martes, 13 de agosto de 2013

Un libro para viajar durante el verano: "El libro de los Caminos de Santiago"

Pistas hacia Compostela  

Hace un tiempo llegaba a las librerías un hermoso libro: “El libro del Camino de Santiago”, una recopilación de textos e imágenes de varios autores, a cargo del escritor lucense José Miranda Ruiz, publicado por “451 Editores”. Las diversas narraciones seleccionadas, algunas de ellas inéditas, están marcadas por el sello de la excelencia literaria, en perfecta armonía con la rica iconografía de sus páginas; pintura, y textura visuales son el armazón de esta joya bibliográfica, creada por el alquímico bien hacer que caracteriza a este gran antropólogo gallego de las letras que es José Miranda.

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela

Portada de la obra: "El libro del Ca-
mino de Santiago".- de 451 Editores
A través de las páginas de este libro, el lector pasará de saber sobre el origen de la Vía Láctea, y su relación con el cuento de la lechera, a enlazar con la mitología de la India, pues se trata de caminos mágica y misteriosamente interconectados. Por aquí desfilan personajes como Prisciliano y Herakles, o reyes como Carlomagno, junto a prostitutas, leprosos y aristócratas, hombres honrados y bandoleros, clérigos y truhanes, santos y pecadores. Todos en el mismo camino de la vida en su particular peregrinaje por la senda terrenal de las estrellas.
 Miranda Ruiz deconstruye la mirada única sobre el Camino de Santiago y construye el caleidoscópico mundo que atesora la Ruta Jacobea. Así, al igual que las ramas de un árbol que, conforme crecen divergen, pero nacen del mismo tronco, así el Camino de Santiago es contemplado en este libro como el avance natural de la Humanidad hacia Occidente (del latín occidere —ocaso—), hacia el Finis Terrae dibujado en los mapas del antiguo Imperio de Roma, y al que todos los seres vivos confluyen, en actitud dinámica —caminando, aprendiendo, creciendo— hasta morir. Estamos por lo tanto, ante el “Mito del Eterno Retorno” (muerte y resurrección) que de forma tan brillante el antropólogo Mircea Elíade supo describir en su libro de título homónimo.
  En “El Libro de los Caminos de Santiago” sale a relucir la cuestión de si el Camino no fue en realidad sino la adaptación cristiana de un peregrinaje, ya establecido durante la Prehistoria, ante la necesidad humana, desde los orígenes del Homo sapiens, de expresar su dimensión religiosa. A la luz de esta premisa, cabría por lo tanto preguntarse si los aún enigmáticos petroglifos y pinturas rupestres esquemáticas que también se encuentran en tierras aragonesas, no serían en realidad sino hitos, “piedras
miliarias”, marcando determinadas etapas del estadio evolutivo del hombre, intrínsecamente ligado a su proceso de expansión geográfica. Y es aquí donde adquiere plena dimensión el significado bíblico del Génesis: “El hombre dio nombra a los animales” —que en su día cantara también Bob Dylan— y por ende, dio también nombre a las plantas y los accidentes geográficos del mar y la tierra, así como discernió el día de la noche y la Humanidad se convirtió en reina de la Creación.
Huellas (pegadas) del peregrino sobre la arena
de la Playa.- Aguieira (Porto Sín / A Coruña)

