jueves, 20 de julio de 2017

Libro de la editorial Tecnos sobre la Leyenda Negra


La creación de la Leyenda negra sobre la colonización española de América, se debió al intento de otras naciones por socavar el poder de España en Europa durante el reinado de los Austrias

Luis Negro Marco / Santiago de Compostela

 La larga sombra de la Leyenda negra está aún muy presente en nuestros días.  Hasta tal punto que destacados autores internacionales, caso del recientemente fallecido filósofo y lingüista búlgaro Tzvetan Todorov (1939 – 7 de febrero de 2017), en su obra «La conquista de América, el problema del otro» llegaba a calificar la acción colonizadora de España en América como un genocidio de tal magnitud que “…ninguna de las grandes matanzas de siglo XX puede compararse con esta hecatombe…”.

 Sin embargo, ante tales afirmaciones, tal y como exponen los profesores María José Villaverde y
portada del libro: "La sombra de la Leyenda
Negra
", de Mª José Villaverde y Fº Castilla
(directores).-
Editorial Tecnos, 541 pp.-
La imagen de la portada corresponde a un
grabado de Theodore Bry, de 1574, en el que
representa a Vasco Núñez de Balboa arrojando
a los perros a los indígenas, en el istmo de
Panamá. 

Francisco Castilla –en su calidad de directores del libro «La sombra de la Leyenda negra»– cabe la pregunta: ¿Fue la política española igual, peor, o mejor que la del resto de países colonizadores europeos? Bastaría citar a este respecto el el ejemplo de los puritanos ingleses que en 1620 desembarcaron en la costa estadounidense de Massachusetts, creando allí la –según los apologistas británicos– idílica colonia de Plymouth, ejemplo de cohabitación entre colonos y población autóctona. Siglos después, aquellos colonizadores habían llevado a cabo una tan drástica política de control racial, que culminó con la casi completa desaparición de la población indígena en los Estados Unidos.

 El historiador Javier Fernández Sebastián se refiere a la “invención de la modernidad protestante” cuando en el libro refiere que uno de los motores más activos de las campañas de opinión contra los españoles durante la Edad Moderna (siglos XV-XVIII) fueron los conflictos religiosos europeas que siguieron a la Reforma protestante de la Iglesia propugnada por Lutero. España se convirtió en el país adalid de la Contrarreforma, al tiempo que Reino Unido, Francia y Países Bajos, se alineaban en su contra. De manera que, el grueso de las denuncias  llevadas a cabo por estos países, sobre las crueldades de los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, habrían estado mediatizadas por un propósito claramente político y religioso. De tal suerte fue así que, una vez la monarquía española hubo perdido su condición de potencia hegemónica en Europa (tras la paz de Westfalia, en 1648, y la paz de los Pirineos, en 1659), la “demonización de lo español” desapareció casi por completo en Europa.

Acuarela del "Códice Trujillo del Perú", de
Martínez Compañón (siglo XVIII), en la que se
representa a unos indios escardando la tierra.
 No obstante, a diferencia del resto de países colonizadores europeos, España sí llevó a cabo un ejercicio de autocrítica, cuyo máximo exponente fue fray Bartolomé de las Casas –autor de la célebre «Brevísima relación de la destrucción de las Indias»–,  al que (ya en el siglo XVIII), se sumaron destacados autores ilustrados, como el valenciano  Gregorio Mayans y Siscar, quien manifestó su oposición a la que consideró condescendiente apología acrítica de la historiografía oficial borbónica.  

 No obstante, la idea preconcebida de una España bárbara (La despectiva frase “África empieza en los Pirineos” comenzó a divulgarse en Europa a finales del siglo XVIII) ha calado tan hondo que, aun a día de hoy, el estereotipo español es extremadamente racial, polarizado entre la fiesta y los toros. Mas los tópicos, muy a menudo nada tienen que ver con la realidad, o muy poco, a la vez que entorpecen la investigación histórica. De tal suerte que los propios historiadores de mentalidad anglosajona, como el historiador estadounidense Hubert Herring –autor de «Historia de Latino América, desde sus comienzos hasta el presente» (1955)– argumentaron, con razón, que la Leyenda negra supone el más serio obstáculo para los estudiantes americanos e ingleses, a la hora de estudiar y comprender la historia de España y Portugal.

