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La arqueología, signo de la civilización, víctima del Estado Islámico, en Siria e Irak
Irina Bokova, Directora General de la UNESCO: "La destrucción deliberada del Patrimonio, es un crimen de guerra"
El 26 de marzo de 2001, apenas los
primeros rayos del sol habían anunciado el nuevo día, un nutrido grupo armado
de talibanes afganos llegaba ante los pies de dos gigantescas estatuas de Buda,
esculpidas hacía más de mil quinientos años sobre unos colosales farallones de
piedra, en la provincia afgana de Bamiyán. “Los Budas de Bamiyán” saltaban por
los aires poco después, cuando los talibanes hicieron explosionar las cargas de
dinamita que habían colocado en su estructura, y sus blindados hacían
ejercicios de tiro con las cabezas de los Budas. Los talibanes se limitaron a
expresar ante la prensa internacional, que con la destrucción de los Budas no
hacían sino cumplir con el precepto del Islam que prohíbe la representación de
A la izquierda, uno de los dos Budas gigantes que había en la provincia de Bamiyán (Afganistán). A la derecha, soldados talibanes ante una de las dos estatuas, ya destruidas, el 26 de marzo de 2001.- Foto: Sayed Salahuddin
falsos dioses.
Una subjetiva interpretación del Corán por la que, sin embargo, el terrorismo
islamista sentaba las bases de un macabro plan para destruir el pasado
histórico de la Humanidad.
alto grado de perfección. Su primer rey, Asur, fundó la ciudad
iraquí de Nínive, cuyos restos arqueológicos fueron descubiertos, en 1850, por
los investigadores Botta y Flandin. Asimismo, fue gracias a la labor científica
llevada a cabo por destacados arqueólogos del siglo XIX, como Lagard,
Place, Rawlinson, y Oppert, como se pudo
llegar a la interpretación de los miles de escritos cuneiformes, grabados en
tablillas de barro que los arqueólogos han ido descubriendo a lo largo de años
en distintas excavaciones llevadas a cabo en Irak. Y es que hasta el difunto
Saddam Hussein se habría planteado poco antes de que estallase la guerra de
Irak, en 2002, el iniciar una campaña arqueológica con el objeto de descubrir
los restos de la bíblica torre de Babel.
Gracias a la Arqueología , sabemos
que los asirios adoraban el luz y el fuego bajo diversas formas, y a este culto
se unía el del Sol, la Luna
y los planetas. Y como pueblo abierto a la diversidad, también sabemos que su
lenguaje y costumbres eran asimismo, similares a los de sus vecinos de Siria.
Construyeron, al igual que los egipcios (y aztecas y mayas en América del Sur)
grandes pirámides escalonadas, denominadas zigurats. Sin embargo, paradojas de la vida, del mismo
modo que antiguamente Irak fue la cuna de la civilización, lo está siendo ahora
de la barbarie.
son las primeras y más numerosas
víctimas de las guerras. Y es muy posible que bajo la justificación religiosa
de la destrucción del patrimonio arqueológico, los integrantes del EI escondan una razón mucho más terrenal:
se trataría de vender en el mercado negro, y a un alto precio (con la finalidad
de financiar su actividad terrorista), miles de obras antiguas de arte, las
cuales resultaría imposible vender de manera legal.
El 5 de
marzo, cientos de radicales del EI se emplearon a fondo en la destrucción de
los vestigios arqueológicos existentes en la ciudad de Nimrud (acabarían su “trabajo” el 12 de abril, destruyendo las estatuas del siglo XIII a. C.
que les quedaron en pie). Y el 7 de
marzo, prosiguieron de manera sistemática, arrasando con retroexcavadoras los
restos arqueológicos de la ciudad de Hatra (situada la provincia iraquí de
Nínive), declarada desde 1985 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pero la barbarie del EI contra el
patrimonio mundial no se está ciñendo tan solo a Irak, y ayer mismo, conseguían
tomar definitivamente la ciudad de Palmira, después de un asedio de días. Palmira
(o Tadmor: Ciudad de las palmeras) fue un importante enclave de Siria, erigida a
150 kilómetros
del río Eúfrates y a unos 200 de Damasco, sobre en un extenso oasis al oeste
del país. Posiblemente fundada por el rey Salomón, Palmira formó parte
de los imperios de Nabuconodosor II, de Ciro, de Alejandro Magno y de
Roma, durante el imperio de Trajano. Palmira fue la estación principal de la
“Ruta de la seda”, entre Europa, Oriente Medio y la India , a través del Golfo
Pérsico y el Eúfrates, hasta llegar al Mediterráneo. Fue a comienzos del siglo
III d. C., bajo el gobierno de Odenato y de su esposa Zenobia, cuando Palmira se convirtió en la capital de
un Estado poderoso, pero acabó siendo destruida en el 272 por Aurelio, y reedificada
de nuevo por Justiniano I, hasta que sus antiguos edificios, la mayoría
pertenecientes a la época del Imperio romano, fueron abandonados durante la
Edad Media.
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