Los gritos del silencio
En “Una larga
noche”, la
periodista y escritora estadounidense Andrea
Pitzer, profundiza en la inhumana
historia de los campos de concentración
Portada del libro de Andrea Pitzer: Historia global de los campos de concentración editado por "La Esfera de los Libros", 2018 |
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Andrea Pitzer
Una larga noche; 501 pp.
Edita: La Esfera de
los Libros
Madrid, 2018
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Jamás
podré olvidar aquella noche, la primera noche en el campo, en la que asesinaron
a mi Dios y mi alma, convirtiendo mi vida en una noche eterna…. Con estas
palabras –que han servido de título para la obra de Andrea Pitzer, daba
comienzo La Noche, libro escrito en
1958 por el que fuera Premio Nobel de la Paz en 1986: el escritor y filósofo
rumano de origen judío Ellie Weisel (1928-2016). Una narración en la que
relataba su terrible experiencia como niño recluido en varios campos de
exterminio de la Alemania nazi, hasta su liberación en abril de 1945.
Esta obra, que se postula como libro de
lectura recomendada a incluir en los planes de enseñanza para la asignatura de
Historia, aporta un dato aterrador: la práctica totalidad de las naciones del
mundo han erigido campos de concentración en algún momento de su existencia.
Comenzando por España, que entre 1896 y 1898,
y por iniciativa del general Valeriano Weyler instauró en Cuba decenas de
campos de reconcentración de la población, como medio de combatir a los
guerrilleros mambises, que luchaban por la independencia de la isla. Miles de
personas murieron a causa del hambre y el hacinamiento en aquellos campos. Pero
tildados por los estadounidenses (y con razón absoluta) de inhumanos, no tardaron los Estados Unidos en levantar los suyos propios en las islas Filipinas. Fue
a partir de 1901, bajo la dirección del general Smith, arguyendo que “una guerra civilizada no podía llevarse a
cabo con ideas humanitarias”.
Mientras tanto, el imperio Otomano llevaba años perpetrando una planificada operación de exterminio contra el pueblo armenio, a través de internamientos masivos de la población en campos de concentración levantados por los turcos en las actuales naciones de Siria e Irak, en donde más de un millón de personas encontraron la muerte, a causa del hambre y la enfermedad.
Mientras tanto, el imperio Otomano llevaba años perpetrando una planificada operación de exterminio contra el pueblo armenio, a través de internamientos masivos de la población en campos de concentración levantados por los turcos en las actuales naciones de Siria e Irak, en donde más de un millón de personas encontraron la muerte, a causa del hambre y la enfermedad.
Luis Negro Marco |
Posteriormente, el comunismo implantado en la
URSS por Lenin y Stalin estuvo basado en el terror de los campos de
concentración. Fueron ellos los impulsores
de los tristemente célebres gulags (acrónimo de “Administración General de los
Campos” –Glavnoe Upravlenie Lagerei–),
concebidos como campos de reeducación y
habilitación de los disidentes a través del trabajo esclavo.
Las
políticas de exterminio llevadas a cabo por Hitler durante la Alemania nazi
comenzaron en 1933, primero contra los opositores comunistas, finalizando con
el holocausto de casi seis millones de personas judías, más de medio millón de
personas gitanas, y cientos de miles de personas por el simple hecho de ser
homosexuales, o –como
ocurrió con miles de españoles que murieron en los campos de concentración
alemanes tras la Guerra Civil–, por sus ideas políticas. Un genocidio al que
no le faltó la colaboración de la Francia ocupada por Alemania y el Gobierno de
Vichy del mariscal Pétain.
Asimismo, la Segunda Guerra Mundial fue el
escenario en el que el Japón del emperador Hirohito creó campos de concentración
para más de cien mil mujeres de China y de Corea, a las que convirtió en
esclavas sexuales para sus soldados. A la vez que los Estados Unidos del
presidente Roosevelt, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, creó en 1942
campos de internamiento en los que recluyó a más de 120.000 de sus ciudadanos americanos japoneses.
La
China comunista de Mao Tse-Tung y su llamada “Revolución Cultural” también se
basó, a partir de 1949, en la implantación del terror a través de los campos de
concentración, bajo la premisa de que “para que sean productivas, es
necesario aterrorizar un poco todas las áreas rurales”. Millones de
personas chinas murieron en aquellos campos de la muerte.
El
libro de Pitzer incluye además los hechos terribles que siguieron al golpe de
Estado protagonizado en Chile por el general Pinochet en septiembre de 1973,
así como las torturas y vuelos de la muerte durante la dictadura militar
argentina (1976-1983); el drama que
desde hace décadas lleva viviendo el pueblo rohingya en Birmania (ahora
Myanmar); pero también las terribles condiciones a las que están sometidos los
presos en la prisión estadounidense de Guantánamo, abierta por los Estados
Unidos tras los atentados del 11-S.
Y a
pesar de todo el horror vivido, lejos de haber terminado, esta terrible
historia continúa. Razón por la que es
preciso que las nuevas generaciones tomen conciencia de que no es posible
avanzar hacia el futuro si se toleran tales manifestaciones de desprecio por la
vida y la dignidad de las personas. La filósofa alemana de origen judío (que sufrió en carne propia el internamiento en un campo
de concentración –en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial–) dejó escrito:
“El verdadero horror de los campos de concentración reside en que los
internos, incluso si siguen con vida, están más apartados y separados del mundo
de los vivos que si hubieran muerto”.
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