sábado, 16 de abril de 2016

Agustín Nzé Nfumu, Presidente de la Academia Española de la Lengua de Guinea Ecuatorial, defiende la consolidación y difusión del idioma español en África, desde el único país del continente en el que es lengua oficial: Guinea Ecuatorial

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Ponencia de Agustín Nzé Nfumu, Presidente de la Academia Guineoecuatoriana de la Lengua Española, en el IV Congreso Internacional de la Lengua española,  que se celebró en Cartagena de Indias en marzo de 2007 bajo el lema Presente y futuro de la lengua española: unidad en la diversidad.

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El español: necesidad de implantación y obligación de expansión

por Agustín Nzé Nfumu
(Presidente del Consejo de Administración de La Gaceta de Guinea Ecuatorial  Senador  y Portavoz del Senado de Guinea Ecuatorial, y Presidente de la Academia Guineoecuatoriana de la lengua Española (AEGLE).

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 La República de Guinea Ecuatorial es un pequeño país del África Ecuatorial, tan pequeño que muchos de los aquí presentes no acertarían a localizarlo en el mapa de aquel vasto, exótico y desconocido continente. Su población, los expertos en estadísticas la sitúan entre los quinientos mil y el millón y medio de habitantes (incluidos los inmigrantes laborales que confluyen a diario por sus fronteras), que, día tras día, buscan la mejor manera de cumplir con la ley que rige la estancia de los hombres sobre la tierra: «comer con el sudor de la frente» y convivir, en armonía y en paz, en una superficie territorial de unos 28.050 kilómetros cuadrados, repartidos entre una pequeña franja continental cuadrada, atrapada en un paréntesis entre Gabón (al sur y el este) y el Camerún (al norte), además de recibir el baño salado de las olas del océano Atlántico en sus 300 kilómetros de costa, y un mosaico de coquetas islas diseminadas en el golfo de Biafra, entre las cuales, la de Bioko (que descubriera un explorador portugués, allá por 1472, y que quiso que llevara su nombre, Fernando do Po (Fernando Poo), nombre que llevó hasta 1972, año en que los guineoecuatorianos decidieron que debía inmortalizarse el nombre de uno de sus reyes de la etnia bubi), es la más grande y alberga la capital política del país, cuyo nombre, Malabo, recuerda también a otro rey bubi.
Completan el mosaico las islas de Annobón (ano bou, nombre dado por otro explorador portugués que la descubriera en año nuevo), Corísco, Mbañie, Elobey Grande, Elobey Chico, Cocoteros y Conga.
En fin, Guinea Ecuatorial es, en África, este retrato de la belleza tropical e hispana que les es familiar a muchos de ustedes y que hace que nosotros, sus hijos, que le decimos con cariño  Guinea a secas, sin importarnos que haya otras «Guineas» en el mundo, nos sintamos orgullosos de haber nacido allí.
