miércoles, 24 de septiembre de 2014

Britania, el rey Arturo y Escocia (I)

Britania, la leyenda del rey Arturo y la
última legión de Roma

Luis Negro Marco / Piedrafita do Cebreiro

 La leyenda en torno al rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda. Un pasado real que no fue el de un caballero medieval, sino el de un general romano, el último en Inglaterra, al mando de la última de las legiones, tras la caída del Imperio Romano de Occidente, en el año 476 de nuestra era.

 Los años previos a la caída del Imperio Romano de Occidente, estuvieron jalonados por una serie de hechos (macerados por el odio, el sexo, la traición y la ambición) que superaron, con creces, al mejor y más imaginativo de los culebrones televisivos de nuestros días. Así, durante el reinado de Valentiniano III, su general Aecio (vencedor en el 451, sobre los hunos de Atila, en los llanos de la región francesa de Châlons sur Marne) murió por un lío de faldas del todo ajeno a él. Y es que el senador Petronio Máximo, cuya esposa había sido ultrajada por el Emperador Valentiniano III, se propuso, en venganza, destronarle (por supuesto para ponerse él en su lugar) pero temía la fidelidad de Aecio. Para quitarse un estorbo de encima, Máximo hizo todo lo posible porque Aecio perdiera la gracia del Emperador, quien le mató con su propia espada. En efecto, muerto Aecio,  Máximo asesinó a su vez al emperador. El senador se hizo  proclamar entonces emperador y casó con la viuda de Valentiniano, Eudoxia. Pero, a su vez, Eudoxia demandó la ayuda de  los vándalos de Genserico para vengar la muerte de su esposo. Como resultado, Máximo sintió también el frío acero en sus entrañas, haciendo bueno el dicho de que “quien a hierro mata a hierro muere”.
Portada del disco AVALON, de Roxy Music. Trabajo discográfico editado
en 1983, y cuyo título hace referencia a la mítica isla de Avalon, relacionada
con la leyenda del rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda.

  En medio de este panorama, no es de extrañar entonces que el patricio Orestes,  antiguo secretario de Atila, derrocara un buen día al emperador Julio Nepote, instaurando en el trono a su propio hijo, un muchacho entonces de apenas 10 años de edad. Se llamaba Rómulo Momilo Augusto. Por su corta edad, llamado “Augústulo”. Pero pronto, quizás cansados de sus travesuras, los jefes bárbaros se levantaron contra Augústulo, y uno de ellos, Odoacro (hijo de un ministro de Atila) en el año 476, desterró al niño emperador, a la isla de Capri, otorgándole, eso sí, una pensión de 6.000 libras de oro.  Además, ya puestos, Odoacro envió las enseñas imperiales a Zenón, emperador de Oriente, con sede en Constantinopla, argumentando que “para ocupar la grandeza del Imperio, con un emperador bastaba”. Se consumaba así la caída del Imperio Romano de Occidente.

  Mientras tanto, en Inglaterra, la dominación romana nunca se había hecho efectiva en el Norte de la isla. De hecho, el emperador Adriano, en el siglo II d.C, hubo de levantar, cerca del límite con Escocia, un muro de contención, a modo de reducida muralla china,  de 117 kilómetros de longitud. Su finalidad era la de proteger el sur de la isla contra las constantes incursiones de Pictos (así llamados porque tintaban sus caras en el combate) y Escotos, de origen irlandés. Pero tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los romanos dejaron independiente a Britania, y los Pictos, arrasaron el país. Entonces, el caudillo de los bretones Penteyrn Wortingern, de madre romana, pidió auxilio a las tribus alemanas de los sajones, y anglos.  Pero los anglosajones, harían pagar a los bretones galos muy caros sus servicios, apropiándose del país entre el Támesis y el Canal de Mancha, fundando, además, sus propios reinos.
   
