El Venerable Glicerino Landriani: a la estela de san José de Calasanz
Luis Negro Marco / Zaragoza
Leonardo de Marco
Glicerio Landriani, un ángel en las Escuelas
Pías
Edita: Instituto Calasanz de
Ciencias
de la Educación (ICCE);
223 páginas; Madrid, 2013
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Los
estereotipos, a veces, nos hacen perder la perspectiva de la Historia, ciencia
que, de manera recurrente, ha soslayado u olvidado, en su estudio del pasado, a
personas e instituciones relevantes; y aún peor, las ha estigmatizado (así
ocurre, por ejemplo, con la Iglesia) bajo determinadas etiquetas. Sin embargo,
las iniciativas de “los olvidados”, contribuyeron, siglos atrás, a eliminar las
desigualdades sociales y a equipar en derechos a las clases y grupos más indefensos,
especialmente, la Mujer y la infancia sin recursos. Una de estas personas comprometidas con la
fraternidad humana fue el escolapio italiano Glicerio Landriani (Milán, 1588-Roma,
1617) quien a pesar de morir muy joven, con tan solo 29 años de edad, vivió
apasionadamente su existencia. Su labor comenzó con una decidida acción en
favor de los miles de mujeres jóvenes que en Roma, a causa de la miseria, se
veían abocadas a ejercer la prostitución para garantizar su sustento y el de
sus familias. Landriani creó para ellas, las primeras casas de acogida, siendo
su objetivo principal el que tomasen conciencia de su dignidad, y su posterior
reinserción social, recordando, quizás, las bíblicas palabras de Jesús a los
Sumos Sacerdotes: “en verdad os digo que
publicanos y prostitutas llegarán antes que vosotros al Reino de Dios”.
El
contexto histórico en el que se desenvolvió la vida de Glicerio Landriani, se
sitúa después del Descubrimiento de América, en 1492, un momento en el que las revueltas
político-económicas iban acompañadas de desplazamientos por las grandes rutas
comerciales, lejos del Mediterráneo. En aquellos tiempos convulsos, guerras,
saqueos, epidemias, hambre y desesperación empujaban hacia las ciudades a un
ejército de pobres, que duplicaban el número de sus habitantes, víctimas de una
sociedad sorda a sus gritos. Sin casa, sin morada fija, abarrotaban hospitales
y cárceles. Pero en Roma, agravaban esta situación otros acontecimientos,
siendo los principales: las sucesivas carestías de precios en el último decenio
del siglo XVI, la peste de 1591, y finalmente (la Historia, en efectivo es
cíclica) la caída de las entidades bancarias y de los Montes de Piedad,
provocando que quedasen en la calle (sin casa, trabajo ni dinero) miles de familias.
El hecho de que en esta época tan convulsa de la historia de la “Ciudad
Eterna” estuvieran presentes en Roma muchos fundadores de Órdenes religiosas
(Ignacio de Loyola, Camilo de Lellis o el pedagogo aragonés José de Calasanz) nos
da una idea de la necesidad de reforma de aquella sociedad, claramente injusta,
que, a despecho del humanismo Renacentista agonizante, abandonaba y
despreciaba a los estratos sociales más desfavorecidos. Pero lejos de promover
la cohesión social, las leyes de entonces tendían a criminalizar la
marginalidad con penas desorbitadas, incluida la tortura, a usureros,
blasfemos, sodomitas y prostitutas, mientras miles de huérfanos y niños abandonados
vagabundeaban por las calles de la ciudad.
Y fue en este marco social, que escandalizaría la
sensibilidad de nuestros días, en el que
inició su misión pedagógica el santo aragonés José de Calasanz (1557-1648)
quien, por primera vez a nivel mundial, abrió en Roma, en el año 1597, una
escuela gratuita dirigida a los niños pobres y huérfanos, a fin de
proporcionarles una formación académica, religiosa y moral, con la que, una vez
finalizada, pudiesen obtener un puesto de trabajo en la sociedad. Algo, por
supuesto normal en nuestros días, pero una auténtica Revolución para la
sociedad europea de finales del siglo XVI. Para continuar con su labor, el
santo aragonés creó la Orden religiosa de las Escuelas Pías, de la que
precisamente, uno de sus primeros miembros (llamados escolapios) fue el joven llamado
Glicerio Landriani; de familia noble y adinerada, emparentada con la de san
Carlos Borromeo (decisivo en la última fase del Concilio de Trento, finalizado
en 1563) Glicerio Landriani fue un gran innovador en la Educación. En su
desempeño pedagógico incluyó los recreos y descansos tutelados diarios, la
concurrencia de los escolares a la Biblioteca Ambrosiana de Roma, programando
además excursiones semanales con los niños para que conociesen su ciudad. Trabajó
también en la formación de laicos (hombres y mujeres) con la finalidad de un
desempeño adecuado, respetuoso y eficiente de la docencia a niños y jóvenes,
con especial atención hacia los más pequeños. Landriani, como principal
ayudante de José de Calasanz en sus inicios, contribuyó a la elaboración del
actual concepto de “Educación integral” que incluía tanto la enseñanza y la
educación docente, como la formación en valores (de ahí el lema de la Orden de
las Escuelas Pías: “Piedad y Letras”). Declarado “Venerable” (segunda etapa en el proceso de santificación) en
1931 por el Papa Pío XI, Landriani vivió durante su corta existencia en suma
pobreza, abandonando las riquezas de su noble familia, fiel al ideal de Jesús:
“Quien todo lo deja, todo lo encuentra”.
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