viernes, 19 de enero de 2018

San Antón, modelo de santo cristiano


El resiliente San Antón
Por su resistencia y superación constante ante la adversidad, pasó a ser invocado como protector contra la enfermedad y benefactor de los animales domésticos


Luis Negro Marco 

 La festividad de San Antonio Abad, que se celebra el 17 de enero, está íntimamente relacionada con la bendición de los animales y el fuego. Precursor de las órdenes monásticas, hacia el año 270, con apenas 20 años, el santo anacoreta lo dejó todo para retirarse al desierto –en Egipto, su tierra natal– y dedicarse por completo al ayuno, la oración y  la lectura de textos sagrados. De ahí que se le represente habitualmente leyendo, o con un libro en la mano.

  De la biografía de San Antón (muerto el 17 de enero del 356,  a los 105 años de edad), destacan las tentaciones a las que lo sometió el demonio para hacerle desistir de su vida ascética y contemplativa. Vacuas promesas de lujuria y riquezas que al santo le eran presentadas por diablos, muy frecuentemente con apariencia de animales. De ahí que en las primeras representaciones del santo apareciera éste junto a un lobo (símbolo de la avaricia) y un jabalí (símbolo de la lujuria). Ambos animales se hallan en esas imágenes dócilmente a sus pies, como signo de la victoria del santo sobre el mal.

 Asimismo, la autodidacta sabiduría del santo eremita conseguía reconciliar a los enemigos, al tiempo
que, por medio de su penitencia y plegarias, curaba milagrosamente las enfermedades de quienes en busca de sanación peregrinaban hasta él. Obras buenas que, al igual que la Menorá, la lámpara hebrea de siete brazos que iluminaba día y noche el tabernáculo,  procedían del fuego de su caridad.  De ahí que a San Antón, se le asocie también con el fuego que alumbra (sana) y que a la vez abrasa (purifica), destruyendo lo viejo para dar paso a lo nuevo. En términos cristianos, representa el triunfo del bien (las siete obras de misericordia espirituales) sobre el mal (los siete pecados capitales).

 Otra de las atribuciones de San Antón fue la de su constante vigilia y preparación para la muerte,
San Antón, con algunos de sus habituales atributos:
Libro, hábito de monje, bastón, campanilla
 y letra "tau" en azul
.- Anónimo.- siglo XVIII
"Museo Calasancio" de los PP. Escolapios (Madrid)
motivo por el que muy a menudo se le representa con una campanilla en la mano. Pero también porque fue el fundador de las Órdenes monásticas, en las que era costumbre que los frailes anunciaran las actividades del día mediante el toque de una campanilla.

  A partir del siglo XII, la asociación del fuego con la figura de San Antón se generalizó, debido a que pasó a invocársele para que mediante su intercesión, sanase a los enfermos aquejados de ergotismo gangrenoso. Una terrible enfermedad, muy frecuente a lo largo de toda la Edad Media, causada por un hongo (el cornezuelo del centeno), que intoxicaba el cereal con el que se hacía el pan. Al comerlo, las personas contraían la enfermedad, a la que pronto se llamó “Fuego del Infierno”, por la quemazón que sentían quienes la padecían. Y después recibió el nombre de “Fuego de San Antonio”, toda vez que las víctimas se encomendaban a San Antonio Abad  buscando una cura eficaz, y que la primera Orden religiosa que se fundó para cuidar a estos enfermos fue la de los Antonianos. Los frailes y caballeros de esta Orden construyeron numerosos hospitales a lo largo de Europa occidental, siguiendo las vías que confluían con el Camino de Santiago. Sanatorios a los que los enfermos peregrinaban en busca de un remedio para acabar con su terrible dolencia. De ahí el bordón de peregrino, con empuñadura en forma de “T” (en referencia a  la letra tau de los alfabetos hebreo y griego, como símbolo de inmortalidad y salvación –adoptada  asimismo por la Orden de los Franciscanos–), que generalmente aparece en las figuras escultóricas y pictóricas de San Antón.

 Parece ser, además, que los frailes antonianos utilizaban grasa de cerdo como parte esencial de la pócima (junto a pan no contaminado) con que curaban a los enfermos. De este modo, los fieles empezaron a donar estos animales a los hospitales, distinguiéndolos con una campanilla colgada de su cuello, en señal de que podían andar libres por las calles y comer cuanto encontraran, sin que nadie pudiera molestarles ni apoderarse de ellos. De ahí la representación de San Antón junto a un cerdo encascabelado a sus pies.  

 Fue así como, sanador de almas y cuerpos, llegado el siglo XVIII, la milagrosa protección de San Antón se hizo también extensiva a los animales domésticos, generalizándose después el rito de su bendición el día en que la Iglesia celebra su festividad, es decir, el 17 de enero.

 No obstante, no podemos dejar de pensar que los ritos que tienen lugar en torno a la celebración de San Antón, sean una asimilación cristiana de ritos paganos anteriores, relacionados con el año nuevo, la protección contra las enfermedades, y la renovación de los ciclos productivos ganadero y agrícola. Ritos en que los animales domésticos y el fuego cobraban especial protagonismo, como garantes de la supervivencia de la comunidad ante la crudeza de los meses de invierno. De hecho, en el panteón de dioses de los pueblos de la Iberia prerromana, se encontraba la diosa Ataecina (asociada posteriormente a la diosa romana Proserpina), siendo su animal sagrado la cabra. Diosa de la primavera, y protectora contra las enfermedades, para invocar su protección se encendían, también por estas fechas, antorchas y hogueras nocturnas, al tiempo que grupos de jinetes procesionaban por las calles a lomos de caballerías. 


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