jueves, 4 de julio de 2013

Sobre las Lenguas habladas de Aragón (I)

Sentido común


Popularmente siempre se ha dicho que “es el menos común de los sentidos” y sin embargo es el más necesario en las personas, sobre todo de quienes detentan las instancias del poder, porque es imprescindible para la detección y solución de los problemas. Así, cuando una decisión o actuación es “de sentido común”, es que resulta clara, diáfana, inteligible, asumida y sentida por la mayoría de los comunes. En caso contrario, es decir cuando la manera de obrar de alguien ante una determinada situación es contraria a la evidencia de los hechos, el resultado es el de un malestar y rechazo generalizados hacia ella.

Ante todo, ciudadanos
 Sucede de este modo que quienes deciden (véase principalmente a los políticos con responsabilidades de gobierno) contrariamente al sentido común sobre cuestiones transcendentales, pierden su credibilidad ante la mayoría social. Más aún cuando lejos de solucionar el problema, sus decisiones lo agrandan. Ejemplos durante los últimos años, en el caso de España, innumerables, y sus consecuencias  dramáticas, incluso traumáticas:  Casi seis millones de personas en el paro; miles de desahucios; estafas de algunos bancos cuyos responsables han actuado, y siguen actuando, como dueños absolutos del dinero y la dignidad de las personas; impuestos abusivos y cada vez más altos, control estatal sobre la ciudadanía cada vez más creciente (con una preocupante tendencia a la criminalización de las manifestaciones ciudadanas y al recorte de las libertades individuales, incluida la libertad de expresión), decenas de miles de familias pendientes de un solo sueldo inferior en la mayoría de los casos a los mil euros mensuales; una Justicia a la que hay que acceder previo pago y que se está demostrando que no es igual para todos; miles de jóvenes que abandonan España para poder tener un futuro y otros tantos que quedándose aquí –creando  sus propias empresas, o trabajando por cuenta ajena– perciben mínimos ingresos, incompatibles con las responsabilidades de crear una familia; la economía sumergida es perseguida de manera implacable por la Administración del Estado sobre la población, mientras amnistía la de quienes han robado grandes fortunas. 

   Y así un rosario de agravios comparativos, un maltrato mental hacia la ciudadanía a la que se pretende anestesiar con el mensaje de que “todo es debido a la crisis”. Pero ¿qué otra crisis que la que los propios políticos que han gobernado y gobiernan España han creado durante los últimos años? ¿Han hecho o hacen algo ellos para que los españoles nos sintamos orgullosos de serlo, más allá de los manidos estereotipos, hasta el punto de que ondear una bandera de España signifique ser tildado –como despectivo calificativo– de “españolista”? ¿Son los extemporáneos y anacrónicos separatismos catalán y vasco un problema para el Gobierno actual, o son el “providencial” chivo expiatorio sobre el que desviar la frustración y desesperanza de una ciudadanía desencantada y cada vez más alejada de sus políticos?

La lengua no identifica a las naciones
 Solo así se entiende, y ahora en el reciente caso de Aragón, que el equipo de gobierno de la Diputación General haya impulsado una ley   –contraria al más elemental sentido común –  en la que se niega al aragonés y catalán como lenguas propias de la Comunidad. Tildar de “pancatalanistas”, como ellos han hecho, a quienes defienden la realidad plurilingüe de Aragón, es sinónimo de identificar lengua y Estado, por lo que paradójicamente (si es que pretendía lo contrario la coalición PP-PAR aragonesa con su ley de lenguas) la DGA está dando alas y razones a los extremistas catalanistas que, basados precisamente en esa (absolutamente carente de todo fundamento)  afirmación, defienden que Cataluña se extiende desde Menorca –el Oriente geográfico de la lengua catalana­ –, hasta Fraga, geográficamente ubicada en la que ellos denominan “Franxa Catalana de Ponent”. ¿Curioso, no? Pero no es solo eso lo grave, porque si así, con tanta falta de sentido común en el tema de las lenguas, actúa el Gobierno de Aragón ¿cómo va ahora a confiar la ciudadanía aragonesa en  sus decisiones sobre materias mucho más sensibles y de mayor impacto social, como la Educación, la Sanidad y el Empleo? No hay mayor tesoro para un político que el de su credibilidad ante la opinión pública; algo que sabía muy bien J.F. Kennedy, cuando en 1960, en un debate  televisado en directo con su oponente político Richard Nixon, en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos, J.F.K. se dirigió a la audiencia y preguntó: “¿Alguien de ustedes le compraría al señor Nixon un coche de segunda mano?” Por supuesto, Kennedy ganó las elecciones.

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