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San Juan, portero del Sol
San Juan, portero del Sol
Luis
Negro Marco
La festividad de San Juan Bautista (24 de
agosto) se celebra en una fecha próxima al solsticio de verano (este año el 21
de junio). Una palabra –solsticio– que
proviene de las latinas (sol sistere / sol quieto) porque durante este tiempo la elevación cenital del
“astro rey” –que alcanza su punto más alto en este día– parece no cambiar de posición
en el cielo. Asimismo, el día del solsticio de verano es el que cuenta con más horas
de luz
en el hemisferio boreal de la Tierra, y en el que comienza el oscurecimiento progresivo de los días. De
manera contraria, el del solsticio de invierno (21 de diciembre), es para
nosotros el día “más oscuro” del año, de
manera inversa a cuanto acontece para quienes habitan en el hemisferio austral
del globo.
La fecha del solsticio vernal fue
probablemente ya conocida (al menos, desde el Neolítico –hace
unos 8.000 años–)
por los antiguos pueblos y civilizaciones del planeta. Un tiempo que consideraron
adecuado para la celebración de grandes fiestas y ritos de adoración solar, destinados
a invocar la salud y prosperidad en las familias, la fertilidad de sus ganados y
la abundancia y calidad de las cosechas. Y es aquí donde hallan pleno sentido
las actuales hogueras de San Juan, la recogida de plantas medicinales en su
víspera, los bailes alrededor de mástiles adornados, y las sardinadas y
churrascadas populares, propias de la noche de San Juan.
Las flores de colores amarillos propias del mes de junio son también conocidas como Flores de San Juan Fot. L. Negro |
En la antigua
Roma, las fiestas solsticiales de verano
e invierno estuvieron dedicadas al dios Jano (del latín ianitor /
portero), dios de la luz, representado con una cabeza de dos caras (Jano bifronte) mirando cada una en
dirección opuesta, en alusión a los tiempos pasado y futuro, y una llave en la
mano con la que “abría” las puertas (januae,
en latín), del año. De ahí que el nombre de nuestro actual primer mes del ciclo
anual –enero– provenga del
latino ianuarius.
Durante la Edad Media el Cristianismo incorporó
las manifestaciones paganas solsticiales, y pasó a celebrarlas manteniendo en el
calendario litúrgico la dualidad simbólica atribuida al dios Jano. El santo
elegido para la ocasión fue San Juan (del hebrero Jahanam / misericordia y alabanza de Dios), en una doble
advocación. Por un lado, la festividad de San Juan Bautista (precursor y anunciador de la luz y la palabra de Cristo,
a quien bautizó en el río Jordán) se fijó para el 24 de junio –en el solsticio
de verano– y la de San Juan Evangelista, apóstol de Jesús, para el 27 de
diciembre, a los pocos días del solsticio de invierno.
En una nueva interpretación simbólica, ambos
San Juan pasarían ahora a representar las dos esencias de un mismo ser que abren
y cierran las puertas del “Reino de los
Cielos” en un ciclo anual con dos mitades. Así, el solsticio invernal
introduce la fase luminosa del ciclo (tiempo de alabanza a Dios y esperanza)
mientras que el estival inicia su progresivo oscurecimiento (tiempo de implorar
a Dios su misericordia). De ahí la frase
“Juan ríe, Juan llora”, a su vez
empleada por el escritor español Max Aub (1903-1972), como título para una de
sus novelas ambientada en la Guerra Civil.
En suma, la
fiesta de San Juan simbolizaría la eterna transición humana en constante camino
de perfección, en el momento de franquear la puerta de la luz, símbolo universal de poder
divino, creador de la vida y del amor.
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