miércoles, 10 de julio de 2013

Libros: El escritor Verón Gormaz escribe sobre su paisano, el epigramista Marco Valerio Marcial

Marcial, poeta de la Calatayud celtibérica y romana

El escritor y fotógrafo bilbilitano José Verón Gormaz (Calatayud, 1946) profundiza en su nuevo libro en la vida y obra del poeta Marcial


Luis Negro Marco / Zaragoza

Novela “multigénero” –como la define el medievalista y escritor darocense José Luis Corral–, escrita a dos voces, sobre un tema histórico, pero claramente moderna en la concepción del lenguaje, el bilbilitano José Verón Gormaz articula “Las puertas de Roma” en torno a las charlas que en un lugar imaginario de Zaragoza (“El Café del Sur”) mantienen dos ­–también imaginarios– catedráticos eméritos de la Universidad de Zaragoza, uno profesor de Letras y el otro de Ciencias. Los capítulos impares del libro corresponden a estas profundas conversaciones “de salón” que sobre el epigramista Marcial mantienen estos personajes; por el contrario, los capítulos pares, hacen referencia a la recreación histórica de la vida de Marcial en su Bílbilis (Calatayud) natal y en Roma.

            Portada del libro“Las puertas de Roma. 
          Crónicas de Marco Valerio Marcial"
         Autor: José Verón Gormaz.
         Edita Mira Editores; Zaragoza, 2012

De Bílbilis a Roma
Siempre se ha dicho que Marcial nació en Bílbilis, la actual Calatayud. Pero arqueológicamente, no es del todo cierto, ya que el original Bílbilis celtibérico (en el que nació Marcial) se encontraba en Val de Herrera. Después, tras su conquista por Roma, la ciudad se traslada, por orden del Emperador romano Augusto, a la ladera del "Cerro de Bámbola", ahora sí, junto a la actual Calatayud. A juicio del profesor darocense José Luis Corral, con este traslado de la ciudad de Bílbilis a las faldas de “Bámbola”, Augusto pretendió construir un pedazo del Imperio de Roma en el corazón de la bélica Celtiberia, en un lugar ampliamente visible y vistoso en medio del majestuoso Jalón Medio.

Marcial llega a la ciudad de Roma después de los incendios de la ciudad, del año 64 d.C. atribuidos al Emperador Nerón. Los ciudadanos romanos, para entonces, estaban hartos de los caprichos e impuestos abusivos del Emperador destinados a la construcción de su majestuoso palacio en Roma: La “Domus Aurea”, propia de una mente megalómana, y cuyas ruinas aún es posible contemplar en “La Ciudad Eterna” (Roma). En estas circunstancias, llegaría en el año 65 d.C. la conjura de Pisón quien se propuso expulsar del poder al tirano Nerón, y se sabe que en medio de estos convulsos momentos, en que pudo llegar a perder su vida, el bilbilitano Marcial fue ayudado por la esposa del poeta Lucano.

Al servicio de un amo
Tras el asesinato del Emperador Nerón en el año 68 d.C., llegaría al poder de Roma el Emperador Vespasiano (instaurando la Dinastía Flavia). a Vespasioano le sustituiría, en el año 79 d. C.  su hijo Tito, y durante este período de tiempo, la ciudad de Roma alcanzaría gran estabilidad, y las fiestas tradicionales (muchas de ellas prácticamente idénticas a las nuestras –por ejemplo las “Saturnales” eran muy similares a la Nochevieja y Año Nuevo–) volvían a ser la expresión de una sociedad mucho más cohesionada que en tiempos de Nerón.

Pero -ya fuera de la protección de Nerón, que había sido asesinado- durante este tiempo, el poeta hispano Marcial, para sobrevivir, tuvo que dedicarse a ser un “cliente”; esto es: acompañar a un rico noble (que le pagaba por estos servicios ) adonde quiera que fuese, hablar en su favor y su nombre cuantas veces le requiriera, escribir sus cartas, y ayudarle en la administración de su Hacienda; amén de aguantar el mal humor e impertinencias de su amo, cuando a éste se le antojase expresarlas.

