Reinventar los museos
Luis
Negro Marco
octubre de 2017 - marzo de 2018.- Foto: L. N. M.Y fue también en aquella época post revolucionaria de la Francia de 1789 cuando en el mundo del arte triunfaba el neoclasicismo, que –como su nombre indica– formulaba una versión actualizada del estilo clásico de las antiguas civilizaciones de Grecia y Roma. De ahí que algunos de los más importantes museos del mundo (como la pinacoteca de “El Prado”, las National Gallery de Londres y de Washington, o la gliptoteca –museo de esculturas– de Múnich) fueran construidas de acuerdo a postulados neoclásicos.
Asimismo, los museos fueron también fruto del
respeto e importancia que los pensadores del XVIII –“el siglo de las luces”– otorgaron a la verdad histórica y a la
razón, como base principal para el progreso de la humanidad. De manera que, a
partir de entonces, las obras expuestas en los museos (“casas de las musas”) para amusser
(agradar e ilustrar) al pueblo, serán –con preferencia a las reproducciones–
piezas originales, consideradas las únicas con capacidad para certificar la
verdad y efectuar la magia de reencontrarnos con el tiempo perdido, de
convertir el pasado en presente, de imaginar el futuro.
Por otro lado, las exposiciones de objetos que
podemos contemplar en los museos, además de albergar un valor estético en sí
mismas, también nos aportan información, conocimiento y testimonio sobre una
época, desvinculados ya de la función simbólica o atribuciones de poder que en
el pasado se les hubiera podido haber conferido.
Bien es cierto que será función de la museística el saber decodificar de manera solvente y eficaz el ruido que se genera entre la pieza expuesta y el público, pues en definitiva, es una comunicación la que establecen los museos con sus visitantes. De manera que los contenidos que se exhiben son el mensaje; el edificio que los expone, el emisor; la forma en que están expuestos los objetos y obras artísticas, el canal; y el modo elegido por cada museo para interactuar con su público, el código.
Los tiempos cambian de manera vertiginosa y a
día de hoy, en plena revolución digital,
el gran reto para los museos será avanzar hacia la universalidad, en oposición
al desfasado nacionalismo que inspiró su nacimiento. En este sentido, deberían aspirar a estar tan concurridos como
los grandes centros comerciales y ofrecer a las familias alicientes adicionales
para la visita (cafetería, restaurante, tienda de recuerdos…), además de una
atractiva programación de actividades tendentes a la promoción del debate
cultural y la participación ciudadana. Y por supuesto, que los museos dispongan de espacios para el
juego y el aprendizaje de los niños. Nuestro futuro.
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