miércoles, 12 de marzo de 2014

Libro de la historiadora italiana Giulia Quaggio sobre la Cultura de la Transición en España

         Del Spain is different a la Movida

Luis Negro Marco / Zaragoza

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Giulia Quaggio
La cultura en transición. Reconciliación y
política cultural en España, 1976-1986
Alianza Editorial; 370 páginas; Madrid, 2014
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Portada del libro ilustrada con una fotografía de
Ouka Lele correspondiente a los años ochenta.
Guilia Quaggio, historiadora y periodista italiana –es directora de la revista Spagna contemporanea– se plantea una interesante pregunta respecto al poder “blanco” de la cultura: “¿Puede ser la política cultural un instrumento decisivo con cuyo recurso un Estado esté en condiciones de desarrollar y consolidar la democracia?”. Las páginas de este libro son una lúcida exposición en torno al tema, centrada en la década decisiva de la Transición: 1976-1986. Así, ya en las postrimerías del franquismo renació con mucha fuerza en nuestro país, convenientemente auspiciada por el Estado, la leyenda romántica de Carmen (la de la novela que en 1845 escribió Prosper Merimé) así como el mito de una España de “curros y bandoleros”, a la que por supuesto se había expurgado de toda referencia o implicación política en un imaginario que buscaba la integración social, y más que nada, la desmovilización ideológica. La censura franquista, la herramienta de control de las ideas durante la dictadura, provocó la condena a prisión y pago de multas desorbitadas a decenas de periodistas por parte del Tribunal de Orden Público, al mismo tiempo que se crearon enormes listas negras de nombres de suscriptores a revistas consideradas “sospechosas” por el Régimen. Pero la censura también tuvo su lado tragicómico, que dio lugar a hechos de tintes esperpénticos, espejo de la España de Valle Inclán. Así ocurrió cuando en 1961 Luis Buñuel volvió de su exilio mejicano; ese mismo año, el subsecretario español de cinematografía se trasladaba a Cannes para recibir para España, la Palma de Oro con la que se había premiado a la película Viridiana, del cineasta calandino. Solo más tarde la censura franquista se dio cuenta del fuerte contenido iconoclasta y erótico de la película de Buñuel. Muñoz Fontana fue fulminantemente destituido y Viridiana, radicalmente prohibida.Pero fundamentalmente, este libro desvela cómo transcurrió el proceso de transición a la democracia de España, a partir de las acciones políticas del Ministerio de Cultura y Bienestar, creado en 1977, como heredero del franquista y censor Ministerio de Información y Turismo. La política cultural, como ya se dieron cuenta Manuel Fraga (creador de la campaña Spain is different) y el también gallego Pío Cabanillas (primer titular del Ministerio de Cultura de la democracia) representó un ingrediente principal del proceso de democratización, dado que contribuyó a la redefinición de la identidad colectiva española y a la identificación de los españoles con los valores democráticos. Pero el inmovilismo cultural del último franquismo contrastaba con el asombroso dinamismo de los “hijos de la dictadura”: recitales de cantautores, representaciones de “teatro alternativo”, sesiones de cine-fórum, ciclos de conferencias sobre la identidad plurirregional de España, fomento de las lenguas propias… Unas manifestaciones, en suma, que conectaban con la vanguardia cultural internacional  del momento, mientras la política cultural del Estado se mantenía anclada en la mojigatería, los santos y los partidos de fútbol de los domingos. Así que, cuando los socialistas llegaron al poder, en 1982, vieron que el principio de recuperación cultural había de basarse en la creación de un “equilibrio moral” con el pasado y después, en la elaboración urgente de un inventario sobre la realidad cultural del país configurando una especie de “año cero” del renacimiento cultural de España. Quizás inspirados en las palabras de Ortega y Gasset: “el pasado no se ha tomado el trabajo de pasar para que lo neguemos, sino para que lo integremos”.   Javier Solana, primer ministro socialista de la democracia, tuvo la gran habilidad y enorme mérito de saber poner en marcha, en un rápido proceso, las bases de una España postmoderna”, atractiva, joven y capaz de normalizar el gris binomio franquismo/antifranquismo. De este modo, la “Movida” madrileña, surgida a mediados de los ochenta, y en principio como movimiento underground, pronto se extendería por todo el país, como símbolo de modernidad de la juventud española. Un movimiento cultural total, que si bien independiente y aparentemente desideologizado, mereció todo el interés y decidido apoyo de los gobernantes socialistas.

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