lunes, 15 de julio de 2013

OPINIÓN: En plena "Era de la Información": ¿Avanzamos hacia la incomunicación?



               Robot humano (Homo robóticus)


Luis Negro Marco / Zaragoza


En la trilogía “Matrix”, películas de los hermanos Wachowski, las máquinas se han apoderado del mundo, y los humanos, excepto un pequeño reducto, han quedado relegados por ellas a ser meras pilas para su funcionamiento. En “Matrix”, los humanos, son criados como animales, en auténticas granjas, con la peculiaridad de que viven en estado vegetativo, asumiendo, solo en su mente, el rol de un programa informático que las máquinas han introducido en su cerebro. El planteamiento de esta película no es ajeno al libro “Rebelión en la Granja” de Orwell o el personaje de Gran Hermano del también libro suyo “1984”.

"El Hombre-agua".- Monumental escultura en el recinto EXPO de Zaragoza.- El Hombre como
un entramado de códigos binarios y letras, integrando una esencia infinita
.- Foto: Luis Negro

 El sueño de dominar al mundo, o el goyescosueño de la razón”,  ha producido monstruos de la talla de Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot y otros muchos, cuya lista –desgraciadamente– sería larga de enumerar.

 Y es que ¿es el ser humano verdaderamente libre? El filósofo Erich Fromm ya alertaba en su conocido libro “El miedo a la libertad” sobre la propensión de la Humanidad a rechazar su vocación de ser libre para abrazar la esclavitud (entiéndase este concepto en un sentido laxo) a cambio de la comodidad de que sean otros quienes tomen las decisiones que directa o indirectamente le afectan.

 Y a pesar de que vivimos en la sociedad digital, y que ya Calderón de la Barca, en el siglo XVII, anotaba que “la vida es sueño”, no somos entes virtuales, por mucho que lo quiera la posmodernidad y el pensamiento débil del relativismo que nos empuja a contracorriente de nuestra personalidad. Cada uno de nosotros somos sujetos activos de nuestro futuro y no existe la predeterminación ni el destino, salvo el que cada uno, libremente, se quiera forjar. Somos personas, y no solo animales, por nuestra capacidad de tomar nuestras propias decisiones, de manera que no solo redunden en nuestro beneficio sino en el del conjunto de la sociedad. Y aquí entran, no solo la inteligencia racional, sino también otros valores fundamentales, como la creatividad, la inteligencia emocional y sobre todo, el amor.

 Los romanos definían a sus esclavos como “instrumenta vocale” (máquinas parlantes), despojándolos así de cualquier derecho, de ahí que  a pesar de que los esclavos fueron en la Antigüedad la clase social más numerosa, nunca hubo revoluciones (a lo más revueltas, como la de Espartaco) en ese período de la Historia. 
 La revolución llegó con el Cristianismo que promulgaba la igualdad de todos los seres humanos, como hijos de un mismo Dios. Precisamente esta idea, que rompía con la economía esclavista sobre la que se sustentaban las Antiguas civilizaciones de Grecia y Roma, fue, a juicio de algunos historiadores, la que provocó la decadencia y caída del Imperio de Roma (título homónimo de la extraordinaria obra de Gibbon) en el tramo final del siglo V d.C.

 Debemos a la enciclopédica sabiduría del escritor ruso Isaac Asimov la palabra “robótica”, derivada de la anterior –aparecida por vez primera en el primer cuarto del siglo XX– “robot”, entendida como la máquina capaz de hacer cualquier cosa, excepto experimentar los sentimientos y las emociones humanas.

 Parece que el gran sueño de la Humanidad, desde que puso el pie en la Luna, sigue siendo el de crear un mundo ideal de ciencia ficción, en el que las máquinas harán todo el trabajo, los coches se desplazarán por el aire, y las personas solo se ocuparán de disfrutar de todo su tiempo de ocio. Puede, dado que “las ciencias avanzan que es una barbaridad”, que en un futuro no muy lejano llegue tan ansiado día, en el que los humanos que así vivan habrán alcanzado la inimaginable (cuando el “Homo sapiens” comenzaba a dar sus primeros paseos por la sabana africana hace unos 200.000 años) escala evolutiva de “Homo robóticus”.

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