Dibujo de VAN HAMME, ilustrando el presente artículo, publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, el 23 de abril de 2019. |
San Jorge,
símbolo del renacer de la vida
Luis Negro Marco
/ Historiador y periodista
Inscrito en la lista de mártires de la
Iglesia desde el siglo V, San Jorge vendría a representar la personificación
del caballero cristiano que combate el mal en defensa de la fe y de los
oprimidos, secularmente invocado como uno de los protectores de la religión
cristiana, de la verdad y de la justicia.
Conocido como el santo que –montado en
un caballo blanco, enarbolando el estandarte de la cruz y embrazando una lanza–
acaba con la vida del dragón (símbolo del mal), sin embargo este relato (con
orígenes en Oriente) no constó en la biografía de San Jorge hasta finales del
siglo XI, coincidiendo con la época de la Primera Cruzada.
De este modo, el honor de haber
obtenido el triunfo tras singular combate contra el dragón habría recaído,
primeramente, en el también militar San Teodoro de Amasya (santo de Asia Menor,
que vivió en el siglo IV) y de tal guisa, triunfante sobre él, aparece
representado sobre una columna, erigida en el siglo XII, en la plaza de San
Marcos de Venecia. E igualmente, San Teodoro y San Jorge figuran juntos en un fresco
del siglo XII, perteneciente a una de las iglesias (la Yilani Kilise, “Iglesia
de la Serpiente”) rupestres del valle de Göreme, en Turquía. El nombre de esta
iglesia se debe, precisamente, al fresco en que ambos soldados son
representados a caballo alanceando a un dragón, en forma de gran serpiente. Y
casualmente fue otro santo del mismo nombre, Teodoro de Siceone (583-613)
nacido –al igual que los otros dos– en tierras de la actual Turquía, quien
profesó una gran devoción por San Jorge, y a quien en buena medida se debe la
posterior difusión de su culto a lo largo de toda la cristiandad. Hecho que
tambien se refleja en el santoral, pues su celebración antecede en un día (es
el 22 de abril) a la del Patrón de Aragón.
San Jorge, que fue tribuno militar en
tiempos de Diocleciano, murió mártir –fue decapitado en el año 303– durante las
persecuciones contra los cristianos llevadas a cabo por el emperador, no sin
antes haber conseguido –según la Leyenda de Oro– la conversión de la propia
esposa de Diocleciano, la emperatriz Alejandra, decisión por la cual fue
decapitada; considerada mártir, goza todavía de gran culto en la Iglesia
ortodoxa.
Por lo demás, no solo muchos países
del mundo cristiano tienen a San Jorge como patrón, sino que además su figura aparece
asimilada a personajes semejantes de otras culturas y religiones. Así, en
Turquía (tierra natal de San Jorge) podría estar asociada al santo musulmán
Hizir, transcripción del árabe Al-Kidr (el verde), a quien también se celebra
el 23 de abril, y con parecidos cometidos a los que, en la religión hebrea, se
atribuyen al profeta Elías, siendo los tres (San Jorge, Hizir y Elías) figuras
regeneradoras de la naturaleza y del espíritu.
En cuanto a su simbología, la figura
de San Jorge es ecléctica, basculante entre lo divino y lo humano, entre la paz
y la guerra, entre la muerte y la vida, entre el bien y el mal. Un guerrero
cósmico al que el ya desaparecido escritor cubano José Lezama Lima imaginó
poéticamente “tripulando al caballo alado
Pegaso, derrumbando la Constelación del Dragón, rompiendo sus eslabones de
estrellas, su cabeza de carbunclo y su engordado buche de luna palúdica…”.
Santo labrador (la palabra Jorge proviene de la griega “georgos”, agricultor) cuya
llegada, después de Pascua, coincide con la del nacimiento de los primeros
brotes verdes en la tierra arada y oxigenada, propiciando con su cíclica victoria
el eterno retorno de la vida.
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