miércoles, 19 de febrero de 2014

El respeto a la dignidad y los Derechos Humanos, base de la convivencia pacífica de los pueblos


                                Civilización y barbarie             

Luis Negro Marco / Zaragoza

Cuando en el siglo XIX Europa se lanzó a la salvaje colonización de África, lo hizo en muchas ocasiones bajo el presunto objetivo de conseguir “la civilización de África”. Curiosa meta para un continente que desde el siglo XV y hasta prácticamente los últimos años del siglo XIX esclavizó a millones de africanos que fueron llevados a trabajar en las plantaciones de América. Pero la explotación esclavista también tuvo lugar en los propios países de África; así, entre 1885 y 1908 millones de personas fueron víctimas de un auténtico genocidio en el Congo durante la dominación colonial del país por parte del rey de Béligica, Leopoldo II La civilización esclavista” fue continuada en los Estados Unidos, principalmente en las inmensas plantaciones de algodón de sus Estados del Sur, y en 1861 fue factor desencadenante de la cruenta guerra civil entre los esclavistas estados federalistas sureños y los abolicionistas y unionistas estados del norte. En 1815 el Congreso de Viena  prohibió que continuase la trata de
Los exploradores europeos de África en el siglo XIX,
como los legendarios Stanley, Livingstone, Mungo
Park, o el español Iradier, no siempre estuvieron guiados
por sentimientos científicos, geográficos y humanitarios.
Muchos otros pensaron que representaban a una
civilización superior y cazaron,  asesinaron,
depredaron especies hasta entonces desconocidas
y pusieron en práctica una relación de superioridad
sobre la población indígena africana que perpetuó
 "de hecho" la esclavitud hasta los últimos años del
siglo XX
esclavos, si bien prosiguió “de facto”. Tampoco los prósperos
países árabes fueron ajenos a la trata que, especialmente a partir del siglo XVIII, intensificaron a través de caravanas de esclavos cuyas rutas transcurrían por el sur del Sahara y Este de África.  
Y así transcurre la historia del mundo, entre civilización y barbarie, como si la humanidad estuviese atrapada en el interior de un reloj de arena que gira constantemente, sin que se sepa a ciencia cierta dónde está la civilización y dónde la barbarie. Han pasado más de 1.500 años desde la caída del Imperio romano y sin embargo, lo único que nos diferencia de aquéllos es nuestra manera de vestir y nuestros deslumbrantes avances tecnológicos. También Roma consideró que la suya era la única que podía denominarse “Civilización”, de donde deriva el término “Ciudadanía”, es decir el colectivo de personas con derechos y garantías respecto al poder del Estado. Por el contrario eran denominados “Bárbaros” los pueblos nómadas de las estepas al Este de Europa y Asia, fuera de los límites del Imperio que no hablaban el latín, la "lengua del Imperio", y aún hoy en día utilizamos la palabra “bárbaro” como sinónimo de bruto o incivilizado. Uno de aquellos pueblos “bárbaros” fueron los “Vándalos” que tras instalarse en España fugazmente a finales del siglo V pasaron al Norte de África, instalando su reino en la antigua Cartago (actual Túnez) un efímero reino que finalmente cayó bajo las acometidas de Bizancio a finales del primer tercio del siglo VI. Y también la palabra “vándalo” ha devenido en adjetivo negativo, y decimos, por ejemplo, que son “unos vándalos” quienes hacen destrozos en el mobiliario urbano o no respetan las normas de convivencia. Pero ¿de verdad fueron bárbaros los Bárbaros y vándalos los Vándalos? ¿O se trató de un interesado estereotipo maniqueo creado para defender no ya al Imperio romano de las embestidas de aquellos pueblos que buscaban nuevos espacios vitales para su subsistencia, sino a los intereses personales del Emperador, su Corte y las rica familias patricias de RomaAdemás, y volviendo a los conceptos de Civilización y Barbarie, no se puede obviar que la civilización romana basó su multisecular hegemonía en un sistema económico de producción esclavista en el que los esclavos ni siquiera eran considerados como personas. E incluso entre la ciudadanía romana había una clara distinción entre “Patricios” (personas adineradas y detentadoras de poder) y una inmensa mayoría social conformada por los “Plebeyos”, palabra que con un matiz despectivo (los no pertenecientes a la nobleza) también ha llegado hasta nuestros días. Y es que lugares considerados cunas de la civilización (como también lo fueron las tierras en torno al Mar Negro, cruce de caminos entre las culturas occidental y oriental) han llegado a ser después escenarios de barbarie, como aconteció con la guerra de Crimea (1853-1857) que enfrentó a Rusia  con Francia e Inglaterra, en esta ocasión aliadas con el imperio otomano; una bizarra, aunque seguramente pragmática, alianza para una anterior Europa Renacentista que tantas luchas había mantenido contra los impíos musulmanes.  Pero “Hablemos como personas civilizadas” ¡cuántas veces habremos oído esta frase! ¿Quizás como contraposición a los bárbaros no civilizados? ¿Quizás como nuestra diferenciación de los “Cafres”, pueblo de tronco bantú del África austral? ¿Por qué se ha generalizado en nuestra sociedad la palabra “cafre” –siendo el nombre de un pueblo africano ancestral– como sinónimo de bárbaro?   Ciertamente hay personas muy atildadas y educadas que jamás levantan la voz y sin embargo, carentes de la mínima inteligencia emocional y sentimientos, poseen un potencial de agresividad inimaginable.  Y esto es algo que se pudo comprobar ya en los juicios de Nuremberg (1945-1946) contra los criminales de guerra nazis, responsables de la muerte de millones de judíos que fueron masacrados en los campos de exterminio de la Alemania de Hitler. Los acusados  escucharon sin pestañear sus condenas y jamás (algunos de ellos murieron siendo casi centenarios) mostraron el más mínimo signo de arrepentimiento ni compasión  hacia sus víctimas.Y ahora, en nuestra civilizada era de internet seguimos viendo, desde 2011, cómo cada día mueren decenas de inocentes en la cruel guerra de Siria, a las puertas de Europa. Pero los países civilizados solo intervendrán si las armas que matan son consideradas de destrucción masiva”. Curioso criterio de nueva Humanidad.El silencio, la mentira dicha educadamente, la indiferencia, la falta de compasión, la ausencia de caridad con el necesitado,  o el indigno e inhumano comportamiento de las gentes civilizadas y de orden, son infinitamente más bárbaros y brutales que los de cualquier persona indignada que, aunque asistida por la razón de la verdad, no encuentra otro modo de hacerse oír que el de alzar la voz de sus palabras.
 

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