Luis Negro Marco / Historiador y periodista
Es el nombre del
pueblo donde nací. Y como mi acento casi nunca coincide con el de los muchos
lugares donde he trabajado y vivido, cuando me preguntan ¿y tú de dónde eres?,
yo digo siempre que de Teruel, de un pueblo pequeño que se llama Bello.
Entonces se hace un silencio, así que añado en seguida que está cerca de
Calamocha, ese pueblo que sale tanto en televisión porque a menudo es donde se
dan las temperaturas más bajas de España. Y también está cerca de la laguna de
Gallocanta, famosa por sus grullas. Y por suerte, estas dos referencias casi nunca fallan. Mucha
es la gente que ha oído hablar del triángulo del hielo en España: Teruel,
Calamocha, Molina de Aragón.
Bello. Atardecer invernal, entre las siluetas del silo y de la torre de la iglesia. 2016 .- Foto: Luis Negro Marco |
Situado a 1.005
metros de altitud sobre el nivel del mar, Bello tiene su propio mar interior en
la laguna endorreica de agua salada más extensa de Europa, y también da nombre
a su propia comarca, el Campo de Bello, conformando uno de los seis “torreones”
de la imaginaria muralla natural que rinden vasallaje a las azuladas y
tarquinosas aguas azules de la layuna;
comenzando por el pueblo que da nombre al humedal, Gallocanta, continuando por
Berrueco, Tornos, Torralba de los Sisones y Odón, que quedan algo más a trasmano
del bello aguarchal, y Bello, cuyo emblema más visible y destacado es la
silueta de su esbelto silo de trigo al que hasta hace unas décadas acudían a
pesar el grano todos los labradores de la redolada.
Tarde veraniega de aravogue en Torralba de los Sisones.- Foto: Luis Martín Negro |
Sin embargo, cuando
llegaba el verano, por las mañanas, nuestras madres rujiaban la calle y regaban
las macetas, perfumando el barrio de un agradable olor a geranios y rosas. Los
campos se teñían de un intenso color amarillo que brotaba de las espigas
repletas de granos de trigo. Llegado el tiempo de la trilla, para hacer peso en
el trillo de cuchillas de pedernal, los chicos nos sentábamos encima, sobre un
improvisado taburete de madera, mientras un par de mulas tiraban de tan
original tiovivo, dando vueltas en redondel sobre la mies extendida.
Y para el otoño
llegaban a Bello las esbrinadoras castellanas, de la parte de Molina y de
Cubillejo de la Sierra, para ayudar en las labores del azafrán. Horas
interminables de trabajo sentado sobre trémulas sillas esganguilladas que
regomellaban quejumbrosas por la fatiga del peso.
Pero Bello también sabe a historia: la de su cardenal, Juan
Francisco Marco, que murió en Roma, en 1841, y la de su sobrino, el legendario
guerrillero carlista y general, Marco de Bello, que participó en las tres carlistadas
y que, fallecido en 1885, está enterrado en el cementerio de Caminreal. Bello
es también su dance de ángeles y diablos descendidos a tierra llana, en la que –durante
la Guerra Civil– hubo un campo de aviación en el que aterrizaron y despegaron
los aviones que participaron en la batalla helada por la conquista de Teruel.
Bello fueron también
las fiestas de chicos y chicas con aire de felicidad, bailando en las peñas al
son de las canciones de Karina y de los Bravos, y a nuestra manera fuimos muy
modernos, aunque los ababoles de ciudad nos llamaran pueblerinos.
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