sábado, 4 de octubre de 2014

El 3 de octubre se cumplió el III Centenario de la aprobación oficial de la constitución de la Real Academia Española de la Lengua. Acontecimiento que ha pasado absolutamente desapaercibido en los medios de comunicación

Tercer centenario de la Real Academia Española de la Lengua

El 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V



Luis Negro Marco / Vila de Cruces

 Como casi todas las grandes instituciones culturales que existen en nuestros días, las “Academias” (de la Lengua, Bellas Artes, Ciencias…) tienen su origen en la Grecia Clásica. De hecho, la palabra que  las identifica, hace referencia a un héroe mitológico ateniense: Academo, poseedor de un hermoso y amplio jardín de olivos y plátanos, a orillas del río Cefiso, muy cerca de Atenas. Impulsor de lo que hoy en día conocemos como “mecenazgo”, Academo cedió a los atenienses el uso público de su particular paraíso a condición de que en él fuese construido un Gimnasio. Un espacio que en la Grecia Clásica era utilizado, como su propio nombre indica, por atletas y gimnastas, pero también por filósofos y literatos, quienes tenían por costumbre reunirse en sus pórticos, manteniendo allí sus conferencias y discusiones, ante sus discípulos. Fue el caso del filósofo Platón (429-347 a.C.) quien eligió los jardines del gimnasio de la Academia de Atenas para sus enseñanzas.

 Precisamente, una de las pinturas más célebres del Renacimiento (La Escuela de Atenas, obra
Detalle de "La Escuela de Atenas", de Rafael Sanzio, fresco
que decora una de las estancias vaticanas. Platón y Aris-
tóteles, son los personajes centrales de la genial escena
concebida por el pintor renacentista italiano. La Academia
de Atenas, puede considerarse como el origen de todas las
instituciones del saber que actualmente llevan su nombre,

como la propia Real Academia Española de la Lengua.
que el artista italiano
Rafael Sanzio realizó en 1511 para decorar una de las estancias del Vaticano) hace referencia a las enseñanzas que los filósofos más célebres de la Grecia Clásica impartieron en la Academia de Atenas, siendo sus figuras centrales Aristóteles y Platón. Por ello la doctrina de este ultimo filósofo, así como la de sus seguidores (todos siguieron su práctica de reunirse e impartir sus lecciones en esa institución ateniense) recibió el nombre de Academia.

 Cuando Grecia fue conquistada por Roma, asimiló la institución, siendo Cicerón (107-43 a.C.) su mejor exponente, a través de su libro: De cuestiones académicas. Y Ya durante la Alta Media en Europa, las llamadas Cortes de amor y la propia Escuela Palatina de Carlomagno, estaban constituidas como verdaderas Academias, las cuales acabarían por institucionalizarse de manera oficial en todas las cortes europeas.

  Ya en la Edad Moderna, y a finales del siglo XVI, se dio en el Viejo Continente una tendencia hacia el  reforzamiento de las monarquías frente a las antiguas instituciones de sus reinos, como sucedió en la España de Felipe II. Esta corriente “centralista” se acentuó aún más en los primeros años del siglo XVIII, y así se reconoce en la Francia de Luis XIV, la Inglaterra de Ana Estuardo (quien en 1707 unificó Escocia e Inglaterra en un único estado: la Gran Bretaña) y en una España en guerra entre dos aspirantes al trono: Felipe V, y el Archiduque Carlos de Austria. La victoria final a favor del primero, conllevó la eliminación de los antiguos fueros y cortes por los que se habían gobernado los antiguos reinos de España.

  Pero este proceso centralizador, requería asimismo de leyes, administración, instituciones y lengua comunes para todo el territorio. Fue así como, con el firme propósito de afianzar la lengua española como la oficial del país, en 1713 (a iniciativa del navarro Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena,  su primer director) Felipe V firmaba el decreto por el que se fundaba la Real Academia Española de la Lengua, cuya constitución quedó aprobada oficialmente el 3 de octubre de 1714, mediante una real cédula emitida por el monarca.

  En sus orígenes, la Institución constaba de treinta y seis académicos de número, domiciliados en Madrid, y de veinticuatro correspondientes españoles que lo estaban fuera de la capital de España. Asimismo se contemplaba la presencia de un limitado número de académicos honorarios y correspondientes extranjeros.

 En sus inicios, la RAE celebraba junta ordinaria cada semana en la casa-palacio del Marqués de Villena (donde se instaló la Corporación en sus primeros albores) teniendo sus acuerdos carácter legal en cuestión de lenguaje, ortografía y significado de las palabras. Pero sus objetivos iniciales fueron los del estudio de la lengua española, a través de la publicación del Diccionario, la Gramática y divulgación de las principales obras literarias del país.

Primera página del Tomo I (estaba com-
puesto de seis volúmenes) de la primera
edición que la RAE publicó del "Diccionario
de la lengua Castellana". Fue financiada
strictu sensu, por los fumadores, y su publi-
cación completa, iniciada en 1726, no fina-
lizó hasta 1739.
  De este modo, a finales del siglo XIX la RAE ya había publicado doce ediciones del Diccionario de la Lengua Española, un Diccionario de Autoridades, y permanecía vigente la actualización de la Gramática del español que editó en 1880. Asimismo, un libro dedicado a “La vida de Cervantes” fue una de los primeros trabajos literarios de la Institución. Y sin olvidar al  español hablado en América, se crearon también Academias correspondientes de la Española, que para el año 1898 eran: la Colombiana, Ecuatoriana, Mejicana, Salvadoreña y Venezolana. Cada una con sede en la república hispanoamericana de su nombre. La última de las incorporaciones ha sido Guinea Ecuatorial, único país africano cuya lengua oficial es el español, y que en este mismo año se ha incorporado a la “Asociación de Academias de la Lengua Española”.

  Respecto al vocabulario, cabe decir que aparte del Diccionario español-latino de Antonio de Nebrija (1444-1522),  el primer diccionario propiamente dicho de la lengua española está atribuido a Sebastián de Covarrubias. Fue publicado en 1611 y llevó por título Thesoro de la Lengua CastellanaLa primera edición del Diccionario de la Lengua Castellana publicada por la RAE, estuvo compuesta de seis volúmenes que fueron apareciendo entre los años 1726 y 1739. Y tampoco aquí faltó la anécdota, pues su edición fue costeada por los fumadores (o si se prefiere, por los consumidores de tabaco). De este modo resultó que una vez los académicos hubieron acabado con su trabajo, se encontraron con que no disponían del dinero para la publicación del Diccionario. Entonces, el rey Felipe V, a través de un Decreto, que público el 22 de diciembre de 1723, destinó a la Academia la cantidad de sesenta mil reales anuales para principiar la impresión del Diccionario. Y el Decreto fijaba que esa cantidad de dinero se sufragara del “importe de los dos maravedíes  de más que se exigirán, desde la fecha del Decreto, por cada libra de tabaco, de todos los géneros, que se consuma en España”. Quizás el monarca pensó que si el tabaco no era bueno para la salud, al menos lo fuese para la cultura.

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