho más que la preparación y el entrenamiento para una profesión que, con probabilidad, va a ser demasiado efímera, es la única esperanza real; cuanto más tarde nos percatemos de ello, más difícil será salir del atolladero. 

  artículo recomendado  El Correo Gallego   3 de marzo de 2016

      ¿DÓNDE  Está la educación?                                                                                           

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