La invención de la
tradición
Luis
Negro Marco / Zaragoza
Corrientes artísticas de vanguardia europeas de comienzos del siglo XX, principalmente el Cubismo y el arte abstracto tuvieron una clara inspiración en el arte africano.- Foto: Luis Negro Marco |
El concepto de “nacionalismo”, asociado al
de lengua tiene su origen en el Romanticismo europeo, que se desarrolló a lo
largo del siglo XIX. De este modo, después de siglos sin ser utilizadas en la administración,
la iglesia o la escuela, el fomento de las lenguas regionales tuvo su principal
baluarte en el uso que de ellas hicieron reconocidos y prestigiosos poetas y
escritores (hombres y mujeres) en muchas de sus obras literarias. Sin embargo
sería errónea la identificación entre lengua y nación. La lengua puede ser uno
de los aglutinantes de un pueblo, pero no su determinante. Incluso,
históricamente se dieron casos en que las naciones aparecieron antes que el
idioma, como es el caso de Italia, donde en 1860, tan sólo un tres por ciento
de su población hablaba el toscano, que años después se convertiría en el
idioma nacional. Según elIan Buruma, autor del libro “El Camino a Babel”, uno de los principales atractivos de una lengua
coloquial, dialecto o jerga, incluso la principal razón para resucitarla o
inventarla, reside en el hecho de que los ajenos a ella no la entiendan. Así
entendida, en cierto sentido, la lengua se convierte en una especie de “santo y
seña”. De manera que si la comprendes (recordando al grupo de cantantes
chilenos Quilapayún) "se abre la
muralla", y si no, "se cierra la muralla". El riesgo reside, por
tanto, en que a la lengua se le incorpore una categoría discriminatoria que,
lejos de favorecerla, vaya contra la integración social. Y es que ni la identidad ni la
territorialidad tienen conexión alguna con la existencia de una sola cultura y una
sola lengua, e incluso las culturas pueden perdurar, incluso, después de haber
adoptado otro idioma. Un ejemplo bien
palpable lo encontramos en el Imperio
romano, de cuyo Derecho, cultura, organización política, económica y social
somos herederos los europeos y países que nacieron de nuestra aculturación (caso de Estados Unidos,
los Estados de Latinoamérica y Australia). Pero volviendo a la pretendida relación entre nacionalismo
y lengua, hay que tener en cuenta que las lenguas minoritarias estándares
(normalizados) que se aprenden en las escuelas de la mayoría de países de
Europa y que se escriben --dejando a un lado el mayor o menor número de
personas que las habla-- son relativamente recientes. Así, por ejemplo, el
flamenco enseñado en la Bélgica actual, no es el que las madres y las abuelas
de Flandes utilizaban con sus hijos. Y lo mismo ocurre en España. El concepto de nación, o nacionalidad por
tanto se articula principalmente, a partir de la aplicación del derecho (y
garantías inherentes a él) de ciudadanía. Así los ciudadanos españoles gozamos
de unos derechos, deberes y obligaciones que recoge la Constitución Española y
que son el único marco posible en el que los Gobiernos, elegidos
democráticamente, pueden legislar. Y la misión del Estado no debe ser otra que
la de garantizar y velar porque se cumplan los derechos fundamentales de sus
Una de las señas de identidad de la Comunidad Valenciana se basa precisamente en la diversidad. Un claro ejemplo, son sus fiestas de "Moros y Cristianos"; foto: Luis Negro |
España un
verdadero espíritu de patriotismo y orgullo de pertenencia a un proyecto común. Por camino opuesto se dirigen los políticos
que, elegidos democráticamente por el plebiscito de toda la ciudadanía, son
seducidos por la tentación de utilizar la Historia como elemento de
diferenciación y no de la necesaria unidad que nace de la diversidad. Es así
como, en busca de un mítico pasado histórico en el que sustentar su
singularidad, estos políticos acaban por identificar una cultura, una lengua y un sentimiento con
un territorio. Pero estas invenciones históricas, a la larga, no pueden
acarrear a quienes las crean y propagan sino la pérdida de su credibilidad y
confianza. Nada nuevo, por otro lado, pues como ya apuntó
el desaparecido historiador Eric
Hobsbawm, los fenómenos nacionales no se podrían investigar adecuadamente sin
prestar una atención cuidadosa a “la invención de la tradición".
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