miércoles, 6 de mayo de 2015

Película de Hernán Zubizarreta sobre Santa Juana de Lestonnac, sobrina de Montaigne y fundadora de la Congregación religiosa "Compañía de María"

                                                     El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruelhttp://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/morir-actuar_1020907.html

O morir, o actuar
Una película recrea la vida de Santa Juana de Lestonnac, fundadora de la primera congregación femenina dedicada a la educación


Luis Negro Marco / Santiago

Santa Juana de Lestonnac, fundadora de la  Orden de la Compañía de María, nació y murió en Burdeos (1556-1640). Sobrina del humanista Michel de Montaigne (a su vez descendiente por línea materna de una familia de judeo conversos aragoneses), se educó en la religión católica, si bien su madre, Juana Eyquem de Montaigne, era calvinista.

 En 1573, y con apenas diecisiete años, Juana contrajo matrimonio con el marqués Gastón de Montferrand, con quien tuvo cinco hijos, y una vez viuda, en el año 1603, ingresó en el convento cisterciense de las monjas Fuldenses de Toulouse. Allí, en la soledad de su celda, es donde alumbró la revolucionaria idea (en un mundo entonces dominado por hombres, donde la mujer quedaba relegada casi en exclusividad a las tareas domésticas y el cuidado de los hijos) de fundar la que habría de ser la  primera congregación femenina aprobada por la Iglesia consagrada a la educación de la mujer, la cual fue confirmada por el papa Paulo V en abril de 1607.

 El carácter universal de la fundación (sin distinción de credos, grupos sociales ni etnias) queda ejemplificado en el hecho de que la primera comunidad estuvo integrada, en su mayoría, por mujeres jóvenes provenientes de familias protestantes. Pero analizar aquella revolución educativa en parámetros de nuestro tiempo, puede llevarnos a pensar que la materialización de tan nobles ideales fue una tarea fácil. Al contrario: valiente, visionaria, y con gran capacidad de liderazgo, Juana de Lestonnac hubo de enfrentarse a un mundo de varones y desarrollar todo su ingenio para eludir los rigores de la clausura –a la que estaban sometidas las religiosas por las normas de la Orden– y lograr así su cometido de dignificar la vida de la mujer a través de la educación.

 Hace apenas una semana (en los mismos días en que se cumplía el primer aniversario del secuestro de trescientas niñas cristianas en Chibok –Nigeria–, perpetrado el 14 de abril de 2014 por el grupo terrorista Boko Haram), la Compañía de María presentaba en Santiago de Compostela, la película “Juana de Lestonnac: O morir, o actuar”. Un filme del realizador Pablo Hernán Zubizarreta, con banda sonora de Philip Glass, que propone un apasionante viaje en el tiempo a la Francia del siglo XVI, así como al legado actual de la fundadora en países tan diferentes como la República Democrática del Congo, Japón, Francia, Colombia y Egipto. Un relato que crece en el intercambio entre el pasado y el presente, las raíces y sus frutos, lo íntimo y lo comunitario, la reflexión y la acción.

Fotograma de la película: "Juana de Lestonnac: o morir o actuar", de Pablo Hernán Zubizarreta
 “Educar por y para la libertad” de la mujer y “formar cabezas bien hechas, más que bien llenas”, fueron lemas de Montaigne que inspiraron a su vez la obra educativa de su sobrina, Santa Juana de Lestonnac. Asimismo, la inversión de palabras en la frase “O morir o actuar”, en vez de la más lógica “actuar o morir”, utilizada muy a menudo por la fundadora y las religiosas de su congregación, explican el giro copernicano que pretendió impulsar en la sociedad de su tiempo. Un grito a contracorriente y llamamiento a la sensibilidad social, equiparable simbólicamente al “Guernica”, de Picasso, cuyas escenas fueron compuestas por el genial autor, a modo de relato de súplica, en sentido contrario al de la escritura.

 Santa Juana de Lestonnac, al igual que el aragonés San José de Calasanz (1556-1648), no por casualidad coetáneos en su revolución pedagógica (el santo de Peralta abrió en Roma, y en el año 1597, la primera escuela gratuita para niños pobres), fueron los grandes impulsores de la pedagogía moderna y  de la universalización del derecho a la educación, único camino posible para la igualdad y la transformación de la sociedad.

Y aparte de que ambos santos (José de Calasanz y Juana de Lestonnac) naciesen en el mismo año, y que ambos fuesen fundadores de las primeras congregaciones religiosas dedicadas a la educación (Calasanz, de las Escuelas Pías, y Lestonnac, de la Compañía de María), aún encontramos otra curiosa coincidencia entre ellos: Pío XII proclamó en 1948 a San José de Calasanz “Patrono universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo”, y al año siguiente, canonizó a Santa Juana de Lestonnac, al tiempo que recibía el nombramiento de protectora de Burdeos, su ciudad natal.

 Nuestro mundo vive tiempos convulsos, con graves problemas que nos conciernen a todos, y ante los cuales no podemos quedar indiferentes salvo que, renunciando a nuestra libertad responsable, nos convirtamos en agentes de nuestro propio dolor y del sufrimiento ajeno. La muerte constante en el Mediterráneo –nuestro mar, el mar de Europa–, de miles de personas que buscan la dignidad lejos de sus hogares y familias, debe hacernos no solo reflexionar, sino también actuar.  Y no solo a través de grandes obras,  ni filantrópicas donaciones de dinero, sino también, y simplemente, a través de la bondad en nuestro quehacer diario y la expresión del amor en nuestras relaciones con los demás.

Efectivamente: “O morir, o actuar”. No es tiempo de silencio, ni de brazos cruzados, sino de trabajar pacíficamente en favor de la verdad, como aquellos dos grandes precursores de la educación. Martin Luther King, lo expresó también gráficamente en una de sus célebres frases: “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”.

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