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¿Y en España qué, otra vez elecciones generales, no?
¿Y en España qué, otra vez elecciones generales, no?
Luis Negro Marco / Historiador y periodista
Hace ya algunos años, y ambientado en la no tan lejana España de 1978 que tan bien dibujó la novela de Miguel Delibes, El disputado voto del señor Cayo, un anuncio televisivo de un todoterreno recreaba una sugerente historia: un aventurero recalaba con su cuatro por cuatro en un recóndito pueblo español, apartado de la civilización. Allí, un anciano, el último habitante de aquel fantasmagórico pueblo abandonado, obsequiaba a su inesperado y hambriento visitante con un plato de garbanzos que acababa de cocinar. Mientras el silencioso viajero engullía, más que comía, en silencio las legumbres, el anciano (que hacía años que no había visto a nadie por allí) educadamente, trataba de entablar comunicación, preguntando a su huésped: ¿Y el Madrid qué, otra vez campeón de Copa, no?
Imaginemos ahora que una persona de nuestro
país, deba viajar en estos días a algún lugar lejano y apartado, en la selva
Amazónica, pongamos por caso, llevando en su mente las noticias acaecidas
durante los seis últimos meses en España. Es muy posible que a su regreso, al
cabo de unos años hiciese a sus
familiares y amigos una similar pregunta: ¿Y
en España qué, otra vez elecciones generales, no?
Y es que el panorama político español, con
convocatorias de elecciones sucesivas sin que nada cambie, se parece cada vez más al día de la
marmota, y al déjà vu de la película Matrix, en el que un mismo gato aparece por dos veces
subiendo las mismas escaleras, síntoma indicativo de que las máquinas que
programaban la virtual vida de los humanos, estaban reseteando el sistema. Y
parece que con las elecciones legislativas en España está ocurriendo algo
similar.
La ciudadanía se ha expresado democráticamente
por dos veces, en el transcurso de seis meses, a través de las urnas con
resultados distintos, en cuanto a la mayor diferencia de votos y escaños que
consigue, por segunda vez, el partido más votado. Pero la posición del resto de
líderes de los partidos políticos, sigue siendo exactamente la misma. Parece
como si la máxima que Giuseppe de Lampedusa expresó en 1958 en su novela El Gatopardo, les estuviera sirviendo de
guión: Es preciso que todo cambie para
que todo siga igual.
El ombligocentrismo
que están demostrando los líderes de los principales partidos políticos
españoles, les está alejando de la grave realidad económica, sanitaria, educativa,
y social por la que atraviesa actualmente España, a la que se añade la crisis
humanitaria de los refugiados de las guerras en Siria, Irak y Afganistán, y los
movimientos migratorios del norte de África, cuyos muertos se cuentan cada año
por miles, y por millones los refugiados. Se trata de la mayor crisis
humanitaria desde la II Guerra
mundial, y está ocurriendo aquí, a las puertas de Europa.
Y es precisamente en momentos de graves crisis
como éstas, cuando más precisos son en las naciones los gobiernos sólidos, capaces
de dar respuestas eficaces a los problemas. Gobiernos surgidos de la capacidad
de diálogo, que por el mero hecho de serlos –como a los militares el valor– se
les presupone, a los políticos. Y la incapacidad de haber formado un Gobierno
en España durante los últimos meses, no
manifiesta sino la incapacidad que han demostrado los políticos en el desempeño
de la responsabilidad que les ha sido delegada por la ciudadanía a través de
sus votos, para la negociación; y a través de ella posibilitar la elección en
el Parlamento de un gobierno que exprese la voluntad popular.
Por supuesto que es preciso un cambio en España que haga posible la armonización de la política y las leyes del país a la nueva realidad nacional e internacional, desde el profundo respeto a
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