miércoles, 13 de mayo de 2015

Un libro del sociólogo Rafael Cruz analiza la historia y el carácter de la protesta en España durante el último siglo

Protestar en tiempos difíciles

Luis Negro Marco / Cahors

 La Constitución española de 1876  explicitaba en su artículo 13 que “todo español tiene derecho de reunirse pacíficamente”, pero dejaba en manos de los gobiernos sucesivos su autorización, y así… hasta un siglo después.
 
  Para que sea posible la protesta ciudadana son necesarios: la existencia de un conflicto, recursos para su realización, y una cultura social que la lleve a cabo. En la España de comienzos del siglo XX no fueron pocas las protestas que, por su especial violencia, terminaron con un decreto de la gobernación resignando el mando en la autoridad militar, que a su vez declararon el estado de guerra. Pero lejos de aplacar el conflicto, este tipo de medidas no hicieron sino avivar la llama de la violencia entre los desesperados manifestantes, la mayoría de ellos personas sin trabajo y sin recursos para mantener a sus familias.
 
 La llamada “guerra de África”, durante las tres primeras décadas del siglo XX, requirieron  de constantes sorteos  de quintas que terminaron en no pocas ocasiones en altercados, como aconteció en un pueblo de Orense, en 1921, con la quema de las papeletas con los nombres de los mozos. Del mismo modo, el anticlericalismo social se tradujo en la quema de edificios religiosos, siendo significativa la que aconteció en Barcelona en julio de 1909, en el marco de la huelga general contra la guerra en Marruecos.
 
Puede decirse que los desfiles militares, las procesiones religiosas y los cortejos fúnebres y de
Portada del libro. "Protestar en España", de Rafael
Cruz
; Alianza editorial.- Madrid, 2015
obreros, fueron el precedente más inmediato de las manifestaciones, en sus distintas modalidades. Con ellas, se trataba de ocupar la vía pública (Manuel Fraga, siendo ministro del Interior, en 1976, fue quien pronunció la célebre frase: ”la calle es mía”, a Ramón Tamames) para promover diversas reclamaciones de pertenencia política y apoyo para determinada posición o programa político a través de gritos, silencios, pancartas, banderas o slogans.
 
 Las huelgas promovidas por los sindicatos (principalmente UGT y CNT), en la década de 1920, fueron asimismo respondidas a menudo con cierres patronales (lock-outs). Pero además del conflicto laboral y social, también los militares manifestaron entonces su malestar, principalmente en lo referido a las Juntas de Defensa, lo que provocó, por ejemplo, la sublevación del Cuartel de Carmen en Zaragoza.
 
 También hay que tener en cuenta que las protestas pacíficas son manifestación popular de la soberanía popular, como ocurrió en España durante el período comprendido entre 1924 y 1939, año en que finalizó la última guerra civil española y en que dio comienzo el período negro de la dictadura de Franco y la supresión “de facto” de los derechos de ciudadanía de los españoles.

 Durante este tiempo, la contundente represión policial provocó en no pocas ocasiones la muerte de manifestantes, como ocurrió en Vitoria, en marzo de 1976, cuando cinco trabajadores resultaron muertos durante el desalojo de la iglesia de San Francisco, donde se habían encerrado junto a decenas de compañeros reclamando mejoras laborales.
 
 La llegada de la Democracia ha propiciado a su vez nuevos tipos de protesta y reivindicación. De este modo, el hartazgo de la sociedad española contra los criminales atentados de ETA, suscitó en el País Vasco el surgimiento del movimiento ciudadano “Gesto por la Paz”. Y del mismo modo, el brutal atentado perpetrado por el movimiento terrorista de Al Quaeda, el 11 de marzo de 2004 en la estación  madrileña de Atocha, dio origen a una respuesta ciudadana inmediata, con una impresionante capacidad de convocatoria a través de mensajes de móvil: (“Pásalo”) en los días previos a las elecciones generales que tuvieron lugar tres días después.  Y hasta sería posible que Rodríguez Zapatero hubiese ganado, por esa circunstancia, aquellas elecciones frente hasta el entonces claro favorito en las encuestas, el actual presidente de España, Mariano Rajoy.
 
En Aragón, las principales reivindicaciones sociales durante los últimos años han tenido lugar con motivo de la oposición al trasvase del Ebro; pero también por la reclamación de mayores cotas de autonomía política, la defensa por la dignidad de los aragoneses (“Teruel Existe” y  la Coordinadora de los afectados por los grandes embalses y trasvases-COAGRET-  han sido las principales plataformas), y la devolución de los bienes eclesiásticos de la Franja.
 
 A nivel nacional, destacó, desde diciembre de 2002, con motivo del naufragio del Prestige y la consiguiente marea negra que afetó a buena parte de las costas de Galicia, el surgimiento del movimiento “Nunca máis”, base a su vez de “las mareas ciudadanas”. Ya en 2011, el movimiento de los indignados contra la corrupción, dio origen a la Plataforma 15-M que a su vez, catapultó la creación de candidaturas y partidos políticos, como en el caso de “Podemos”.
 
   Y los paradigmas de comportamiento social cambian a velocidad vertiginosa en la vida moderna, de manera que mañana todo lo que ocurrió ayer ya puede historia. Y es que, como dice un adagio del periodismo: “no hay nada más viejo que un periódico de ayer”.

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