--Todos los
Santos, Halloween, Samhaim y Deméter o -el eterno retorno de la muerte y la vida --
Luis Negro Marco / Zaragoza
El final de la vendimia y la caída de las
hojas de los árboles, señalan el
comienzo de la agonía del mundo vegetal. El ciclo anual de la siembra y la
cosecha se deificó en la Antigüedad en su acción recíproca con el mundo de los
muertos, siendo las necrópolis no solo el lugar de entierro, sino también el
del nacimiento a una nueva vida. La mitología griega (basada quizás en
manifestaciones Neolíticas) revela en el relato homérico sobre Deméter (“Madre
del Trigo”), que su hija Perséfone fue raptada por Hades, señor del mundo de
los muertos y llevada al inframundo con él. Cuando Hades permitía a Perséfone
regresar al mundo de los vivos, simbolizaba la llegada de la Primavera y su
descenso a los Infiernos marcaba el comienzo del Invierno. Se trata de un relato
similar a la fiesta Celta del “Samhain” que se celebraba en torno a las mismas
fechas que nuestra festividad de “Todos los Santos”, marcando el final de la
recolección y el paso a un nuevo ciclo vital. Esta manifestación consistía,
simbólicamente, en la revelación de que, en lugar de acabar, la vida se
transforma sin cesar, lo que ocurre del mismo modo en la Naturaleza y la
Humanidad. Al finalizar Octubre, el período de tiempo que
ha comenzado seis meses
antes con la
llegada de la Primavera se acaba también. La Naturaleza muere o adormece
durante losfríos meses del Invierno, y como el oso hibernado en su madriguera,
no despertará hasta que Llegado Noviembre, las
grandes fiestas patronales ya han acabado y a partir de entonces serán
mínimas las celebraciones festivas; el
primer día del mes, “Todos los Santos”, el 11, “San Martín” (en esta fecha
comenzaba en muchos lugares de España el clásico juego infantil del “trompo”) y
el 30 “San Andrés”. Por eso dice el refrán: “Bendito mes, que empieza por Todos los Santos y acaba por San Andrés”. El mes de Noviembre, es también el mes de las
castañas, haciéndose visibles en ciudades y pueblos los puestos de venta de
este fruto, asado a la brasa del carbón y que tanto apetece comer bien caliente
cuando hace frío. Algo que saben muy bien en Galicia, cuya tradicional fiesta
del “Magosto” (que se celebra en “Todos los Santos” y “San Martín”) se basa en comer castañas acompañadas del
vino nuevo. Y como al olivo, y al ciprés, al castaño se le ha asociado
tradicionalmente (al menos desde el siglo XVIII) con una simbología de carácter
funerario, de tal manera que se pensaba que por cada castaña que se consumía el
día de “Todos los Santos” y el siguiente
de Difuntos, se salvaba a un alma del Purgatorio. En la noche de almas también se hacían
hogueras, como las de “San Antón” o “San Fabián y San Sebastián”, y en torno a
ellas se comía y bebía, dejando al final viandas y brasas para que los muertos pudieran satisfacer su hambre y calentarse al calor de los restos de las
fogatas. También, antiguamente, desde las 12 del día de “Todos los Santos”,
hasta el mismo del de “Difuntos”, las campanas
de todas las iglesias de aldeas y pueblos tañían a muerto con la finalidad De manera similar, en la cultura Cristiana, es
especialmente en el día de “Todos los Santos” cuando se recuerda a los
familiares difuntos, adornando las tumbas y nichos de los cementerios con ramos
de flores, que simbolizan la vida. También en el mundo romano las familias
veneraban a sus difuntos en un lugar reservado para ellos en las casas, con
figurillas en terracota que reproducían
sus rasgos. Antes de ser aceptado el Cristianismo por el Imperio de Roma, en el
siglo IV, los primeros cristianos escogieron, con preferencia para ser
sepultados, la proximidad de las tumbas de los mártires, donde esperaban ser
visitados con más frecuencia y ser recomendados por las oraciones de familiares
y amigos a la intercesión de los testigos de Cristo triunfante en el Cielo.
Pero una vez finalizaron las persecuciones religiosas, en el siglo IV, las
reliquias de los mártires fueron trasladadas a las ciudades y los restos
mortales de los fieles se solían depositar en las inmediaciones o incluso
dentro de las iglesias, si bien, en este caso, excepcionalmente y preferentemente por privilegio y favor de Obispos, abades, alto clero,
príncipes y demás personajes
notables de la sociedad.A partir del primer cuarto del siglo XX las
leyes de Salud Pública preconizanla construcción de camposantos en cada
pueblo, al tiempo que se prohíben los
enterramientos fuera de ellos. En tiempo
de la dominación musulmana de España estos lugares sagrados recibían el nombre
de “Mapbara”, de donde deriva la palabra “Macabro”; de ahí el nombre de las
“Danzas Macabras” o “Danzas de la muerte”, representaciones populares que desde
el siglo XIV se celebraban en noches especiales, como la noche de ánimas, en
las inmediaciones de los cementerios.
Ante la certeza de la muerte y la necesidad de
aprovechar la alegría de la vida (Carpe
diem) bien valdría tener presente el recordatorio de los monjes medievales:
“Hermanos, morir tenemos”, “Ya lo sabemos”.
Lápida en granito junto a la iglesia parroquial de Carnota (A Coruña). Hasta la primera década del siglo XX, fueron frecuentes los enterramientos en el suelo, junto a los laterales de las Iglesias, simbolizando la cercanía hacia Cristo, cuya Luz les ayudaría a caminar hasta Dios.-
Fot: Luis Negro Marco
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