Son veintiocho mil kilómetros cuadrados, que a muchos de ustedes les parecerán poca cosa, comparados con las extensiones interminables a las que están acostumbrados en el mundo. Pero es nuestra Guinea Ecuatorial, nuestro país y nuestro hogar, de la que, con todos sus problemas y deficiencias (¿y quién no los tiene?) nos sentimos orgullosos, nos sentimos atados de forma incondicional y nos consideramos inexcusablemente en el deber de amar y defender.
Allí nacimos, nos criamos y morimos, allí, sudor y esfuerzo, lágrimas de dolor y de alegría; allí, triunfos y fracaso; allí, en fin, la voluntad firme de hacer país y construir un futuro.
Entiendo que muchos de ustedes se pregunten si, tanto el congreso de la lengua al que estamos asistiendo, como el panel en el que, de manera específica, estamos trabajando, que es «El uso del español en las organizaciones internacionales», tienen alguna conexión con el hecho del descubrimiento portugués de unas islas en las costas africanas del océano Atlántico y el cambio de sus nombres por los de unos antiguos reyes tribales.
Muchas preguntas en sus mentes y en las miradas sobre la identidad de este país africano, cuyo representante se está dirigiendo a ustedes, en un español bastante diferente al de la América Latina y marcado por el deje de la parsimonia y la exuberancia de la selva africana.
Y aquí estoy yo para decirles que este Congreso debe enorgullecerse de que, en el África de lnkú y del mekuyo, en la tropical selva del leopardo y del mono, un pequeño pueblo, bantú por su nacimiento, se siente y pregona a los cuatro vientos su españolidad, vive, cultiva y conserva su hispanidad, no solo como idioma, sino como parte insoslayable de su transcurrir por este mundo de la pluralidad cultural que le ha tocado vivir y compartir.
Porque Guinea Ecuatorial es hispana por su sincretismo cultural asumido, por su herencia compartida de las andanzas del Quijote y las epopeyas de Nvet Oyeng, por su credo del abecedario y del miláng. Porque es hispana, no para España, sino para su propia identidad y definición, dentro de un entorno de hostilidad cultural, en el que, por sus proporciones reducidas, tanto en lo demográfico como lo geográfico, sufre constantes asaltos de quienes, más grandes y más arropados por su pluralidad, pretenden ahogar la semilla hispana que germinó en los corazones y espíritus de los habitantes de esta parte de la selva africana hace más de 200 años.
Sí, porque en el continente africano, Guinea Ecuatorial, este pequeño país del corazón del trópico, siente y habla en español. Y con la particularidad de que, pequeños en extensión y en población, estamos en una lucha permanente con los gigantes que nos rodean, defendiendo una identidad que nos negamos a perder, por sernos entrañable y formar parte de nuestro propio ser, una identidad que ya no es la mera prolongación de la España colonial a los «territorios españoles del Golfo de Guinea», sino la de los únicos hispanos de África.
Porque tenemos el privilegio de ser los hijos africanos de esta hispanidad poética, guerrera, conquistadora y samaritana, de esta cultura que supo cruzar mares y océanos para ser universal y mestiza. Somos la hispanidad en África y África en la hispanidad.