Buenos tiempos para Marcial
Más tarde, durante el mandato del Emperador Domiciano (quien fue emperador del 81 al 97 d. C.) la obra de Marco Valerio Marcial, mereció los más altos elogios de la sociedad y la clase alta de Roma, recibiendo numerosos títulos del Emperador, como por ejemplo el del “Derecho de los Tres Hijos”, aunque, paradójicamente, jamás tuvo ninguno. 
Sello dedicado por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre
de España al poeta Bilbilitano Marco Valerio Marcial en el año 1974
En tiempos de Domiciano (a pesar de la crueldad del Emperador, que promovió la segunda gran persecución de los cristianos en el año 81 d. C.) Roma ya era “la Nueva York de nuestros días”. Y aunque hispano celtíbero de nacimiento, Marcial adquiere una conciencia y modo de actuar y vivir plenamente romanas. Para entonces (las postrimerías del siglo I d. C.) hacía ya cuarenta años que habían finalizado las "Guerras cántabras" e Hispania (así se llamaba entonces España) se hallaba totalmente sometida al poder de Roma. Así pues, Marcial bebe en Roma la cultura del Imperio: La del teatro del dramaturgo Marcelo, la del Coliseo de Roma (Coliseo Flavio), en el que se desarrollaban las sangrientas luchas a muerte de los gladiadores (algunos de los cuales alcanzaban fama equiparable a los futbolistas de hoy en día); la Roma  de los esclavos, de las conspiraciones senatoriales, de los prostíbulos, de las orgías desenfrenadas, de las termas...

La época romana del poeta Marcial fue también la de la intriga palaciega; por ello, en sus epigramas se adivinan y exponen sencilla, y a la vez genialmente, los aspectos más íntimos del ser humano: temas jocosos y de amargura conviven unos al lado de los otros. Por otro lado, en la trayectoria vital del poeta bilbilitano, vida y obra son inseparables. Los epigramas de Marcial condensan no solo lo mejor de la poesía lírica, sino también de la épica. Sus versos son cortos pero contundentes, mordaces y siempre ingeniosos; en su obra, el poeta se muestra angustiado por la vida, al igual que los Existencialistas después de la II Guerra Mundial; los epigramas en latín de nuestro poeta rebosan de una musicalidad, muy difícil de conseguir, que realmente atrapa al lector. Se puede decir por ello que Marcial fue para la poesía romana lo que Mozart a la música clásica: Dos genios, en distintos tiempos y facetas, unidos por sus magistrales y universales obras.

Vuelta a su Calatayud natal
Tras el asesinato en el año 96 d. C. del Emperador Domiciano, Marco Valero Marcial se queda sin protector y ve cómo llegar al poder de Roma dos Emperadores que no mostrarán el menor aprecio hacia él. El `primero de ellos fue Nerva, a quien en el año 98 d. C. sucedió Trajano. Así es que Marcial, hasta entonces “obligado adulador” de Domiciano, por pura razón de supervivencia, fue entonces relegado de su elevado status social por Trajano, quien le despojó de la mayoría de los títulos que había recibido del Emperador Domiciano.

De modo que, ante tan desesperanzada perspectiva, en el año 98 d. C. ya mayor, y derrotado, con cuarenta años cumplidos (en aquellos tiempos de hace casi 2.000 años la esperanza media de vida no era superior a los 30 años) Marcial vuelve a su patria hispana y a Bilbilis, entonces una ciudad ya profundamente romanizada. Y es que en la “nueva Bílbilis” con la que se encuentra Marcial, existen  monumentales y marmóreas termas y teatro, además de fastuosos templos dedicados a los dioses romanos Hércules y Júpiter, aunque también, soterradamente, se mantienen los primigenios dioses celtibéricos (como el dios Lug -que da nombre por ejemplo a la actual localidad de Luco de Jiloca- o Eneito, que pudo dar nombre al pico del Aneto (en la parte oriental del Pirineo Aragonés).

       Pero en Bílbilis, Marcial encontró también una paz y tranquilidad que la ajetreada Roma le había negado: En su ciudad natal se encontraría con una mujer más joven que él, Marcela, que cuidaría de él hasta el final de sus días (Marcial murió en el año 104 d.C.). Quizás, "la Parca" fue a buscarlo cuando él (nuestro poeta Marcial) se encontraba apaciblemente sentado en el jardín de su villa bilbilitana, cogido de la mano de su joven amante, contemplando, juntos, un rojizo y resplandeciente atardecer a la vera del Jalón.

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