domingo, 16 de agosto de 2015

16 de agosto: San Roque, el santo protector contra la peste y las grandes epidemias



El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruel
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 San Roque en los tiempos del cólera 

Luis Negro Marco / Montepellier

 San Roque, francés nacido en Montpellier en 1295, pertenecía a una familia adinerada, y al igual que hicieron muchos otros santos, a la muerte de sus padres decidió repartir su fortuna entre los pobres. Vistió entonces la capa, el sombrero y el cayado de peregrino (con el que se le representa), y se dirigió a Italia. En este país, invadido por la peste, se dedicó a cuidar de los enfermos, hasta que finalmente estando en Plasencia, enfermó también él. Retirado a un lugar solitario para no comunicar el mal a otros, fue hallado por el perro de un caballero noble, quien lo llevó a su casa hasta que se curó. Volvió entonces el santo a su Francia natal, en donde murió, en el año 1327. Nombrado abogado contra la peste, y por derivación, contra cualquier enfermedad.

 Las virtudes de San Roque se fundamentan en que es un santo que proporciona consuelo a los enfermos y protección para prevenir el mal. Y esta es la cusa por la que son miles los pueblos de España que tienen a San Roque por patrón. Su fiesta se celebra el 16 de agosto, y “hacer el agosto” es una popular expresión que indica que era en este mes cuando se procedía a la cosecha, y por tanto cuando se conseguían las ganancias. Por tanto invocar al santo en mes tan crucial era un infalible seguro contra las tormentas y el pedrisco. Además, su fiesta se celebra justo el día después al de la Ascensión de María en cuerpo mortal desde la Tierra al Cielo; y su papel como e intercesora de la Humanidad ante Dios, guarda cierta semejanza con el de San Roque como protector contra la enfermedad.

Uno de Los siete jinetes del Apocalipsis, a lo largo de la historia de la civilización, la peste ha sido la enfermedad causante de las más altas mortandades. Así, se tiene constancia de que se manifestó ya con gran virulencia en la Grecia Clásica (por el historiador Tucídides sabemos que diezmó en el 429 a. C. a la población de Atenas). Después –una vez desaparecido el Imperio romano de Occidente– en el año 542 d. C. se produjo una gran epidemia de peste en Constantinopla que acabó por extenderse también por Grecia e Italia, causando, según las crónicas, “una mortandad aterradora”.  

 Pero  cuando la peste provocó mayor mortandad fue durante la Edad Media. La peste bubónica (así llamada debido a los tumores, bubones y  manchas que dejaba en la piel, aunque también recibió el nombre de peste levantina) se manifestó con extrema virulencia en Europa y Asia en el año 1348, provocando  –según diversas fuentes- hasta cuarenta millones de muertes en ambos continentes. La enfermedad volvería a manifestarse en Europa, aunque con menos intensidad, también en los siglos XVII y XVIII, e incluso, en 1798, las tropas de Napoleón se vieron también afectadas por la peste  durante la campaña del emperador en Egipto. La última gran epidemia en lo que respecta a Europa, se declaró en 1820. Por ello, el nombre de «peste» acabó por designar a todo  tipo de enfermedades epidémicas causantes de mortandades extremas.

  De manera que en 1885, la peste en España fue el «cólera morbo asiático». Entonces se
"...San Roque, contagiado de la peste, fue hallado por el perro de un 
 caballero noble, quien lo llevó a su casa hasta que se curo...".- Foto: Luis Negro

ignoraba la manera de curar el mal, y los procedimientos empleados por los médicos no proporcionaban resultados seguros; de manera que el tratamiento  profiláctico del doctor Jaume Ferrán (que según él era de eficacia probada, demostrada en mil casos) encontró en Romero Robledo una dura posición.

 Y quizás fue aquella epidemia de cólera (el monarca visitó a los enfermos en el hospital de Aranjuez), la que –junto a la tuberculosis que padecía desde hacía años– acabó el 25 de noviembre de 1885, con la vida del rey Alfonso XII. También Santiago Ramón y Cajal padeció de tuberculosis a su vuelta de la guerra de Cuba, y en 1878,  para su recuperación, tomó las aguas en el balneario de Panticosa, acompañado de su hermana Paula. Entonces, los médicos no sabían cómo atajar la tuberculosis de manera que una copla popular de aquellos tiempos decía: Y al fin de temporada tan dichosa, he venido a parar a Panticosa, puesto que Panticosa era entonces el aguatorio para curar “in extremis” las enfermedades más galopantes.

 Y además del cólera, la gripe (también se la llamó entonces «grippe»). Una gran epidemia de esta enfermedad se declaró en España a finales del año 1889, provocando millares de víctimas, entre ellas Julián Gayarre (1844-1890) el célebre tenor de El Roncal. La enfermedad alcanzó tal grado de virulencia que a la posterior epidemia de gripe que se manifestó en Europa en 1917, se la llamó: «Gripe española».

 De ahí que nada extraño haya en que exista tanto fervor popular por San Roque en toda la geografía española. En Aragón, lo festejan solemnemente muchas localidades, como Calatayud, tal y como lo dejaron plasmado en un su libro: San Roque bilbilitano, Joaquín Verón Gormaz y Carlos Moncín. La ermita dedicada al santo de Montpellier por los bilbilitanos fue reparada por su consistorio en el año 1753, conjurando de este modo la epidemia de peste que se cernía sobre la ciudad. Y un hecho similar rememora Calamocha en su tradicional «Baile de San Roque», el cual se remonta a 1885, año en que la localidad turolense sufrió la consecuencia de la epidemia de cólera antes citada, y que pasó con menos estragos de los temidos. De ahí que, en agradecimiento al santo, naciera la tradición. 

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