  Guinea Ecuatorial, el español y su entorno geopolítico  

Y es por eso que tenemos muchísimo que decir. Porque, por su ubicación geopolítica, Guinea Ecuatorial es un país culturalmente enclavado, atenazado al norte, al este y al sur por una cultura bantú-francesa (Gabón y Camerún) y compartiendo mar y frontera con el mayor gigante bantú y arabo–anglosajón del continente (de hecho, es su país más poblado), Nigeria.
Nuestra situación se ve agravada por la cada vez más arrolladora globalización, que, como pueden ustedes haber comprobado, tiende a sacrificar los intereses económicos, sociales y, sobre todo, culturales de unos pueblos, en beneficio y provecho de otros más grandes y poderosos.
En Guinea Ecuatorial, con la política de la integración subregional, instaurada en África a finales de los años ochenta, tras la irrupción en el escenario político internacional de las doctrinas de la globalización y la mundialización, sufrimos el acoso permanente de los grupos económico-culturales más fuertes y mayoritarios.
Es así que, por razón de nuestra integración a los espacios económicos del África Central (totalmente francófilos), nuestro país se vio en la obligación de adoptar el francés como idioma de trabajo, pues, por la lógica de las mayorías, en un conjunto de seis Estados (que fue inicialmente el de la Unión Aduanera de los Estados del África Central, UDEAC) cinco de ellos no iban a sacrificar su idioma de comunicación en beneficio del español, que solo es hablado en un Estado; lo mismo ocurre en el sistema bancario, ya que, en el BEAC (Banco de los Estados del África Central), solo los guineoecuatorianos hablan español. Guinea Ecuatorial sigue siendo el único país hispano en la Comunidad Económica de los Estados del África Central (CEEAC), que sustituyó a la UDEAC y amplió su espectro a países como Angola y otros.
Nadie mejor que Guinea Ecuatorial conoce lo que es el aislamiento cultural y la dificultad que implica el intento de desenvolvimiento en un entorno que es extraño a su cultura y a su natural proyecto de sociedad.
Eso sí, puede la lengua española enorgullecerse de que, en África Central, un puñado reducido de sus hijos, orgullosos de su identidad y totalmente convencidos de su destino, lucha con denuedo por defender el precioso legado de su hispanidad.
 Porque es cierto que los guineoecuatorianos, por amor a nuestra identidad y, debo decirlo, a pesar del trato de indiferencia que, por desgracia, sufrimos por parte de aquellos que comparten «cordón umbilical cultural» con nosotros (y aquí me refiero a España e Hispanoamérica), estamos defendiendo nuestro idioma, inmersos en el ambiente hostil que les he descrito más arriba, lo que hace que, por la lógica acción de los intercambios económicos, comerciales y migratorios, nuestro país se vea invadido por extranjeros que se expresan en francés y en inglés, en la inevitable conexión que impone el contacto diario y la necesidad de comunicación entre personas e instituciones.
Nuestra lucha permanente por la supervivencia cultural, por el mantenimiento y la vigorización de nuestro idioma en África, siempre ha sido la preocupación no solo de todos los hijos del Quijote, que cabalgamos en nuestro «rocinante» por la selva africana, sino también, y principalmente, por el Gobierno y las instituciones de nuestro país.
Antes he hablado de aislamiento y de cierta indiferencia por parte de aquellos que debieran ayudarnos en nuestra lucha africana por nuestra lengua y cultura, voy a argumentar las razones que nos han llevado a tal conclusión:
a) En 1984, consciente de su condición única de país hispano en un contexto geopolítico de mayoría francófona, anglófona e incluso lusófona, el Gobierno de Guinea Ecuatorial, por iniciativa de su presidente, Obiang Nguema Mbasogo, convocó, en el mes de junio, lo que se conoció como el Primer Congreso Hispánico-Africano de Cultura, que reunió, en torno a los guineoecuatorianos, a españoles e hispanoamericanos, así como a hispanistas africanos y del mundo. Aún suenan en mis oídos, más de veinte años después, la atronadora voz del colombiano ya fallecido Nicomedes Santacruz, cuando, en la ceremonia de clausura de dicho congreso, sentenció: «hasta siempre, Guinea».
¡Qué emocionante y qué cerca nos sentimos de la hispanidad, del español nuestro y de todos! Nuestro país consagró el 4 de junio como el Día de la Revolución Cultural, efemérides que celebramos cada año, en memoria de lo que soñamos y creímos el inicio de un feliz reencuentro entre «las hispanidades de continentes diferentes». Pero allí quedó todo.
La teoría del afro-ibero-americanismo, que, con tanto entusiasmo y convicción, lanzaron los congresistas en aquella sala del politécnico Modesto Gene de Bata, la decisión de que el congreso se institucionalizara y de que España albergara, dos años después, el II Congreso, como fase decisiva para dicha institucionalización y el establecimiento del eslabón necesario e imprescindible para sellar la unidad cultural de nuestros pueblos, por encima de las diferencias y las distancias, quedaron vagando en el espacio desierto de aquella sala al clausurarse el encuentro.
Las repetidas e insistentes reivindicaciones que ha hecho el Gobierno de Guinea Ecuatorial de su derecho a participar, en todo lugar, ocasión y momento en que se honra a la «hispanidad», incluidas las Cumbres Iberoamericanas, han encontrado indiferencia, cuando no un rechazo hiriente, a veces, con la ridícula excusa de la ubicación geográfica, como si la cultura pudiera encerrarse en los frágiles contornos de un contenedor tan perecedero como el territorio. Pero, escúchenlo bien, seguiremos luchando hasta que veamos reparada la injusticia cultural que se está cometiendo con nosotros al impedirnos estar en el lugar que nos corresponde en derecho.
No hubo ni segundo ni tercer congreso, no ha habido afro-ibero-americanismo, y Guinea Ecuatorial, ignorada culturalmente por sus hermanos, abandonada a su suerte en un África Central francófona y una comunidad financiera internacional anglosajona, se ha visto en la enorme obligación de lidiar de forma cotidiana con una francofonía combativa y sutil y una cultura «anglosajona» agresiva e impositiva.
Pero hemos resistido, y seguiremos resistiendo los intentos de imposición y de alienación. Por eso, nuestro español, el del pueblo de Guinea Ecuatorial, en el que rezamos y lloramos, en el que juegan nuestros hijos y dirimimos nuestros litigios, no lo consideramos negociable ni sacrificable a ningún interés o condición; por eso seguimos luchando, a veces, haciendo españ-fang, españ-bubi, españ-ndowé…; todo para que nuestro idioma no nos abandone, para que no nos deje huérfanos.
Por eso, el Gobierno de Guinea Ecuatorial no solo defendió hasta la tenacidad, sino que impuso que en la Organización de la Unión Africana, Cervantes fuera honrado y su idioma estuviera donde debe estar, entre otros idiomas de comunicación internacional.
Guinea Ecuatorial es el único país hispano de la Unión Africana, pero el español, porque es su identidad, adopta ya resoluciones, resuelve conflictos y hace política en dicha organización.
Por eso, y a esta altura de mi intervención, denuncio (cariñosa y familiarmente, desde luego), en nombre de Guinea Ecuatorial, la pasividad mostrada por personas e instituciones de la comunidad hispánica, ante la agresión que otros idiomas, el inglés y el francés sobre todo, están perpetrando en los foros internacionales contra el nuestro.

