sábado, 23 de mayo de 2015

El Padre Ignacio de Nicolás (escolapio), comenta el evangelio del domingo de Pentecostés, 24 de mayo

                                  Firmas invitadas

    P. Ignacio de Nicolás, escolapio
Exégesis del Evangelio del 24 de mayo: Pentecostés, o Venida del Espíritu Santo 
                                     
                                                                  (Jn 20,19-23)

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P. Ignacio de Nicolás, escolapio

La Iglesia, fundada por Jesús, tiene dos períodos diferentes con dos Parácletos  [abogados defensores] también distintos. El primer periodo es el de Jesús, de cuerpo presente como abogado; el segundo fue y aún es, el del Espíritu Santo al que debemos esencialmente los dos valores que forman la Iglesia actual: Palabra y Poder. Por eso, Èl es llamado Espíritu de Verdad, de Sabiduría, de Profecía y Espíritu de Poder. La primera cuestión es saber cuál es la esencia del Espíritu Santo. ¿Es Don o Persona? Podemos afirmar que el propio Dios se da, habitando personalmente dentro de nosotros, como Espíritu de nuestro espíritu. Por eso dirá Pablo que somos templos del Espíritu Santo, que habita en nosotros (1 Co 6,19). Desde los tiempos apostólicos existe una evolución, o si se prefiere una elaboración constante sobre la presencia y doctrina que explica esta habitación amorosa del Espíritu en nosotros. Lo que no es de extrañar, debido a que Él nos enseñará todas las cosas (Jn 14,26), transformado en el Maestro Interior, que dirá San Agustín, siendo que en origen del Cristianismo, la doctrina que Pablo podía explicar, era como leche dada a bebés que no suportaban alimento sólido (1Co 3,2). Textos: Si recorremos a los textos sagrados veremos cómo Jesús lo considera verdadera persona, ya que habla de otro abogado, que permanecerá con vosotros para siempre (Jn 14,16). Y es considerado como igual al Padre y al Hijo, pues es en su nombre [persona] que fuimos bautizados (Mt 28,19). Así como el Padre es considerado criador de todo, el Espíritu es el santificador que prosigue la obra del Hijo con la Verdad, siempre como modelo. Inmediatamente de subir del agua, o sea, después de la inmersión, los cielos se abrieron, indicando una nueva morada; por eso el Espíritu posó sobre Él, como lo hace con nosotros; y fue declarado hijo, exactamente como nosotros (Mc 1,10). Lo mismo sucede con nosotros según las palabras  de Pedro en At 2,38, en la imposición de las manos, rito que ahora es llamado de Carisma. Así lo vemos por el incidente de Simón en At 8,18-19. La obra principal: Es la santificación del hombre, que es una obra de transformación. Los
Pentecostés. Cuadro de El Greco (1540-1614)
Museo de El Prado (Madrid)
apóstoles, que fueron cobardes y temerosos de los judíos de modo a mantener las puertas trancadas por miedo de los mismos (
Jn 14,17) se transforman en el día en que el Espíritu Santo posó sobre ellos, en testigos intrépidos de Jesús y de su Resurrección. De ahí la Parresía [libertad en hablar] de quienes fueron dotados en esa hora y que la bíblia de Jerusalén traduce por intrepidez u osadía (At 4,13). 
Espíritu de la Verdad: Como Don que es, ¿qué aporta a las limitaciones humanas? En primer lugar Él es Espíritu de la Verdad (Jn 14,17). La verdad es tan difícil de discernir que hasta el propio Pilatos interpela a Jesús sobre la misma, y este no responde (Jn 18,38) porque era imposible entender la Verdad por quien no estaba dispuesto a recibir al Espíritu que la enseñaba. Y el testimonio de Jesús, diciendo que era la voz de la misma (Jn 18,37) resultaba inútil, como fue en vano su predicación para los dirigentes de Israel, hijos del padre de la mentira (Jn 8,43-44). Espíritu de la Sabiduría: Así es también llamado. Cristo, o sea