Una paz inacabada
A setenta años de la finalización de la II guerra mundial, aún son
muchos los esfuerzos que quedan para alcanzar la paz en el mundo
Luis Negro Marco / Muros
El 29 de abril de 1945, un día antes de suicidarse
en su búnker de Berlín, Hitler había redactado su testamento final en el que,
sorpresivamente, designaba al gran almirante Karl Dönitz como su sucesor en la
jefatura del III Reich, al tiempo que ordenaba la continuación de la lucha, a
pesar de que la guerra estaba perdida desde hacía meses.
Sin embargo, Dönitz comprendió que su misión
tenía dos únicos objetivos: por un lado, trasladar al mayor número de civiles y
militares alemanes del Este hacia las zonas ocupadas por las tropas
angloamericanos. Una operación ya iniciada dos meses antes y que se saldó con
trágicos resultados, como el hundimiento del buque hospital “Goya”, con siete
mil refugiados alemanes a bordo que murieron cuando el 16 de abril de 1945 el
barco fue hundido en aguas del Báltico por un submarino soviético.
Y la segunda misión de Dönitz fue la de gestionar la capitulación militar de Alemania
ante los
ejércitos aliados (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, que
avanzaban desde el Oeste) y la
URSS , cuyo ejército arrollaba a la Wehrmacht –el ejército
alemán– en todos los frentes del Este y se había plantado ante las puertas de Berlín.
Portada del libro "Diez años y veinte días" memorias del almirante Karl Dónitz; La esfera de los libros; 2005 |
Las pretensiones de Dönitz fueron las de
alcanzar una serie de capitulaciones parciales
ante los aliados, con las que pretendía continuar la guerra solo contra
Rusia. Sin embargo, Eisenhower, el presidente de los Estados Unidos, se
mostraba tajante y exigía la rendición incondicional de Alemania en todos los
frentes, incluido el ruso, calificando las pretensiones alemanas de “uno de los
conocidos trucos nazis para introducir una cuña entre los Aliados y Rusia.
Así las cosas, el 7 de mayo de 1945, el
general Jodl en su calidad de representante del Alto Mando alemán, firmaba en
Reims la rendición incondicional de todas las tropas ante el general Bedell
como jefe del ejército aliado. No obstante, las reticencias entre la URSS y los aliados eran ya manifiestas
y notorias, y Stalin exigió que los alemanes repitiesen la rendición ante su
ejército; un acto que, en efecto, se llevó a cabo el 8 de mayo en el cuartel
general del mariscal Shukov, en Berlín.
Portada del libro La II Guerra
mundial, escrita por Winston Churchill.-
Edita: La Esfera de los Libros, 2005
|
Ese mismo día, y en su condición de primer
ministro británico, Winston Churchill daba
cuenta de la rendición de Alemania en la Cámara de los Comunes a través de un discurso
transmitido por radio desde Londres. “Esta
victoria es de ustedes” –proclamó Churchill después, desde el balcón del Ministerio
de Sanidad de Londres; a lo que la población exultante respondió: “No, es suya”.
Pero la finalización de la guerra dejó al
descubierto la mayor de las atrocidades del régimen nazi: El holocausto. En sus
memorias, redactadas después de salir de prisión, en 1956, el almirante Dönitz
dejó escrito, en su descargo, que durante sus años de alto mando en el Reich, jamás fue consciente de la parte inhumana del nacionalsocialismo.
Se refería al holocausto judío, y los campos de concentración en los que los
nazis asesinaron a más de cinco millones de personas durante la II guerra mundial, incluidos
más de siete mil republicanos españoles. Gracias a las fotografiadas (muchas de
ellas aún inéditas) de uno de aquellos españoles supervivientes: Francisco
Boix, preso español en Mauthausen, empleado por los alemanes como fotógrafo en
el campo de exterminio, el mundo pudo conocer la auténtica dimensión de la
barbarie y horror nazis. Boix (Barcelona,
1920- París, 1951) fue el único testigo español, en enero de 1946, del juicio
de Nuremberg contra destacados jefes militares y políticos nazis responsables
de los campos de exterminio. Gracias a sus instantáneas y testimonio, muchos de
ellos fueron condenados por el tribunal militar internacional, por sus crímenes
contra la Humanidad. Otros ,
sin embargo, lograron escapar y murieron, más que nonagenarios, sin el menor
signo de arrepentimiento ni compasión hacia sus víctimas.
Por otro lado, la rendición de Alemania, no
supuso el final de la II
guerra mundial, puesto que
la lucha continuó en el Pacífico entre los Estados
Unidos y Japón. A día de hoy se sabe que es muy posible que el emperador Hiro
Hito hubiese expresado ante Moscú sus deseos de rendición, pero Stalin, con
intereses en Manchuria, optó por el silencio y que hablase la diplomacia de las
armas. De este modo, el 6 de agosto de
1945 Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima y tres
días después volvía hacerlo sobre Nagasaki, causando la más cruel mortandad
producida por un arma, que el mundo haya conocido. Rusia por su parte,
declaraba el mismo día 9 de agosto la guerra contra Japón, que se rendiría incondicionalmente
seis días después.
Portada del libro "Francisco Boix, el fotógrafo de Mauthausen"; de Braulio Bermejo; RBA editores; 2005 |
Tras la
II guerra mundial, Alemania quedó (de acuerdo a lo estipulado
en la Conferencia
de Yalta, de febrero de 1945) dividida en
cuatro zonas, que pasaban a ser controladas, respectivamente, por la Unión Soviética ,
los Estados Unidos, Gran Bretaña, y Francia. La misma división en que quedaba
fragmentada la hasta entonces capital de Alemania, Berlín. La ciudad acabó por
convertirse en motivo de disputa entre la URSS y los aliados, auténtico faro de la guerra fría,
llegando a su punto álgido el 13 de agosto de 1962, fecha en que Walter Ulbricht,
presidente de la República Democrática
de Alemania (RDA) levantó el muro de Berlín, siguiendo la línea de demarcación
de la zona de la ciudad bajo control soviético, que pasaba a convertirse en la
nueva frontera estatal de la
Alemania comunista. Berlín quedaría dividida en una zona
occidental y otra oriental (la capital de la extinta RDA), , hasta que
finalmente sus bloques de hormigón, alambradas y torres fueron derribados en el
mes de noviembre de 1989 y su caída fue el preludio de la reunificación de
Alemania.
A día de hoy, lejos de ser un pasado muy
lejano, algunos de los graves conflictos existentes (como por ejemplo las
guerras de Ucrania, Siria o Irak), así como muchas de las tensiones en países
de África y Asia, tienen su origen en la guerra fría que comenzó tras la II guerra mundial y en una paz
todavía inacabada.
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