miércoles, 26 de agosto de 2015

San José de Calasanz, nuevas ideas para un mundo nuevo


Ayer, 25 de agosto, se celebró la festividad de San José de Calasanz, aragonés que  fundó en 1597 la primera escuela popular gratuita de Europa

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela

 Uno de los objetivos universales de la educación es fomentar el sentido de la responsabilidad en el ejercicio de la libertad y preparar a niños y jóvenes para su participación activa, a partir del diálogo, en la vida social. Y es por ello por lo que la educación compete también a la sociedad en su conjunto, comenzando por la familia, ya que la educación de los hijos  es la primera e intransferible obligación y derecho de los padres.

 En democracia, la educación le es confiada al Estado a través de la las urnas, pero no por ello se convierte en su potestad. Tras cuarenta años de democracia España, ha siso imposible que saliese adelante una ley general de educación con el consenso de todos los partidos políticos. Un hecho preocupante, y un gran problema, como queda reflejado en los distintos informes europeos que relegan, por lo común, a España a las últimas posiciones en cuanto a resultados académicos y a las primeras en cuanto a abandono escolar.

 Quizás es momento ya de arrinconar la dicotomía dialéctica entre enseñanza pública y privada,
Portada del libro Educar es liberar; de 
Salvador López Ruiz; publicado por "Ediciones
Calasancias", Salamanca, 1979
 superar estos viejos y caducos esquemas, y avanzar desde la realidad de que toda la enseñanza que se imparte en las escuelas de España es pública, pues –independientemente de la titularidad– la ley y los programas educativos que desarrollan las Comunidades autónomas,  son iguales para todos. Y el hecho de que ningún gobierno haya trabajado hasta el momento en acabar con esta perversa dualidad, hace pensar que todos los que hasta ahora han detentado el poder, han visto en tal división antes una oportunidad de la que hacer bandera política, que un problema al que es preciso dar respuesta por el bien de la enseñanza en nuestro país, es decir, por el bien del conjunto de la sociedad.

 Porque es en la escuela, y esto se sabe bien, donde se enseña y aprende a desarrollar las facultades intelectuales de cada cual, donde se inculca  la riqueza cultural que constituye el patrimonio que nos han legado –durante siglos– las generaciones pasadas, donde se promueve la convivencia contribuyendo a la comprensión intercultural. Y es la escuela, en fin, el centro de cuya labor educadora y beneficios,  deben participar, juntamente, la familia, los maestros, las asociaciones que promueven la participación (deportiva, cultural, de ocio y tiempo libre…) escolar y extra escolar, y en última instancia, también el conjunto de la comunidad en la que se encuentra.

 De tal manera que la acción docente no solo está orientada al fomento de la adquisición de conocimientos, sino también, y complementariamente, al fomento de los valores que contribuyen a la convivencia, el respeto, la justicia, la igualdad y la solidaridad. Por ello, la educación, para ser completa, debe estar basada en la verdad y el amor. Y también aquí algo está fallando, ya no solo en España sino en toda Europa. Y es que desde hace al menos tres años, son centenares los jóvenes (chicos, que se convierten en terroristas y chicas dispuestas a arruinar su vida como esclavas sexuales) de distintos países del continente los que están abandonando sus estudios y familias para combatir en las guerras de Siria e Irak, la mayoría junto a la facción terrorista del Estado Islámico. Un hecho grave, un síntoma de preocupación, que ha de mover a los gobiernos de Europa a que se interroguen seriamente sobre qué eslabones de los sistemas educativos de la Unión Europea han fallado, y están fallando, para que esto esté ocurriendo ahora.

 
Grupo de niños del colegio de los Escolapios de Saraguro (Ecuador).
Del libro Por voluntad de muchos;
Anuario de las Escuelas Pías, 2002
En 1979, el sacerdote escolapio Salvador López Ruiz escribió un libro, cuyo título bien puede definir lo que significa educar: “Educar es liberar”, porque –aunque escritas hace más de treinta años estas palabras no suenan a viejas– “las escuelas parece que se han tornado en fábricas de bachilleres, piezas de recambio para la máquina tecnificada de nuestra sociedad de consumo”.

 Hoy se celebra la festividad de San José de Calasanz (1557-1648) fundador de las Escuelas Pías. Su nombre apenas dice nada en España, muy poco también en su tierra natal, Aragón. Pero fue él quien fundó –en Roma, y en el año 1597– la primera escuela popular gratuita de Europa, sobrecogido ante el abandono absoluto en el que vivían miles de niños, haraposos, hambrientos y mendicantes, que deambulaban por las calles de Roma. Las escuelas de Calasanz reivindicaron la dignidad de  la niñez, de la que depende la vida entera, independientemente de la condición, el origen, y la religión de las personas; unas escuelas tolerantes y abiertas a los nuevos conocimientos de la época –Calasanz fue, entre otros, íntimo amigo de Galileo– y por eso inculcó a sus religiosos y maestros que debían ser “Cooperadores de la verdad”.

 Hoy como ayer, y dada la gran crisis económica y humanitaria por la que atraviesa el planeta, se trata de construir entre todos “La escuela del mundo mejor”.

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