lunes, 18 de julio de 2016

18 de julio de 2016, 80 años del comienzo de la Guerra Civil española

El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruel

A veinte años de un siglo

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

 Marruecos, 17 a las 17 es el título del libro publicado en 2009 por Joaquín Gil Honduvilla, el cual hace referencia al día y la hora en que empezó (17 de julio de 1936, a las cinco de la tarde) la Guerra Civil española, teniendo por principales promotores a los generales Mola, Sanjurjo y (posteriormente protagonista único, tras la muerte de los anteriores) Franco. Paradójicamente, aquel que se preparó como golpe militar, cuyo fracaso desembocó en una cruenta guerra civil, se inició fuera de suelo hispano, en el entonces Protectorado de Marruecos. Tres días después, el 20 de julio, la lucha de unos españoles contra otros era ya generalizada en toda España, y aún se habría de prolongar, discurriendo por ríos de sangre, a lo largo de casi tres años. 

 Más allá de las batallas, de la intervención extranjera (Italia, Alemania y tropas moras de Marruecos  en favor de los alzados y Rusia y las Brigadas Internacionales en favor de la República), quedan aún a día de hoy muchas incógnitas, y muy vivas las heridas de la represión y la muerte.  El fraile capuchino Gumersindo de Estella (1880-1970), capellán que fue de los condenados a muerte por las tropas de Franco en la capital aragonesa,  narró en un libro de memorias: Fusilados en Zaragoza: 1936-1939 Tres años de asistencia espiritual a los reos (publicado en 2003, ya que antes fue cercenado por la censura), el  trágico destino que padecieron más de 3.500 personas, fusiladas por las tropas de Franco  junto a las tapias del cementerio de Torrero. No fue sin embargo esta inhumana barbarie exclusiva de los rebeldes, pues también de ella dieron muestras las fuerzas de la República, como aconteció en Barbastro con el fusilamiento, apenas unos días después de  la rebelión militar, del obispo de la ciudad y 55 sacerdotes claretianos, amén de 9  religiosos escolapios en Azanuy, todos ellos parte de los más de 6.000 religiosos, sacerdotes y monjas fusilados en España en el transcurso de la Guerra Civil. 

 Una violencia que asimismo fue transversal, como se vio por ejemplo en Barcelona con la
Trinchera excavada sobre roca de alabastro en el alto
 de un cabezo frente a la localidad zaragozana de Codo.
La trinchera fue excavada en entre agosto y septiembre
de 1937, en el marco de la batalla de Belchite.

                                                        Foto: Luis Negro Marco (febrero de 2014)
guerra abierta que se entabló en mayo de 1937 entre fuerzas de la Generalitat y el Gobierno de la República por un lado, y anarquistas y miembros del POUM por otro, que culminó con una dura represión sobre estos últimos. Y lo mismo ocurrió entre las tropas de Franco, fusilando a varios religiosos originarios de Vascongadas, y a numerosos efectivos disidentes de los tercios carlistas de Navarra que se habían unido a la rebelión.

 Transcurridos ahora 80 años desde el inicio de los tres años más trágicos de la historia reciente de España, la sociedad española es muy diferente a la de 1936, así como el contexto nacional e internacional en el que aquella se desenvolvió. De manera que persistir  a día de hoy en el discurso maniqueo de las dos Españas, es caer en un grave error, o lo que es peor, en una interesada interpretación de la historia, distorsionada, errática y muy alejada de la realidad social de nuestros días. La articulación de la sociedad española del momento trasciende el plano ideológico (a día de hoy resulta ya extemporáneo hablar de personas de derechas y de izquierdas) y muestra una identidad dinámica y transversal que supera el anticuado concepto marxista de clases cerradas determinadas por el modo de producción.

 La ciudadanía avanza  ahora desde una perspectiva radicalmente diferente a la de aquellos felizmente superados trágicos sucesos de la Guerra Civil, de acuerdo a  los nuevos impulsos que brotan de la globalización económica que marca la historia mundial de las dos últimas décadas, así como del extraordinario avance que han experimentado las tecnologías de la información y de la comunicación, abriéndonos a la era de Internet y de la telefonía móvil.

Estado en el que se encuentra actualmente (la foto-
grafía fue tomada en febrero de 2013) la iglesia de la
localidad zaragozana del pueblo viejo de Rodén, el
cual quedó destruido durante la ofensiva republicana
de Belchite, que se desarrolló entre el 24 de agosto
y el 6 de septiembre de 1937.-

Foto: Luis Negro Marco
Asimismo el estudio histórico de la Guerra Civil se está complementando en este siglo con el estudio arqueológico, el cual proporciona nuevos aportes y enfoques para el estudio y la interpretación. Los destruidos por la guerra pueblos viejos de Belchite y Rodén, en la provincia de Zaragoza, son testimonio de aquella lucha fratricida, como lo son las trincheras de la Ruta Orwell en la sierra de Alcubierre o  las de Corbalán, en la provincia de Teruel. Conocer la existencia de aquellos escenarios debe servir para sensibilizar a las presentes generaciones que el horror, las guerras y el terrorismo son producto de la irracionalidad, de la que a su vez emana la violencia.

 La vigente Ley de Memoria Histórica debe ser un instrumento al servicio de la verdad, y por tanto ajena a la manipulación y a espurios intereses partidistas,  en la estela de la “Comisión de la Verdad y la Reconciliación” creada en Sudáfrica por Nelson Mandela en 1994 con el objeto de investigar los crímenes cometidos durante el apartheid, como medio imprescindible para acceder a la reconciliación nacional. 

 A día de hoy, a veinte años para un siglo de su comienzo, están más que superados los relatos justificativos que esgrimió el franquismo sobre la Guerra Civil, y nos encontramos ante un nuevo escenario que nos obliga a salvaguardar y restituir la dignidad de las víctimas de la guerra y el franquismo, así como a continuar avanzando en el estudio histórico de aquellos hechos que nunca debieron haber sucedido, y de los que sigue siendo imperiosamente necesario conocer la verdad.


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