domingo, 7 de diciembre de 2014

"Un maestro y un libro pueden cambiar el mundo": San José de Calasanz, 1597 / Malala Yousafzani, 2013


                                               
              http://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=907037

El siguiente artículo, tal y como ha sido publicado, en la página 85 del Diario del AltoAragón (Sección de "Sociedad"), el domingo, 7 de diciembre de 2014
San José de Calasanz, el maestro que cambió el mundo

Luis Negro Marco / Zorita
 Los aragoneses podemos sentirnos orgullosos de que un paisano nuestro, San José de Calasanz (1557-1648), fuese quien consagró (a través de su Orden religiosa de las Escuelas Pías) el derecho fundamental de la infancia a tener escuela, y acceder a una enseñanza gratuita –obligatoriatoriamente sufragada por los respectivos Estados–, tal y como quedó oficialmente establecido el 20 de noviembre de 1989, en la Convención de los Derechos del Niño, la cual tiene el status de “Tratado Internacional de Derechos Humanos”.

 Normalidad educativa, extensiva ahora a la práctica totalidad de países del mundo, que tuvo su origen en la sensibilidad y sin duda gran talento y determinación, de nuestro gran paisano, San José de Calasanz.  Y ello, en unas circunstancias –por lo demás– de trascendentales cambios en Europa. Así entre 1545 y 1562 se había celebrado el Concilio de Trento –la reacción católica: Contrareforma– a la Reforma Protestante del teólogo alemán Martín Lutero, que provocó la excisión de la Cristiandad. Y fue en aquellos difíciles tiempos, en los que surgieron nuevos paradigmas sociales, en los que habría de fraguarse la revolución pedagógica llevada a cabo por San José de Calasanz.

 En el año 1592, después de que el santo de Peralta de la Sal ya hubiera alcanzado fama y notoridad
Aparición de la Virgen a San José de Calasanz.
Cuadro de José Luzán (siglo XVIII)
en España por sus estudios (cuatro doctorados) y obras (el propio monarca Felipe II lo había requerido para ceñirle una mitra), se embarcó a Roma, donde habría de vivir el resto de su vida. Allí, en la ciudad papal, vio cómo la pobreza y la riqueza,  el bienestar de los niños ricos y la miseria de los niños pobres, eran las dos caras de una sociedad que no entendía de justicia, compasión ni amor para con la infancia pobre y necesitada que moría en las calles de Roma a causa del hambre y la pobreza.
El pedagogo aragonés era además plenamente consciente de que en todas las naciones, las personas pobres (al igual que en nuestro tiempo) conforman la gran mayoría de la población.

 ¿Y cuál debía ser a juicio de San José de Calasanz el camino para establecer unos criterios de igualdad social? Solo uno: el de la educación  gratuita de los niños –muy especialmente de los más pobres–. Así, dejó escrito: “Es preciso que los niños pobres tengan un maestro competente que les enseñe la escritura y el cálculo para que puedan abrirse más fácilmente paso en la vida”. De este modo, llegado el mes de octubre de 1597, Calasanz estableció un hito en la historia de la Humanidad, al abrir por vez primera en el mundo, una escuela gratuita para aquellos niños.  Aquella primera escuela se instaló –por haberle sido imposible al santo encontrar otro lugar, quizás más adecuado, en toda la ciudad–, en la sacristía de la iglesia de Santa Dorotea, en el barrio romano del Trastévere.

 Y aquella primera escuela de Calasanz, fue nada menos que el germen de una revolución pedagógica plenamente vigente en nuestros días, pero que entonces chocó en sus vicios, con el dogma católico entonces imperante. Veamos como muestra el siguiente hecho: En el año 1600 le fue encargado al célebre pintor Caravaggio la pintura de un San Mateo para la iglesia romana de San Luis de los Franceses. La primera propuesta del autor, indignó no obstante a las autoridades eclesiásticas que le habían encomendado la obra, por el “atrevimiento revolucionario” del artista al haber pintado un ángel terrenal (un muchacho pobre de la calle, como los que asistían a las escuelas de Calasanz), nada menos que guiando la mano y susurrando los argumentos al apóstol en su redacción del Evangelio ¡inaudito! ¿Sabía ya entonces Caravaggio de la obra pedagógica de San José de Calasanz? El cuadro supuso un gran escándalo que obligó al artista a cancelar la pintura y emprender otra digamos “más canónica”, en la que San Mateo apoyado en su escritorio, atiende intrigado a las enseñanzas de un ángel aéreo y comedido.

 Pero la obra del pedagogo aragonés (como la buena semilla) había caído en terreno fértil y bien
Alegoría de la labor pedagógica de San José
de Calasanz, en la que se basaron posteriormente
la mayor parte de los planes educativos de la Ilustración 
en todos los países de Europa
abonado, y sus escuelas pronto alcanzaron fama y reputación entre todas las clases sociales de Roma, trascendiendo incluso fronteras. Por ello, y con la finalidad de afianzar su revolución pedagógica, y su misión educadora, fundó la Congregación religiosa de las Escuelas Pías,  la cual fue reconocida por el papa Gregorio XV, en el año 1621, como Orden religiosa consagrada a la educación de la infancia y la juventud más pobre y necesitada. 
Pronto le llovieron a Calasanz, peticiones de fundación en diversas naciones de Europa, y por supuesto, de España. Así en 1614 le llegaba a Calasanz, desde la zaragozana localidad de Ariza, una carta del marqués Jaime de Palafox, en la que le pedía fundase en Aragón las Escuelas Pías. No pudo ser entonces, pero sí en 1677, cuando en la ciudad de Barbastro, abrieron los Padres Escolapios la primera escuela gratuita de España, colegio que, ininterrumpidamente desde entonces, continúa con su extraordinaria labor docente.
 San José de Calasanz falleció en Roma el 28 de agosto ce 1648 y en reconocimiento a  su reforma educativa, que sentó las bases del derecho universal de la Infancia al acceso  y gratuidad de la Educación, fue canonizado por Clemente XIII el 16 de julio de 1767. Asimismo, Pío XII proclamó en 1948 al fundador de las Escuelas Pías “Patrono universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo”.

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