El trashumante
mes de mayo
Luis Negro Marco
“Son tos güeyos dos tinteiros, tu nariz pruma
cortada, tus dientis, letra menuda, tu boca, carta ciarrada”. Estas coplas
podían perfectamente corresponder, por su métrica y temática, a cualquiera de
las que son cantadas por los mayos a
sus mayas en la sierra de Albarracín,
durante el mes de mayo, a partir de la noche de “treinta del abril cumplido”. Época en que la primavera ha vuelto a
reverdecer los campos, y los jóvenes volvían con sus rebaños de los lejanos
pastos bajos al primigenio hogar en la tierra alta. Mas los anteriores versos
compuestos para ser cantados, no pertenecen al folklore aragonés, sino al de
los «vaqueiros de alzada», en
Asturias.
Un
ilustre e ilustrado hijo de aquellas norteñas tierras, Gaspar de Jovellanos
(1744-1811), en una de sus «Cartas», ya elogiaba el trabajo de los «vaqueiros de
alzada», habitantes
de las montañas marítimas del Principado de Asturias, cerca del confín con
Galicia. Estos vaqueros, se llamaban así (de
alzada) porque su residencia –en brañas de no más de cincuenta hogares– no
era fija, “sino que alzan su morada y
residencia y emigran anualmente con sus familias y ganados en busca de las
montañas altas de León y sus ricas yerbas”. El día de su partida (o alzada)
se fijaba a partir del 8 de mayo, día de San Miguel, y el de la vuelta, para el
segundo de los días que a la celebración de San Miguel arcángel tiene reservado
el calendario litúrgico: el 29 de septiembre.
Mayo es, por lo tanto, un mes trashumante por
cuanto es en este tiempo cuando se
manifiesta en todo su esplendor la primavera,
y los campos trocan el color de su tez, pasando del ocre al verde de los pastos
y de las hojas de los árboles que rebrotan. La llegada de mayo era así la
esperada señal para el inicio de la trashumancia, la cual daba oficial comienzo
al octavo de sus días, festividad del arcángel San Miguel –como antes se ha
señalado– invocado por los pastores por su carácter guerrero contra el mal y, en
este caso, también como protector de los rebaños contra las enfermedades y los ataques de los lobos. Por eso en Aragón, en la localidad de Tauste que tiene a San
Miguel de mayo como su patrón, se celebra su fiesta con una trashumancia urbana.
Rebaño de vacas rubias y toros, en Galicia. Fot. L. N. M. |
Asimismo, los monumentos florales que es
costumbre colocar en diversas ciudades y pueblos de España durante el mes,
conocidos como «Cruces de mayo», entroncarían con las fiestas «Lemuria», que en la antigua Roma se celebraban entre el 9 y el
14 de mayo. En ellas se realizaban ritos para ahuyentar todo tipo de maleficios
sobre los ganados, los pastos y las cosechas, consistentes en ofrendar a los
dioses, invocando su protección, ramos de flores y gavillas con los primeros
brotes de cereal.
Por lo demás, la intensa relación entre el
folklore de los mayos y la trashumancia,
se ejemplifica también en Israel, la “nación de reyes pastores” que (ya
en el siglo X a. C.) tuvo en su más destacado soberano –el rey Salomón– al
primer cantor de mayos, tenor de coplas
como ésta: “Son tus dientes como hato de
ovejas trasquiladas que vienen de bañarse; tu cuello como torre de David, tus
pechos como dos cabritos mellizos”. Parecería como si Salomón hubiese
compuesto estos sus versos, en la
Sierra de Albarracín.
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