lunes, 16 de abril de 2018

La odisea de Elcano y la primera circunnavegación de la Tierra (1518-1522)


De Elcano a Stanley Kubrick

Luis Negro Marco 

 El 8 de septiembre de 1522, un marino español, Juan Sebastián Elcano (1476-1526), natural de la localidad guipuzcoana de Guetaria, arribaba (después de más de tres años de duro y maravilloso periplo marítimo) al puerto de Sevilla. Lo hacía como capitán de una desvencijada carraca, la Victoria, en la que junto a él, viajaban otros 16 tripulantes españoles y de otras nacionalidades. Culminaba así la más importante gesta de exploración marítima de la historia universal: la primera circunnavegación del planeta.

 Todo había comenzado cuando el 22 de marzo de 1518, el rey Carlos I de España recibió en su Corte de Valladolid, al marinero portugués Francisco de Magallanes, con quien firmó las Capitulaciones –que llevan el nombre de la capital castellana en que fueron rubricadas– en virtud de las cuales, la Corona española se comprometía a sufragar todos los gastos de la expedición marítima. Se trataba con ella de buscar una ruta alternativa (a través de Occidente) hacia las islas Molucas, denominadas Islas de la Especiería, y lograr con ella el control del mercado de las especias, motor principal de la economía en Europa.

 Sin embargo. Y como si el propio Homero hubiera elaborado el guión de aquella Ora Marítima, Magallanes encontró en la isla filipina de Mactán su particular guerra de Troya, en la que (emulando la muerte de Héctor a manos de Aquiles), murió en combate, el 27 de abril de 1521. A partir de aquel momento, fue el español Juan Sebastián Elcano quien, desafiando los cantos de sirena, asumió el papel de Ulises, poniendo rumbo hacia la ansiada Itaka, es decir, el puerto español de Sevilla, principio y final de aquella, tan fantástica como real, odisea.

 La hazaña abrió nuevos horizontes, y posibilitó la expansión de Europa y de su cultura occidental por las nuevas tierras y pueblos descubiertos, constituyendo una primera y verdadera globalización mundial.  De modo similar a como, cuatro siglos atrás, había
ocurrido con los viajes de peregrinación a  Santiago de Compostela (avanzando hacia el occidental finis terrae, Finisterre), columna vertebral de la construcción de Europa. No es por tanto casualidad que, al igual que el monje francés Aymeric Picaud escribiera en el siglo XII el Códex Calixtinus, a modo de útil guía de viajes para quienes peregrinaban a Santiago de Compostela, el italiano Antonio Pigafetta (uno de los 17 marinos que completaron la vuelta al mundo junto a Elcano) escribiera también –en clave viajera– un libro sobre sus experiencias: Primo Viaggio Intorno al Globo Terracqueo. Una empresa, por lo demás, esencialmente europea, puesto que además de marinos españoles y portugueses, participaron también en ella genoveses, napolitanos, venecianos, franceses, ingleses, alemanes, griegos, malteses y turcos.

 Fue así como, a bordo de su magullada, pero también invicta, carraca Victoria, Elcano culminó la exploración de los mares océanos, al igual que hoy en dia continúan explorando el universo los telescopios y las naves espaciales. Y por inverosímil que a simple vista pueda parecer, se vislumbra una intrigante similitud entre la hazaña de Elcano y los viajes de exploración espacial que el cineasta estadounidense Stanley Kubrick  adelantó de manera genial en 1968, con su película: 2001, una odisea en el espacio. Y es que la aventura de la Humanidad, lejos de finalizar, no ha hecho más que comenzar.

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