lunes, 27 de noviembre de 2017

27 de noviembre día del maestro, en honor a su patrón, San José de Calasanz (1557-1648)

El Periódico de Aragón
El aragonés San José de Calasanz, patrón de los maestros 
foto Luis Negro.jpg 
 Luis Negro Marco 

Hoy, 27 de noviembre, se celebra en España –así como en  otros países de habla hispana– el día del maestro. Una fecha que recuerda a su patrón, el pedagogo aragonés San José de Calasanz (Peralta de la Sal, 1557 – Roma, 1648), fundador de la Orden religiosa de las Escuelas Pías. En realidad la festividad de quien puso en marcha la primera escuela pública y gratuita en Europa (en el lejano año de 1597, en Roma) es el 25 de agosto, pero al caer en plenas vacaciones estivales, en el año 1948 se decidió trasladar el día del maestro al 27 de noviembre, fecha en que los alumnos ya se encuentran en las aulas.

 La obra pedagógica que el universal santo español llevó a cabo, nos permite afirmar que los orígenes de la educación primaria universal, obligatoria y gratuita fueron posibles gracias al pensamiento cristiano que surgió durante la Contrarreforma, período  de un siglo cuyo final se suele situar históricamente hacia 1648 (año, precisamente, de la muerte de San José de Calasanz), coincidiendo con la firma de la Paz de Westfalia con la que terminó la “Guerra de los Treinta Años” en Europa.

 Tradicionalmente se ha venido asignando a los filósofos de la Revolución francesa de 1789 el mérito de haber generalizado la enseñanza de la educación a todos los estamentos sociales, incluidos los niños de las clases más bajas y pobres. Nada más alejado de la realidad. De hecho, el ilustrado francés e ideólogo revolucionario Voltaire (1694-1778) mostró en no pocas ocasiones su indignación por el hecho de que los maestros de las órdenes religiosas escolarizaran y enseñaran a leer y escribir a los niños pobres, en vez de enviarlos a aprender un oficio, que era para lo que habían nacido. Y para cuando  el prerrevolucionario Dumarchais escribió  su artículo sobre la educación para la “Encyclopédie” (uno de los pilares de la Revolución francesa), habían transcurrido ya más de dos siglos desde que el aragonés José de Calasanz hubiera desarrollado un plan educativo para la primera enseñanza, tan completo e integral, que es prácticamente el mismo que sigue aplicándose en nuestros días en la mayoría de países del mundo.

San José de Calasanz, con el libro de las Constituciones
de las Escuelas Pías. Óleo sobre lienzo de Francisco
Bayeu Subías (1734 - 1795).- Obra precedente del
Museo Calasancio de los PP. Escolapios (Madrid)
 Así, fue el santo pedagogo de Peralta de la Sal el que introdujo por vez primera la noción de “escuela moderna”, a través de la progresión en el aprendizaje, el currículo escolar, la incorporación, junto a las letras, del dibujo, las matemáticas y nociones de contabilidad –ya en la enseñanza primaria–, el diseño estandarizado  de escuelas –fijando incluso el mobiliario que habrían de tener las aulas para facilitar el aprendizaje, dotar a los alumnos del material necesario para sus estudios (plumas, tinta, libros y cuadernos), y la creación de escuelas normales para la formación de los maestros que habrían de enseñar a los más pequeños. Nada que ver con el programa educativo que pusieron en marcha ¡más de dos siglos después! Los revolucionarios franceses (a través de la llamada Ley Danou de Instrucción Pública, de 1795) que difícilmente podría haber sido más reducido, ya que se limitaba a nociones de lectura, escritura, cálculo y moral republicana.

 Y algo parecido se puede decir del meritorio trabajo del pedagogo suizo Johann Pestalozzi (1746-1827), quien sin duda (aunque en sus escritos no aparezca tal reconocimiento), conoció la obra pedagógica que San José de Calasanz había realizado más de dos siglos atrás, y trató de llevarla a la práctica creando un modelo propio, de carácter laico,  para que los niños pobres y huérfanos pudieran también salir de la ignorancia y aspirar a la felicidad, a través de la educación.  Y aunque en la España ilustrada de Carlos IV y de su valido Godoy las ideas educativas de Pestalozzi fueron bien acogidas (llegándose incluso a crear en Madrid, en el año 1805, el “Instituto Militar  de Enseñanza Pestalozziana”), sus proyectos educativos apenas tuvieron recorrido, ni en nuestro país ni en el resto de Europa.

"Alegoría de la Enseñanza Primaria".- La Virgen
María con el Niño, acoge en su regazo a una niña
con un libro abierto en sus manos. Al fondo, cuadro
de San José de Calasanz.- Museo Calasancio de
los PP. Escolapios (Madrid).
 Asimismo hay que resaltar el hecho de que España ha sido históricamente la cuna de grandes maestros, como lo fue, en el siglo I de nuestra era, el calagurritano Quintiliano, maestro de emperadores y director de la que fue primera cátedra de elocuencia del Imperio romano. Sin olvidar al misionero mallorquín Raimundo Llull (1232-1316), apelado “el pedagogo de la cristiandad”, quien impregnado de un sentido universal de la educación (hoy tan deseable como necesario) fue el inventor del Arte Universal o Gran Arte, consistente en identificar, a través de métodos mecánicos, las ideas más generales y abstractas aceptadas por el común de las personas. Por ello, a día de hoy Raimundo Llull está considerado como el precursor de la informática.

 Asimismo, destacó también como maestro universal de nuestro país el valenciano Juan Luis Vives (1492-1540), de quien sabemos José de Calasanz fue gran admirador, especialmente en lo relativo a su pensamiento sobre la necesidad de educar a los niños, con especial atención hacia los más pobres, así como su idea de que hombres y mujeres, habían de tener los mismos derechos y oportunidades para acceder a la educación.

 Por todo ello resulta muy desalentador que, siendo España la cuna de pedagogos tan destacados a nivel mundial, muy especialmente San José de Calasanz, que con méritos sobrados es el patrón de los maestros, sus figuras se hallen en la actualidad tan diluidas a nivel social en nuestro país. Y al mismo tiempo es muy preocupante el hecho de que, tras cuarenta años de democracia, nuestro país no haya sido capaz de consensuar una ley de educación. De manera que, al igual que ocurrió en la Francia de la Revolución de 1789, los intensos debates políticos que en España ha habido, y siguen abiertos, en torno a la educación, semejan a los de aquellos ilustrados revolucionarios, que habiendo soñado un ideal de fraternidad universal basado en la educación, llegada la hora de la verdad, renegaron de sus ideales (libertad, igualdad y fraternidad) y se mostraron infieles a todas las aspiraciones de su  vida, anteponiendo sus bienes personales e intereses partidistas, a los del del conjunto de la sociedad. Afortunadamente, no fue el caso del maestro José de Calasanz.



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