sábado, 7 de abril de 2018

"Diario de Teruel". Cápsula del Tiempo. Octavo centenario de la Historia de los Amantes



Periódico especial de "DIARIO DE TERUEL" del 19 de diciembre de 2017
Portada (diseño de Silvia Hernández Muñoz), del número especial de "Diario de Teruel", correspondiente al 19 de diciembre de 2017
Ejemplar que que fue introducido en la Cápsula del Tiempo que se hizo con motivo del "800 aniversario de la historia de los Amantes" y que deberá ser abierta dentro de 100 años

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela

Juanjo Francisco Valero,
Director de
DIARIO DE TERUEL
 La edición del DIARIO DE TERUEL, cuyo director es el periodista turolense Juanjo Francisco Valero, del martes 19 de diciembre de 2017, no fue un número cualquiera. El ejemplar se acompañó de un periódico especial, el cual se repartió de forma gratuita junto al diario. Dicho especial abría con una portada de la artista Silvia Hernández Muñoz, e incluyó 15 artículos de turolenses o de personas muy vinculadas a la ciudad. Artículos en donde se disertó sobre el pasado, el presente y el futuro de Teruel. Los artículos estuvieron firmados por Luis Negro Marco (Historiador); Carlos Casas (Ingeniero de Fomento); Antonio Pérez (Arquitecto); Eloy Fernández Clemente (Catedrático); Vicente Aupí (Periodista y escritor); Ramón Royo (Director de ATADI); Mª Lourdes Alcalá (Inspectora de Educación); Javier Sanz (Escritor); Antón Castro (Escritor); Juan Villalba (Escritor y profesor); Raúl Igual (Hostelero y Sumiller); Luis Alcalá (Paleontólogo) Jesús Blasco (Abogado y presidente de la Cámara de Comercio de Teruel) y Chema López Juderías (Periodista).
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Teruel, de Cenicienta a hada
Luis Negro Marco
(Bello, 1963) / Historiador y periodista

 Por extraño que ahora –diciembre de 2117– nos pueda parecer, el extraordinario momento demográfico que vivimos (Teruel cuenta por vez primera, a lo largo de toda su historia, con una población superior a los 300.000 habitantes) no es sino la materialización de aquel gran proyecto de futuro que se vislumbró para nuestra tierra hace ya casi dos siglos, en el año 1923. Pero entonces, el que iba a ser el tren de los sueños para Teruel: la capital aragonesa convertida en el más importante nudo ferroviario de España, quedó –como las ballenas de Sender– varado en tierra antes de comenzar siquiera su andadura.  Sin embargo, a lo largo de estos últimos cien años, Teruel ha actuado con una modélica e insuperable resiliente sabiduría (muy acorde, por otro lado, con la serena dureza de esta tierra y el carácter amable y emprendedor de sus gentes), hasta encontrar el camino de regreso hacia aquel esperanzador futuro. Y con tesón, lo ha puesto de nuevo en marcha, convirtiéndolo en realidad.

 Sin embargo, para poder valorar mejor este magnífico  momento, haremos antes un breve repaso a la evolución demográfica que caracterizó a la provincia de Teruel durante los dos siglos anteriores. Desde que en noviembre de 1833 el Secretario de Fomento, Javier de Burgos, procediera a la división provincial del Estado español, Teruel  casi siempre se significó por ser la provincia con  menor número de habitantes, solamente sobrepasada, en el XX, por la también semi-despoblada Soria. Durante aquel siglo, sólo en el año 1910 logró Teruel superar la barrera de los 250.000 habitantes, representando entonces el 27% de la población aragonesa y el 1,3% de la española. Unas cifras, no obstante, desalentadoras, por cuanto esto significaba que siendo Teruel una de las más grandes provincias de España (con un total de 14.785 km2 que suponían casi un 3% del territorio del Estado), su densidad de población apenas superaba la mitad de la media aragonesa (que se situaba en torno a los 25 habitantes por km2) y era seis veces inferior a la media española (75 habitantes por km2).
Diciembre de 2017. Teruel cuenta, por vez primera, a lo largo de toda su historia, con una población superior a los 300.000 habitantes. Montaje de Raúl Martín Navarré
 Y en el XXI las cosas tampoco comenzaron bien en cuanto a datos demográficos para nuestra provincia. Cuatro años antes de que comenzara el nuevo siglo, en 1996, el Gobierno de Aragón había impulsado un novedoso plan de organización comarcal que tenía como fin conseguir una mejor y más eficaz gestión del territorio. El proyecto había dejado estructurada a la provincia de Teruel en 10 comarcas, que supusieron un  momentáneo revulsivo poblacional. Pero aun así, el número de habitantes siguió decreciendo hasta situarse, en 2005, en 141.000 personas.