  Retroceso del uso del español en las organizaciones internacionales  

Participante, durante largas décadas de vida pública, en más de un millar de conferencias internacionales, a nivel de la ONU y sus instituciones, ex ministro delegado de Asuntos Exteriores, encargado de la Francofonía, jefe del grupo de trabajo de Guinea Ecuatorial durante el proceso del ingreso de nuestro país en las estructuras de la Unión Aduanera de los Estados del África Central (enteramente francófona), dos veces ministro encargado de la Francofonía, dos veces ministro encargado de Información, Turismo y Cultura, y representante personal del Jefe de Estado en el Consejo Permanente de la Francofonía, de 1987 hasta diciembre de 2005, me siento aquí con autoridad suficiente para afirmar que el mundo de las relaciones internacionales y de las organizaciones internacionales es una continua pugna por la hegemonía de las lenguas nacionales, porque son el vehículo de la cultura, y la cultura hace economía y progreso. No se trata de una guerra encubierta, sino de una verdadera carrera hacia el poder, una guerra sin cuartel.
Es sabido que el inglés se ha apoderado del mundo de la tecnología y se está imponiendo en el del comercio y las finanzas; el francés se implanta como insoslayable en la diplomacia y la política, etcétera.
¿Qué es entonces del español? ¿Nos contentaremos con ir siempre «a remolque»?, ¿o es que no nos hemos dado cuenta de que el que logre crear un mayor espacio de comunicación en todos los aspectos de las relaciones e intercambios internacionales tendrá asegurada la supremacía sobre los demás? Y esta es la principal lección que se han aprendido bien las demás naciones con idiomas universales y están haciendo de la globalización su caballo de batalla para lograr sus objetivos.
Pienso que lo que debemos considerar como acción urgente, desde ahora, desde este IV Congreso, es la manera de abandonar esta especie de complejo que sentimos los hispanos por el uso de nuestro propio idioma, en nuestras relaciones con otros. Habitual de los encuentros internacionales, he sido, en muchas ocasiones, testigo de delegados hispanos y españoles que, incluso en foros en los que la traducción simultánea es disponible, prefieren hablar inglés o francés, antes que nuestro rico idioma. Muchos delegados españoles e hispanos se dirigen a sus colegas extranjeros en sus idiomas respectivos antes de en español.
Un alto responsable español de una muy importante institución europea siempre habla en inglés en sus declaraciones públicas… y paro de citar.
Pero es muy difícil, por no decir imposible, escuchar a un alemán o un inglés (por no citar sino estos) hacer una declaración pública en otro idioma que no sea el suyo, aun cuando dominase tres, cuatro o cinco. O es que no queremos darnos cuenta de que el que fuera durante muchos siglos el idioma más hablado en todo el mundo conocido está sufriendo progresivamente un especie de retroceso con respecto a los que ayer no eran sino «primitivos dialectos» hablados en unas cuantas aldeas…
Es cierto que en la literatura y en las artes sigue nuestro idioma ejerciendo una influencia muy marcada, pero ¿cuántos leen hoy en día, con los inventos modernos, como la televisión y el Internet, que provocan verdaderas adicciones?; las jóvenes generaciones han dejado de preocuparse en buscar «un buen libro» para leer y su atención está dirigida al ordenador. Es una constatación, una triste constatación.
Por eso, a pesar de que el español es uno de los idiomas más importantes del sistema de las Naciones Unidas, se constata la cada vez más decreciente realización de traducciones al español de documentos editados o intervenciones hechas en otros idiomas y viceversa.
Es un estado de guerra, es una cuestión de supervivencia y no admite ni cuartel ni medias soluciones. Solo los que estén dispuestos al máximo esfuerzo y a una acción sostenida ganarán la batalla.
Porque debemos reconocer con honradez que el español está sufriendo un retroceso considerable en los círculos internacionales, en los foros de toma de grandes decisiones económicas, técnicas y políticas.
Falsamente, se vende la teoría del «dominio de idiomas» para justificar el sometimiento de los hispanos a las exigencias de otras lenguas, ¿es que existe una imposibilidad real de que en español se puedan definir conceptos, situaciones e ideas del mundo moderno? ¿Es que el idioma más rico del mundo en matices, colores y declinaciones es incapaz de abrirse camino en alguno de los estadios del hacer político, tecnológico, diplomático y otros?
Yo digo que no; pero digo también que no luchamos lo suficiente, no hacemos lo necesario.
No quiero hacer aquí un llamamiento a España, porque el español ya no es un idioma solo de España, ya no cabe en el pequeño espacio de una península que, además, se ve afectada por reivindicaciones, legítimas y justificadas, si se quiere, de las «lenguas nacionales» de las autonomías, lo cual, sin embargo, debilita enormemente la unidad cultural de dicho país, porque el idioma es entendimiento y comunicación. Mi llamamiento es a todos nosotros, hispanohablantes, para que luchemos de manera solidaria, nos resistamos a la rendición de uno de los más importantes idiomas de comunicación de este planeta.

