lunes, 2 de diciembre de 2019

Día del maestro 2019, en conmemoración de San José de Calasanz




Luis Negro Marco 

El día del maestro, cuya celebración tiene raíces netamente aragonesas, pues une al patrón de la profesión (así mismo fundador de la Orden religiosa de las Escuelas Pías y precursor de la pedagogía moderna), el oscense San José de Calasanz [Peralta de la Sal, 1557 – Roma, 1648] con uno de los alumnos más ilustres de las Escuelas Pías: el zaragozano Francisco de Goya [Fuendetodos, 1746 – Burdeos, 1828] precursor a su vez del surrealismo y del arte moderno. El genial pintor dejó testimonio de su admiración hacia la gran obra educativa desarrollada por su paisano –Calasanz fue el creador, en 1597, de la primera escuela popular y gratuita–, en “La última comunión de San José de Calasanz”; cuadro que Goya pintó en 1819 –cumpliéndose ahora el segundo centenario de su realización– el cual constituye una de las grandes obras maestras de la pintura religiosa de todos los tiempos.

Dibujo de POSTIGO, ilustrando este artículo,
publicado en
EL PERIÓDICO DE ARAGÓN en
su edición del 27 de noviembre de 2019
El reconocimiento mundial a la figura del maestro aragonés se patentizó en 1949, año en que España fue sede del “I Congreso  Internacional de Pedagogía” (celebrado en Santander, entre los días 19 y 26 de julio de aquel año) en conmemoración del tercer centenario de la muerte del santo de Peralta de la Sal. Fruto de aquel Congreso (organizado precisamente por el “Instituto San José de Calasanz” de Pedagogía, adscrito al CSIC) surgió la “Sociedad Internacional de Estudios e Investigaciones Pedagógicas”, de la que fue cofundadora la profesora Ángeles Galino Carrillo (1915-2014) quien en diciembre de 1953 se convirtió en la primera mujer española que lograba una cátedra universitaria (la de Historia de la Pedagogía, en la universidad de Madrid) por oposición.

Contrariamente a las teorías constructivistas, el maestro se configura como agente principal e indispensable de la acción educativa. Quizás por ello, “Los docentes primero: excelencia y prestigio en el Área de Educación en Europa” ha sido el lema que ha presidido la Segunda Cumbre Europea de Educación que, organizada por la Comisión Europea, se celebró en Bruselas el pasado 26 de septiembre. Allí se debatieron cuestiones importantes, tales como los vertiginosos cambios que se producen en la sociedad de nuestros días y a los que tienen que ser sensibles los maestros en su labor docente; pero también sobre el grado de reconocimiento social a su labor educativa; sobre el apoyo que reciben los maestros por parte de las administraciones del Estado de las que dependen; y también sobre su  función social, más alla de la escuela, como agentes dinamizadores y orientadores de la juventud hacia el nuevo y constantemente cambiante mercado laboral.  

Y es que la profesión de maestro exige un contacto permanente con la realidad, marcada en nuestros días por la aceleración tecnológica, anunciadora a su vez de una próxima “robolución” sustentada en la inteligencia artificial. Un futuro ya anticipado por el Foro Económico Mundial, en cuya Cumbre de Davos (Suiza) del pasado año anunciaba que, posiblemente, más de la mitad de los escolares de hoy desempeñarán en el día de mañana oficios todavía no inventados. ¿Y cuál ha de ser el papel del maestro en tan complejo escenario?

Quizás la respuesta se halle en el axioma de que si todo cambia es porque la esencia de las cosas es siempre la misma, de manera que bien podría afirmarse que existe también una esencia común en todo hecho educativo independientemente del momento o de la época en que tiene lugar.  Porque a partir de Calasanz, la escuela quedó establecida como una institución universal (ut omnes salvos essent – “para beneficio de todos”) universalmente reconocida y plenamente inmersa en la realidad poliédrica que ha caracterizado a cada período de la Historia, incluido nuestro tiempo actual. De manera que, ante la paradoja de un mundo digitalmente evolucionado y humanamente estancado, la escuela y los maestros se configuran como baluarte de la armonización social, a través de la educación, de la promoción de valores democráticamente solidarios y de la creación de puentes de comunicación entre personas pertenecientes a culturas diferentes.

Exactamente lo mismo que fueron las escuelas creadas por Calasanz, abiertas para todos los niños, sin distinción, y en consonancia con los avances de la razón y de las ciencias de su tiempo. Y en reconocimiento a su obra pedagógica universal,  Pío XII declaró a Calasanz patrón de las escuelas cristianas en 1948, y como patrón lo celebran también a día de hoy los maestros de numerosas naciones del mundo. Un reconocimiento que sus paisanos todavía le debemos, pues Zaragoza sigue sin contar con un monumento al aragonés que fundó la escuela popular.




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