lunes, 12 de agosto de 2013

Un libro de Javier Arruga que nos adentra en la Filosofía de las altas Cumbres

El montañero enamorado

El profesor y escritor  zaragozano Javier Arruga publica “De la montaña y el amor”, novela ganadora del Premio “Desnivel” de Literatura 2012

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela


Parece que hay un dicho referido a los amantes de la montaña: “Montañero casado, montañero acabado” ¿O no? Precisamente, éste es uno de los hilos narrativos de este libro: “Un montañero elige la cima de una montaña en Nepal como el lugar en el que tomará una dura decisión: seguir disponiendo de su vida y de su tiempo sin ningún obstáculo, o continuar con su pareja y hacerse cargo de su hijo, que debe nacer al terminar su aventura montañera”.El otro cabo de “la cordada” es quizás más duro , al ser la propia vida del montañero la que entra en juego: “Dos cordadas, vasca y aragonesa, deben decidir si continuar su ascensión a la cima del K2” o auxiliar a un compañero accidentado”.
  En ambos casos, se trata de la necesidad de tomar decisiones. Y es que la montaña exige respuestas inmediatas, sin vacilaciones, a quienes se adentran en sus maravillosos, pero también peligrosos paisajes.
  Al menos así lo ha visto nuestro autor, quien con tan solo 42 años en su mochila, ya tiene acumuladas numerosas experiencias de montaña y ha grabado en su retina las majestuosas imágenes de varios “ochomiles”, comenzando por el Manaslú (8.156 metros de altitud), el primero que vio en su vida.
  Y sin embargo, es posible, que la montaña cambie nuestra visión de ver las cosas, con solamente una cosa segura: a nuestro regreso de ella seremos mejores y más humanos y cercanos hacia quienes nos rodean. Pero “De la montaña y el amor”, no es un libro de montañismo al uso, porque en él lo que de verdad importa son las relaciones humanas que emergen en las altas cumbres; podría decirse que esta novela traslada la cotidianeidad de la rutina diaria al terreno de la aventura. Al fin y al cabo, el montañero sigue siendo la misma persona en el momento más duro de la ascensión que cuando ha preparado su equipaje en el ambiente confortable de su hogar.
  Dicen que los montañeros tienen una mirada especial, como perdida hacia un horizonte que se presiente pero no se ve. Esa mirada que escudriña, en medio del silencio más absoluto, la vía que le permita culminar su sueño de una feliz ascensión. Es en esos momentos cuando se entabla un diálogo con ella. A la montaña no se le puede conquistar, se le debe seducir, como cuando intentamos conseguir la atención de la persona que amamos. Así, si la montaña adivina ansiedad o engaño, rechazará a su pretendiente, haciéndole regresar hasta su campamento base. A otros los ha abrazado con su manto helador convirtiéndolos en moradores eternos de su reino.
Roca.- Foto Luis Negro Marco
  La reposada imagen de Buda también se trasluce entra las líneas de este libro, como si los ojos de aquél se hubieran instalado en todas las cumbres de las más altas montañas del mundo, infinitamente serenos y eternos. Sabedores los sherpas y los baltis (porteadores) de la dimensión religiosa de  la cordillera del Himalaya,desde hace cientos de años vienen jalonando de improvisados altares en piedra y banderines los principales hitos de sus relieves. Cada uno de ellos representa una oración y cuando el viento los mece, transporta la plegaria en ellos depositada hasta el guardián de las alturas, en la esperanza de que interceda por su bienestar y el de sus familias.

 Este libro jamás hubiera poder sido escrito por alguien que no ama y no conoce el sentido de la amistad, por eso Javier ha podido titular a esta conmovedora novela: “De la montaña y el amor”.


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