  Propuestas para lograr una mayor expansión del español  

Tengo, pues, las siguientes propuestas que dejar aquí sobre la mesa, como la espada que deberíamos esgrimir para luchar por el futuro de nuestro idioma y la reconquista de su puesto de privilegio en este mundo en continua lucha y guerra por la supremacía:
1.      Al margen de las instituciones ya existentes, sugiero que se piense en la creación de una organización internacional que concentre sus esfuerzos en la promoción de la lengua y cultura hispánicas, cuya misión sea velar por la mayor implantación de nuestro idioma en el mundo, incluso en espacios naturalmente no hispanos. El Instituto Cervantes, cuyos elogios no cabrían en tan pocas palabras y espacio, por lo que está haciendo por la promoción del español en el mundo, está cumpliendo de manera épica con su misión, y los resultados están a la vista de todos; aunque, en honor a la verdad, la tarea y los retos ya no están a nivel de una Institución que funciona más por la voluntad y el esfuerzo únicos de un país, una institución que no tiene el estatus que le permitiría comprometer a Gobiernos; los esfuerzos del Instituto solo alcanzan a incentivar y animar a sectores muy determinados: estudiosos, alumnos y gente de letras.
Pero no es suficiente, debemos superar el estadio de la mera persuasión, para pasar al de las políticas globales de fomento e implantación, implicar a Gobiernos, crear un estadio en el que el fomento de la lengua española sea parte de las políticas de Gobiernos; que se creen estructuras que, de manera permanente y con el impulso económico, logístico, intelectual y solidario de todos, consigan llevar nuestro idioma a sectores más amplios del hacer cultural, económico y social del mundo.
Ni el Instituto Cervantes en su estructura y funcionamiento actuales (que, sin embargo, podría integrarse en esa nueva política, como su motor impulsor y centro neurálgico) ni los centros culturales, ni las Academias de la Lengua tienen tal capacidad y fuerza en los Estados, dado que son estructuras que funcionan de manera autónoma y no encajan en los esquemas y programas prioritarios de los países que las albergan.
Solo una organización internacional, cuyos estatutos estén aceptados y suscritos por varios Estados interesados, los obligaría y comprometería.
Muchos años en el mundo de la francofonía me llevan a sugerir que un grupo de trabajo sea creado por este IV Congreso, con la misión prioritaria de estudiar el funcionamiento de esa organización internacional, con el objeto de, a ser posible, inspirarse en ella para diseñar una estructura parecida para nuestra comunidad.
La Organización Internacional de la Francofonía consta de una afiliación de 55 Estados miembros y 13 observadores (en ambos grupos hay países no francófonos), una Secretaría General, cuya sede se encuentra en Rue André Citroen en París y departamentos de fomento y promoción; organiza encuentros, certámenes, exposiciones y todo tipo de manifestaciones culturales, deportivas, etcétera. Existe lo que llaman Jeux de la Francophonie, un encuentro bienal multidisciplinario, que reúne a representantes de los países miembros, que, durante unas dos semanas, compiten en varias actividades deportivas, literarias, musicales y de artes plásticas y escénicas, crean mercados del arte y promocionan a artistas. Dicha organización ha conseguido que estaciones de radio y televisión nacionales francesas y canadienses, en colaboración con las diferentes estaciones de países francófonos de África, del Caribe y del mundo, organicen certámenes de redacción, en prosa y en poesía, con el fin de premiar a jóvenes y escolares que resultasen mejores en cada disciplina; es obvio que el objetivo principal es el mantener vivo el dominio del francés en ellos. La francofonía crea y regenta universidades, como la de Leopold Sedar Senghor de Alejandría (Egipto), así como centros de investigación y de enseñanza del francés en países que, sin ser francófonos originales, muestran interés por esa cultura. Tal es el empuje de esa organización que países anglófonos del continente forman ya parte de ella; es el caso de Nigeria y Trinidad y Tobago, por citar unos ejemplos.
Creo que es un buen ejemplo para seguir y un objetivo que debemos fijarnos como prioridad.
2.      Es prioritaria una mayor implicación de los poderes públicos de nuestros países por el fomento y la divulgación de nuestro idioma, para lo que deberían separarse consideraciones políticas y de intereses gubernamentales de los de la promoción cultural y la defensa del idioma.

3.      Se impone un compromiso de solidaridad entre los países de la hispanidad, para que el idioma compartido nos vincule más que las ubicaciones geográficas y los intereses políticos. Esto aconseja mayor frecuencia de encuentros culturales de todo tipo y niveles entre nuestras poblaciones.
4.      Guinea Ecuatorial, mi país, cuya hispanidad se encuentra amenazada por su entorno geopolítico y cultural inmediato, debería ser objeto de mayor atención y acercamiento por parte de Hispanoamérica y España, para lo cual la cooperación y el intercambio en el campo de la cultura compartida y el idioma común deberían intensificarse.
África es un continente abierto y muy permeable a la cultura, en el que la hispanidad puede hacer un camino importante, y Guinea Ecuatorial es, por derecho propio, su puerta natural e ideal.
 Las ideas de la institucionalización del Congreso Hispánico-Africano de Cultura y el concepto del afro-ibero-americanismo deberían ser objeto de estudio y análisis profundo, por constituir una fuerza de unión nada despreciable. Pienso que un congreso de la lengua de vez en cuando no es la respuesta adecuada al problema al que nos encontramos enfrentados en la actualidad; se necesita algo más sustancial, un esfuerzo más sostenido, un compromiso más firme y una asunción más determinada del hecho de que «la lengua solo vive cuando es hablada y transmitida», porque solo lo que está vivo, lo que se hace sentir y se traduce en la vida diaria de los hombres, escapa al olvido y a la extinción… Muchas gracias.