Así y todo, los bretones lograban mantener su independencia en el País de Gales bajo el general romano Aurelius, gobernador de Britania, con el título de  “Regissimus Britanniarum”. Bajo su mando, el águila de las legiones romanas, y el dragón de los bretones, se fundieron en una sola legión contra las invasiones de los bárbaros caledonios. Antes de su muerte, Aurelius, había adoptado como hijo, y nombrado sucesor, a  Artorius, un nombre cuyo significado es el de “el guardián del oso”, y que alude, además, a la estrella del mismo nombre, Arturo, la más brillante de la constelación del Boyero, hacia la que se dirige la cola de la Osa Mayor (“Arctos-Oura”). La condición que Aurelius impuso a Artorius (Arturo) fue la de que su sucesor, habría de ser de su linaje.

 Volviendo a Arturo, y siguiendo al cronista Godofredo de Monmouth, fue aquél, fruto del adulterio de Igernes, duquesa de Cornwalles, y de Uther, jefe de los bretones. En sus batallas, Arturo contó con el apoyo del druida y mago Merlín (Ambrosio, en el equivalente latino de su nombre, y de origen, seguramente escocés) y de su espada “Excalibur”, otorgada al rey Arturo por la misteriosa Dama del Lago. El hermoso puño de Excalibur, impedía que su portador perdiera sangre en la batalla. Además, según el relato medieval galés, “El sueño de Rhonabwy”, en la empuñadura de Excalibur había un grabado que representaba dos serpientes que echaban fuego por la boca cuando la espada estaba desenfundada. La hipótesis hoy más generalizada es que el nombre de la espada, tenga su origen en las palabras latinas “Ensis Caliburnus”: (Espada Calíbica: “Excalibur”). Haría referencia a sus fabricantes: los Calibes (en Grecia la palabra “calibe” designaba al acero) un pueblo de origen escita, del Asia Menor (actual Turquía) muy hábiles en trabajar el acero y el hierro.

   Arturo fijó en Caerleon (el Camelot de la leyenda) su Corte, donde presidió las reuniones de los Caballeros de la Tabla Redonda, que, por su falta de presidencia, simbolizaría la monarquía ideal donde un soberano feudal reina en beneficio de todos, apoyándose en la aristocracia y la sociedad caballeresca, que quedaría así enaltecida. Y al igual que Julio César, el primer general romano en Britania, Arturo, “Solus romanae gentis” (el último romano de Albión), también con la ayuda de su espada,  habría vencido a los Escoceses y Sajones en muchas batallas. La más importante victoria artúrica, tuvo lugar en el 493, contra los Anglos,  en la batalla del “Mons Badonicus”.

    En torno al 506, Arturo casó con Ginebra (Ygrain) hija de Cador, el “Magister militum” de su
guardia imperial de reserva.  Pero, celoso de su poder, el noble romano Modreautus (nieto de Aurelius, y sobrino del propio Arturo) le traicionó y mantuvo con él una primera batalla en la fortaleza de Camboglanna  (la Camlann de la leyenda artúrica, y actual Castledteats) junto al Muro de Adriano. Derrotado Modreautus, y perseguido por Arturo, tuvo lugar un segundo choque, en la fortaleza de Banna (actual Birdoswald) en el que muere Modreatus, y Arturo es, igualmente, mortalmente herido.

  Su cuerpo es llevado a la fortaleza de Aballava (Appleby, y actual Burgh-by-Sands)  que la leyenda posterior convirtió en la isla de Avalon, la isla de las manzanas, actual Glastonbury. Pero los romano-bretones, no creyeron nunca en la muerte de su “Regissimus Britanniarum”, y estuvieron durante mucho tiempo, aguardando  la vuelta de Arturo, para que se cumpliera así la profecía de sus druidas: “Vendrá un joven del mar meridional, llevando la espada. El águila y el dragón alzarán el vuelo nuevamente sobre la vasta tierra de Britania”. 

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