Foto: Luis Negro Marco
  Y junto a esta visión religiosa del Camino de Santiago, reflejo en la Tierra del celestial de la Vía Láctea (título que no por casualidad fue llevado al cine por Luis Buñuel, desentrañando la vida de Prisciliano) también surgen interpretaciones, más pedestres, que nos llevan  hasta los siglos VI y VII de nuestra era, justo antes de la invasión musulmana de la Península, cuando en Galicia existía el reino cristiano de los Suevos, y en el resto de Hispania, el Godo, de religión arriana. Tras la unificación de ambos reinos (Suevo y Visigodo) Galicia se apoyó, en su consolidación como reino y alianzas internacionales, en el obispado de Iria Flavia (donde según la tradición habrían llegado en barca de piedra los restos del Apóstol Santiago) que pronto se vio en la necesidad, para no ser absorbido por el de Toledo, de mostrar su independencia respecto a éste y al portugués de Braga, ciudad en la que en el año 563 se celebró un Concilio que condenaba a la religión Prisciliana como herética.
  Hoy en día son mayoría las voces que ponen en cuestión el hecho de que los restos que reposan en la catedral de Santiago (hallados, según la tradición, en el año 813 por el ermitaño Payo en el bosque de Libredón) sean los del Apóstol Santiago, y abogan, incluso, porque sean los del hereje español Priscialiano,
Representación de la llegada de Santiago a
Compostela a bordo de la barca de piedra.
Fachada de "PLaterías" de la catedral de
Santiago
.- Foto: Luis Negro Marco
decapitado —al igual que Santiago— en la ciudad de Trèveris, en el año 385. Mas, convenía a la fe cristiana e intereses expansionistas de Galicia, y por ende de los demás reinos cristianos de dentro y fuera de la Península, que los restos hallados en Iria Flavia no fuesen los del  heresiarca, sino los de Santiago, fiel “amigo” —algunas fuentes tratan de deducir por las Escrituras que fue también su hermano— de Cristo.
  Por otro lado, el surgimiento del Camino de Santiago estaría íntimamente ligado al origen del concepto de Europa como gran Estado de naciones; de hecho, Europa se configuró (ya desde Roma) estableciendo caminos que avanzaban hacia Occidente, un empeño en el que, desde Carlomagno, habrían de destacar sobre todo los franceses. Así, el Cantar de GestaLa Canción de Rolando”, que glosa el ataque a las tropas carolingias llevado a cabo por tropas vasco-navarras en el  año 778, y en el que muere el caballero franco Roldán, marcaría muchos de los hitos sobre los que también se afianzaría el Camino de Santiago.
  En este asunto, Zaragoza (cuyo asedio abandona el rey de los francos ante el ataque de los sajones a suelo galo) es también pieza clave en la ruta jacobea, por ser la ciudad, en la que a orillas del Ebro, la Virgen, sobre un pilar, se le aparecería al Apóstol Santiago. Se comprende fácilmente, de todo lo anterior,  que el principal Camino de Santiago (de entre los actualmente “oficiales”) reciba el nombre de “Francés”, ya que habría sido “invención” de los francos; no en vano, la liturgia cluniacense gala fue introducida por vez primera en España en el reino de Galicia y el “Códice Calixtino”, en el que se basa la tradición jacobea, habría también sido escrito por clérigos franceses.
Concha y cruz de Santiago. Lateral de la fachada
de "Platerías" de la Catedral de Santiago.
-
Foto: Luis Negro Marco
 El porqué de “la invención del Camino de Santiago” radicaría en la necesidad de expansión francesa hacia el Oeste, objetivo que pasaba por debilitar el floreciente reino de Navarra, y promover y fomentar al de Galicia, opuesto asimismo al avance hacia el Este del portugués. De todos modos, se puede hablar de una doble dimensión del Camino de Santiago (con el que, por cierto, el “Juego de la Oca —también de origen francés— guarda una estrecha relación): por un lado la religiosa (espiritual) y por otro la terrenal (material), de carácter económico, cultural y también artístico, pues el arte románico surgió y se expandió a través de la ruta jacobea. Y junto a la dimensión positiva del “camino terrenal”, surgió asociada, una negativa “ruta del crimen” marcada por la presencia de cuadrillas de bandoleros que robaban y apaleaban a los peregrinos, prostitutas que se ofrecían a los caminantes por unos cuantos maravedíes, violadores, y pícaros siempre atentos a vivir a costa de los caminantes.
 
Concha del peregrino tallada en piedra en la fachadda de
"Pleterías" de la catedral de Santiago
.- Foto: Luis Negro Marco
Finalmente, de la importancia que la figura del Apóstol Santiago tuvo en la consolidación de la Monarquía hispana (Carlos I celebró Cortes en Compostela en el año 1520, y años antes los Reyes Católicos habían favorecido a Compostela  con la construcción de un hospital para peregrinos) da cuenta la frase “¡Santiago, y, Cierra España!” con que, durante siglos, los soldados españoles iniciaban sus batallas. Fue el obispo de Toledo, Rodrigo Jímenez (que murió en 1245), quien aludiría por vez primera a la la mítica batalla de
Clavijo, que habría acaecido en el año 834 cerca de Logroño, y la cual se decantó del lado de los Cristianos gracias a la ayuda del Apóstol, que apareció en el fragor de la batalla a lomos de un blanco corcel.
 Los tiempos cambian, pero hoy como ayer, todos los Caminos (el del Norte, el Francés, el Portugués, el Inglés o el de la Vía de la Plata) siguen llevando hasta Santiago a miles de peregrinos que, por fuera de él, transitan para llegar adentro de sí mismos.

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