Laica Navidad
Luis Negro Marco
/ Historiador y periodista
El título de este
artículo podría parecer un oxímoron, pero en estas fechas cada vez es más
frecuente desear unas felices fiestas, en vez de una feliz Navidad. Y ello a
pesar de que este período de tiempo (anterior
y posterior al 25 de diciembre, y que se prolonga hasta el 6 de enero, día Reyes) es el de la celebración del nacimiento
(natividad) de Jesús, el Hijo de Dios. Y sin embargo, la Navidad parece estar inexorablemente
avanzando hacia la línea de salida para convertirse, de aquí a no mucho tiempo,
en una palabra tabú.
De momento ya estamos
asistiendo a la deconstrucción de los belenes, de manera que, al contrario de
lo que hizo el pintor surrealista francés René Magritte (quien en 1928 pintó
una pipa acompañada de la frase “Esto no es una pipa”) ahora, a una arbitraria
disposición de cajas que en nada se
asemeja a un nacimiento, se afirma que
“eso” es un belén ¿Por qué?
En cualquier caso,
los significados que expresan las palabras jamás pueden perder su esencia, y el
belén es la representación, mediante figuras, del nacimiento de Cristo en el
portal de Belén. De manera que cualquier manifestación distinta, y bajo la
invocación de este significante, resultaría apócrifa por cuanto nada tendría
que ver con la realidad.
Pero ante la
disyuntiva de obviar lo evidente y contentar así a unos pero disgustar a otros,
muchos ayuntamientos de España también han encontrado la solución en la magia
de lo abstracto: amasijos de cables poblados por miles de lucecitas de neón que
vagamente sugieren, si se presta la suficiente atención, a un niño en una cuna,
y –si además uno sabe de qué va– a la Virgen y a San José. De manera que
mediante la degradación de los signos que identifican la Navidad, se logra el
tan deseado como inconfeso objetivo de colocar un sutil velo sobre su significación
cristiana. Y así, con neutros y fosforescentes copos artificiales, nieva a
gusto de todos.
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Fotografía: El Periódico de Aragón. Imagen que ilustra este artículo en la edición de El Periódico de Aragón del día 26 de diciembre de 2019 |
Mas ahora, villancicos que buena parte
de la población española de niños alegremente cantamos, y cuyas estrofas
seguimos todavía sabiendo de memoria, apenas se escuchan ya en los medios de
comunicación, debido al mensaje religioso de sus letras. Y solamente sus fácilmente
identificables melodías, tan acordes a estas fechas de familiar celebración, se deslizan suavemente, de vez en vez, a
través de la megafonía de las calles hermosamente iluminadas bajo el faro
director de la laica religión.
Y esto está ocurriendo en unos
momentos convulsos de la Historia marcados por la progresiva secularización de
la cultura europea, a costa de la extracción del cristianismo de la cultura misma
que creó. Así, se estarían cumpliendo las teorías del historiador británico
Christopher Dawson (1889-1970) según las cuales, la Europa posterior a la
Segunda Guerra Mundial iría avanzando hacia la refundación de la sociedad según
un ideal de perfección que, a la larga, como sucedió tras la Revolución
Francesa de 1789, podría derivar tanto en el reforzamiento de los Estados
totalitarios, como en el auge de los nacionalismos. Es decir, la cara y la cruz
de una tan falsa como tóxica moneda para las libertades y la pacífica
convivencia del conjunto de la ciudadanía.
Mas para el triunfo del Estado totalitario
es preciso que previamente no solo se oculte, sino también que se distorsione
la realidad ante la opinión pública, puesto que su conocimiento haría posible la
crítica. Una negación de la verdad que el escritor checo Milan Kundera, en su
libro “La insoportable levedad del ser” (1984) definió como el kitsch: la mítica gran marcha social que
todos los totalitarismos han prometido y prometen hacia una sonriente
fraternidad universal, bajo el yugo de una estela de consignas que pasan a ser
la única y verdadera voz del pueblo. Un inquietante escenario retrotópico, ya referido por el filósofo
polaco Zygmunt Bauman, que se caracterizaría por la sistemática negación
ontológica de la disensión. Feliz Navidad.
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