Jesús crucificado e resucitado como Señor, era la suprema sabiduría del Padre (1 Cor 1,30). Y quien la enseña, diferentemente de la sabiduría del hombre, formulada ésta en bonitas palabras y racional filosofía, es el Espíritu Santo, que convencerá al mundo de los errores cometidos y conducirá los discípulos a la verdad plena (Jn16,8;13) como debería ser el fin de toda sabiduría. Espíritu de Profecía: Profecía no consiste en hablar cosas futuras, sino que la verdadera profecía es la que revela la voluntad de Dios y habla en su nombre, como vemos en Lucas 1,67 o en Marcos 13,11. Los apóstoles serán profetas, porque el Espíritu hablará por su boca. Por eso aparece como revelación de la voluntad del Señor en Hechos 13,2.- Espíritu de Poder: de un poder  que ultrapasa el poder humano y que hace posible la concepción de Jesús en el seno de María, como dice Lucas en 1,38. Jesús recibió en el Bautismo (At 10,38) ese poder, que también recibirían los discípulos, según las promesas del Maestro (At 1,8) y que Pablo reclama como señal de la origen de su ministerio en 1Tes 1,5. Lógicamente este poder es duplo: un carismático, que Pablo anota en Rom 15,19 como señal y prodigio, o sea milagro. Y otro ministerial, dado para el perdón de los pecados o la salvación esencial, como es claramente indicado en el evangelio de hoy (20,22) y que Pablo y los otros transmiten con la imposición de las manos, según 1 Tm 4,14 y 5,22, confirmándolo en 2 Tm 1,6. Poder que los teólogos llaman de ministerial, o sacramental.  Resumiendo: En palabras de San Juan de la Cruz: "el Espíritu Santo es el Santo de los Santos en términos semíticos y el mayor de los Santos en términos occidentales", como él lo considera. Porque si los Santos nos ilustran con sus ejemplos, el Espíritu nos impulsa con sus deseos. Si los Santos nos favorecen con sus intercesiones,  el Espíritu nos favorece con su poder. Él es nuestro mayor Maestro, el mayor Abogado de la doctrina y obra de Jesús y el mayor Poder dado a los hombres por la gracia de Dios. Finalmente, el Espíritu se torna vida de nuestro espíritu, transformando un ser humano en divino por participación.
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 Nota: Veamos lo que nos dice San Cirilo de Jerusalén (hacia el año 388) sobre la acción del Espíritu en su tiempo: "Se sirve de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría: ilustra la mente de otros con el don de interpretar las divinas escrituras. Fortalece en unos la templanza, en otros la misericordia. A éste enseña la práctica del ayuno y la vida ascética. A aquél la profecía a este le concede el don para expulsar demonios. A aquel le otorga dominar las pasiones; a otro le prepara para el martirio El Espíritu se manifiesta distinto en cada un, pero nunca distinto de si mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común". 
  Según los teólogos tiene dos formas de manifestarse: "Modo divino", con carismas extraordinarios de poder ciencia  y sabiduría. Y "Modo ordinario" en que parece se sirve de las facultades humanas usándolas como conviene para el bien común. Cuando amamos, obramos y hablamos para mostrar el amor, la misericordia y la ciencia evangélica que hemos adquirido con la gracia del Espíritu que ha sido nuestro Maestro Interior. Y esto se da en todos los que de alguna manera queremos hacer un mundo mejor en nombre del Evangelio del Señor Jesús, contribuyenndo para el bien común. Consecuencia: En toda obra buena que realizamos está presente la gracia del Espíritu Santo como preveniente, subsecuente y final. De modo que todo el bien que realizamos –dice Teresa de Ávila- es de Dios y únicamente lo malo es nuestro.


Frase: "Se aprende más con un fracaso que con cien triunfos." 

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