 Precisamente, para sensibilizar al Estado sobre esta situación de constante goteo migratorio, en 1999  se había formado  la  plataforma popular «Teruel existe», pronto muy conocida en toda España, y que aun ahora se sigue estudiando en los video-libros de Historia de Aragón. Sus reivindicaciones ponían el acento en la dejadez que el Gobierno de la nación demostraba hacia Teruel, tal y como reflejaban las bajas inversiones en  materia de comunicaciones y  de sanidad, en la provincia. Poco cambió, sin embargo, la situación demográfica turolense aquel movimiento reivindicativo, por cuanto Teruel seguía, año tras año, perdiendo población hasta bajar, en 2016, a los 136.260 habitantes.

  Pero cuando las perspectivas parecían más aciagas y adversas, Teruel supo hacer de la necesidad virtud, y aprovechar la crisis económica por la que atravesó España durante las tres primeras décadas del siglo XXI, para convertirla en su gran oportunidad de desarrollo. La clave estuvo, sin duda, en  que Teruel dejó de ser una tierra de producción y exportación pasiva de energía (el hierro de Ojos Negros,  el lignito  de las Cuencas Mineras, y la energía de las centrales térmicas de Aliaga y Andorra, cuya productividad salía toda hacia afuera) a receptora activa de la misma. La riqueza energética dejó de salir de Teruel y se quedó dentro del territorio, para dar vida a su naciente y pujante industria turística, cultural, deportiva y ambiental.

  Lo que había ocurrido para que se produjera tal vuelco fue, en primer lugar, que como consecuencia de la crisis en las hasta entonces tierras prósperas del norte, Teruel vio drásticamente frenada la secular tendencia migratoria que la desangraba poblacionalmente. Al mismo tiempo, la juventud turolense volvió a los pueblos de sus padres y abuelos, donde además de cultivar las tierras de sus antepasados, impulsaron nuevas estrategias de desarrollo y empleo basadas en el respeto a la naturaleza y el medio ambiente. Tal es así que a día de hoy, Teruel es la provincia de España que cuenta con mayor número de eco-museos, y zonas de avistamiento de aves (muy especialmente en el vasto humedal de la Laguna de Gallocanta).

 Por otro lado, la decidida apuesta inversora para la dinamización del rural turolense (por parte de los gobiernos central, autonómico y provincial), permitió que a comienzos de la década de 2020 llegaran a Teruel cientos de inmigrantes que habían huido de la guerra en Siria, así como de africanos subsaharianos que buscaban en nuestro país un futuro mejor para ellos y sus familias. Un futuro que en sus países de origen: Siria, Nigeria, Camerún, y Guinea Ecuatorial –principalmente– no podían encontrar. De este modo, la entonces envejecida población turolense (el 60% de sus habitantes era mayor de 60 años) se vio reforzada con un aporte joven interno (el de los hijos que decidieron regresar a los pueblos de sus mayores –incluso a decenas de pueblos que habían quedado abandonados–) y otro externo, cuya armoniosa conjunción otorgó renovada vida a la provincia de Teruel.

 Ahora, después de cuatro generaciones, en la provincia es muy común que junto a apellidos tradicionalmente históricos, como los Royo, Quílez, Fuertes, Peribáñez, Cañada…, aparezcan otros que un día fueron extraños: Obono, Ndong, Shajid, Maalouf, Jianu…, pero que en la actualidad son parte esencial de la identidad de nuestra tierra.

  Fue así como, allá donde otras naciones vieron en los desplazados problemas y decidieron levantar barreras para impedir su llegada, los turolenses otorgaron a los inmigrantes todo tipo de facilidades para que pudieran encontrar en la provincia un hogar y un futuro dignos, igual que ellos lo habían buscado en tierras lejanas durante los dos siglos anteriores.  Porque las personas son y serán hasta el final de los tiempos, el  más preciado bien del universo. Aunque, paradojas de la vida, la humanidad sea la primera en no ser consciente de la infinita felicidad que le ha sido regalada.

 Y Teruel, capital mundial del amor, siempre supo que no hay mayor tesoro que el de las personas que trabajan, cual cenicientas, buscando la verdad y la belleza, y contribuyendo al bien común. Ellas son las verdaderas hadas de los cuentos que hacen que los sueños se conviertan en realidad.




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