Aprender de la historia
Aprender de la historia
La 'nomenklatura' formaba una clase social con privilegios que se negaban al resto de la sociedad
(Escritora y periodista)
En esos años, cuando llegué a la
adolescencia, mis padres juzgaron necesario abandonar nuestro país natal y
exiliarse en Occidente porque, como uno de los participantes en la derrotada y
liberalizadora Primavera de Praga, mi padre empezó a padecer la persecución del
endurecido régimen. No era nada nuevo; ya en los años cincuenta, en los albores
del régimen comunista en la entonces Checoslovaquia, antes de que nacieran sus
hijos, a mi padre le venían a buscar, de madrugada, los miembros de la policía
secreta que se lo llevaban a la cárcel donde lo torturaban en un vano intento
de persuadirle para que colaborara con ellos.
El totalitarismo
comunista —el soviético, el de Europa del Este y el cubano— generó olas enteras
de exiliados que huyeron de la persecución (Nabokov, Kundera, Cabrera Infante)
o fueron expulsados de su país donde molestaban (Solzhenitsin). El terror
comunista creó innumerables exiliados del interior que intentaron sobrevivir
como podían dentro de su país (Shostakóvich, Nadezhda Mandelstam, Vaclav
Havel).
Aunque mi simpatía tiende hacia los
ideales de la justicia social tal como la suele profesar una izquierda moderada,
no soy comunista porque en el comunismo, sistema que proclama ante todo la
igualdad de todos los miembros de la sociedad, fui testimonio de la desigualdad
más grave (la nomenklatura formaba una clase social con
privilegios feudales) y las más crueles muestras de injusticia (especialmente
cuando se condenaba a inocentes a años y décadas en los campos de trabajos
forzados, sin motivo o por un mero chiste, como describe Kundera en La broma). Aprendí por experiencia propia y la de
mis padres que a los comunistas que estaban en el poder no les importaba el
hombre; lo único que buscaban era mantenerse en el poder.
Muchas grandes obras del siglo XX son
testimonios literarios del totalitarismo comunista. El Doctor Zhivago, de Borís Pasternak, es una novela sobre
cómo se implantó el comunismo: pensando en el poder de los bolcheviques
vencedores y dejando al hombre de lado. La obra entera de los premios Nobel
Aleksandr Solzhenitsin, Herta Müller y Svetlana Alexiévich, además de la de
Vasili Grossman, que empezó creyendo en la revolución rusa, está dedicada a
retratar las enormes injusticias del comunismo.
Creí que la sonrisa obligatoria, el brazo
en alto y la patria en la boca habían quedado en la noche de los tiempos
La sonrisa obligatoria en los labios,
el brazo en alto y la palabra “patria” en la boca: creí que esos tres gestos,
unidos en un solo símbolo, ya habían quedado en las tinieblas de la noche de
los tiempos. Al ver resurgir en la campaña de Unidos Podemos los símbolos y
eslóganes de mi infancia me quedé preocupada y me pregunté qué diríamos si en
España aparecieran símbolos de la dictadura fascista. Son símbolos, gestos y
conceptos que apelan directamente a la parte emotiva del hombre, a la parte más
irracional de la política, y lo hacen con objetivos electorales.
Sin embargo, lo que a mí me despertó
más desasosiego fueron las palabras siguientes del catedrático de Ciencias
Políticas de la UNED ,
Ramón Cotarelo, que fue profesor de Iglesias, Monedero y Errejón: “Los de
Podemos censuraron y acallaron a las personas críticas o simplemente
independientes y dieron pábulo a los más inútiles pero obedientes”. Estas
particularidades obedecen al comportamiento antidemocrático, propio de los
regímenes autoritarios y totalitarios.
Es de lamentar que un partido que pretende
regenerar el escenario político español recurra a los símbolos y eslóganes más
trasnochados, utilizándolos para apelar al homo sentimentalis que hay en muchos de nosotros. Unidos
Podemos perdió un 21% de votos, o sea que obtuvo un millón menos que en las
elecciones de diciembre. Seguramente son varias las razones de esos resultados,
pero una de ellas puede que sea que el ciudadano español ha desconfiado del
retorno de esos símbolos, como si el sufrimiento de tantos seres a lo largo del
siglo XX hubiera servido de aviso para el día de hoy y que el testimonio del
horror no ha caído en saco roto.
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