  Notas aclaratorias sobre algunas referencias  


  • Malabo y Bioko son nombres de dos reyes antiguos de la etnia Bubi, de la isla que originalmente se llamó Fernando Poo y fue rebautizada después como Bioko.

  • Nkú: Instrumento musical de la etnia fang, se fabrica haciendo un hueco en un tronco de árbol, que varía de tamaño según se quiera que el sonido sea más grave o más agudo. Este instrumento en el poblado fang servía también para dar a la alarma, anunciar un acontecimiento o, convocar a la gente a un acto o concentración en el Abaha o ‘casa de la palabra’. El nkú también servía para llamar a la gente en la selva; según la manera de tocarlo cada miembro del poblado sabía si era a él a quien se llamaba. También servía para convocar a los guerreros para la guerra. Los colonos españoles usaron el nkú en varios de sus destacamentos militares del interior de la parte continental de Guinea Ecuatorial para tocar «llamada» o dar la alarma.

  • Mekuyo: Baile iniciático de la etnia ndowé, que habita las costas de la parte continental de Guinea Ecuatorial y comparte familia con los habitantes de las costas gabonesas.

  • Nvet-Oyeng: Instrumento musical fang, una especie de cítara que usa el trovador fang para acompañar sus relatos de Engóng, una región mitológica, habitada por hombres con poderes sobrenaturales. Según la mitología, los fang son descendientes de este pueblo.

  • Milang: Plural de nlang, ‘cuento’, ‘historia’, ‘narración’. El fang, como todo bantú, confía mucho su enseñanza a las historias que cuenta, de las que saca moralejas para la vida.

  • Fang: Etnia mayoritaria de Guinea Ecuatorial, oriunda del continente. Se extiende hasta el sur de Camerún, sudeste del Gabón, así como el Congo y la República Centroafricana. Es, más bien, un subgrupo del los beti, plural de nti (‘señor’, en su idioma). Algunos antropólogos lo consideran una derivación de ba-ntú, que da nombre a la gran familia bantú. Nótese que el prefijo ba significa en casi todas las lenguas bantú ‘los, los de’. Los fang se consideran descendientes de un pueblo de ‘señores’ o ‘de nobles’.

  • Annobón (Anno Bou en portugués, es la isla más alejada de las que tiene Guinea Ecuatorial, se encuentra después del archipiélago de Sao-Tomé y Príncipe. Sus habitantes, que parece que son esclavos procedentes de Angola y algunos deportados o abandonados allí por los esclavistas, hablan un idioma que es una mezcla entre algún dialecto lejano de Angola, el español y portugués) Corisco, Elobey Chico, Elobey Grande, Cocoteros, Mbañe y Conga constituyen, con la isla de Bioko, el resto del territorio de Guinea Ecuatorial, que suma en total, incluida la parte continental, 28.050 kilómetros cuadrados.

  • Modesto Gené: Escultor y pintor, nacido en Reus, Cataluña, que se trasladó a vivir a Guinea durante la colonia, por allí a finales de los años cuarenta, y se quedó a vivir. Ejerció de profesor de dibujo en varios centros de enseñanza media. Jubilado, rehusó regresar a España y pidió morir en Guinea Ecuatorial, como así fue. El primer Centro de Enseñanza Profesional que se construyó en Guinea, una Escuela Politécnica, lleva por eso su nombre.

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