miércoles, 19 de septiembre de 2018

Concierto de órgano para una calurosa tarde de verano



 Luis Negro Marco
Música celestial 

Durante un reciente viaje de vuelta a Santiago Compostela, recalé por casualidad en la localidad palentina de Paredes de Nava, no muy lejos de Villalón de Campos, población vallisoletana célebre por sus quesos, y muy especialmente por una de sus variedades a la que los locales denominan «pata mulo». Era una tarde de finales de agosto, y el sofocante calor  hacía honor a los rigores de la canícula propia de la época estival del año. El dorado paisaje castellano, con los campos amarillos del trigo ya cosechado, y las alpacas de paja apiladas en perfectas formaciones rectangulares, me recordaban al paisaje de mi tierra natal en Bello, al lado de Torralba de los Sisones y de la laguna de Gallocanta. Y para más casualidad, en un pueblo próximo a Paredes de Nava, también hay una laguna, la cual –una vez vi el cartel indicador– me acerqué a visitar. Para mi decepción, estaba completamente seca; el mirador de aves, construido en madera, tenía uno de sus
FRECHILLA. Iglesia de "Santa María", del siglo XVI
                                                     Fotocomposición: Luis Negro
ventanucos abiertos, e impresos sobre un cartelón resguardado en metacrilato, se reproducían más de 20 dibujos de las aves  –incluidas los cisnes y las grullas– que en caso de haber tenido agua el humedal, se hubieran podido observar sobre las ahora inexistentes azuladas aguas. Por no ver, ni tan siquiera vi volar a un gurriato por encima de los tamarices, aunque sí me acompañó el estridente chicharreo de la cigarra. También en esto la laguna de Nava se parece a la de Gallocanta, en donde la sequía ha reducido de manera considerable el número de grullas que cada año llegan allí, desde finales de octubre.

Continué viaje en dirección Benavente, cuando la visión de la torre de la iglesia de «Santa María», a escasos metros de la carretera, hizo que me detuviera en Frechilla, el pueblo que la edificó en el primer tercio del siglo XVI. Al comprobar cómo bajaba la temperatura, respecto al calor de la calle, me alegré de haber entrado en el templo. En el interior tan sólo había una mujer, sentada en uno de los bancos, delante del altar. La iglesia era majestuosa, con un espectacular retablo barroco y naves laterales decoradas con magníficos esculturas y cuadros de todas las épocas artísticas, incluida una hermosa talla en madera policromada, del siglo XIII, de un Cristo crucificado que acababa de ser restaurada y reintegrada al conjunto de obras de la iglesia. Al mismo tiempo que yo, y por la puerta del presbiterio, entraron dos hombres –uno algo mayor, y otro mucho más joven– en pantalones bermudas, camiseta y sandalias. Guiris, igual que yo –pensé al instante–. Pero
El maestro organista Tomas Ospital, a los teclados del órgano de la iglesia de "Santa María" (Frechilla) el 30 de agosto de 2018.       Fotocomposición: Luis Negro
Angelina (que así me dijo después que se llamaba), la sacristana “nacida y plantá desde siempre en Frechilla”,  se puso a hablar con ellos, y oí como les decía que ya tenía todo dispuesto para que pudiesen subir al órgano a ensayar. Geli me hizo una señal y me dijo que no me fuese, que esperara, “pues no sabe usted la suerte que ha tenido. Son unas eminencias de la música”. Así que los dos guiris subieron sin prisas al coro y se pusieron a tocar el majestuoso órgano barroco de la iglesia. Comenzó el mayor de ellos, el maestro organista francés Francis Chapelet (París, 1934), miembro de la
«Real Academia de Bellas Artes de San Fernando», y desde hace décadas, enamorado como Machado de los campos de Castilla, se quedó a vivir en el pueblo palentino de Abarca. Después fue el joven maestro organista Tomas Ospital (vasco, aunque residente desde hace muchos años en París) quien de manera igualmente magistral interpretó varias piezas que resonaron, a través de los tubos del órgano, como si fuera una orquesta interpretando en el Palacio Real. “Espectacular”, me comentó al finalizar su ensayo Ospital, el joven intérprete, en perfecto español con perfecto acento francés: “Es la primera vez que toco un instrumento de tanta calidad como éste. Tiene lengüetas que jamás había visto antes...”  No entendía de qué me hablaba, pero me sonaba a música celestial.


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