 Y es que los pre-juicios (opiniones previas, formadas sin fundamentos basados en el conocimiento, el estudio y la investigación sistemática), nos alejan y privan de la verdad, más aún si ocupan su espacio y se convierten en lo que ahora conocemos como fakes news (política de engaño), auténticos productos tóxicos de la comunicación, que contaminan y distorsionan la verdad histórica, en beneficio de los intereses de quienes los fabrican y propalan.


viernes, 14 de julio de 2017

La odisea del Éxodus 1947, un hito en la joven historia del Estado de Israel


El 18 de julio de 1947 llegaba al puerto de Haifa el Exodus, llevando a bordo a más de cuatro mil judíos supervivientes del Holocausto

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

  La película Éxodo, dirigida por Otto Preminger en 1960, y protagonizada por Paul Newman (encarnando a un oficial de la resistencia judía), está basada en la novela homónima –Éxodus– del escritor estadounidense León Uris (1924-2003), a su vez inspirada libremente en el periplo del Éxodus 1947, llevando a bordo a 4.515 inmigrantes judíos, víctimas del Holocausto, cuya dramática, corta e intensa odisea, fue el germen del nacimiento de Israel.

Cartel de la película: Éxodo, del director Otto Preminger,
rodada en 1960 y protagonizada por Paul Newman,
 El President Warfield era un  barco estadounidense de pasajeros, botado en 1928, que había participado –como navío de apoyo– en el desembarco aliado de Normandía del 6 de junio de 1944. Tras la II Guerra Mundial, el buque regresó a aguas de los Estados Unidos, hasta que a comienzos de 1947 fue adquirido, por algo más de 8.000 dólares, por el Haganah (organización militar clandestina hebrea), con la finalidad de trasladar a miles de supervivientes judíos del Holocausto  hasta la tierra de sus antepasados: Eretz Yisrael (la tierra de Israel –Palestina–), entonces bajo Mandado británico.

De este modo, en la mañana del 11 de julio de 1947, el President Warfield abandonaba el puerto francés de Sète, muy próximo a Montpellier, enarbolando en su pabellón la bandera de Honduras, habiendo anunciado a las autoridades portuarias que se dirigía a Estambul. El barco llevaba a bordo a 4.515 DPs (“Personas Desplazadas”, según la denominación que dio la ONU a los más de 6 millones de refugiados que hubo tras la II Guerra Mundial) judíos supervivientes del Holocuasto, incluidos hombres, mujeres y más de 1.600 jóvenes y niños, en su mayoría huérfanos. Ike Aronowicz era su capitán, y el comisionado de la Haganah, Yossi Harel, su comandante. La tripulación constaba de 35 voluntarios judíos estadounidenses.

 Al cuarto día de navegación, el cuartel general de la Haganah comunicaba por radio al capitán del
President Warfield que cambiara el nombre del barco por el de Exodus 1947, al tiempo que dos banderas gigantes con los colores azul y blanco del Estado de Israel, se izaron en sus mástiles. Fue entonces cuando Ike Aronowic dio a conocer por radio, a la prensa mundial, que el destino real del barco era Palestina.

 El precedente de esta situación se remontaba a 1946, cuando el presidente de los Estados
Portada del libro Exodus 1947, el barco que
dio origen a una nación
, escrito en 1948 por
la periodista estadounidense Ruth Gruber.
Unidos, Harry Truman, había solicitado a los británicos que aceptasen el asentamiento de, al menos, 100.000 judíos en Palestina, hasta entonces agrupados en precarios campos de refugiados que los aliados habían construido en Alemania tras la liberación. Asimismo, los supervivientes judíos del exterminio nazi rechazaban volver a los territorios en los que sus familias habían sido masacradas, temerosos del rechazo del que podrían ser víctimas a causa del antisemitismo residual que persistía en Europa tras la guerra.

 Pero a pesar de la resolución favorable del Comité de Investigación, auspiciado por la ONU, el gobierno británico, a través de su ministro de exteriores, Ernest Bevin, se negó al traslado de los desplazados judíos a las tierras palestinas que entonces se hallaban bajo Mandato inglés.

 El 18 de julio de 1947, la periodista norteamericana Ruth Gruber (fallecida el 17 de noviembre de 2016 en Nueva York, a la edad de 105 años), destacada en el puerto palestino de Haifa como corresponsal de New York Post, vio cómo  el Exodus 1947 llegaba a puerto como si fuese una caja de cerillas que hubiese sido estrujada por un cascanueces”. La tarde anterior –cuando navegaba en aguas internacionales, a varias millas de distancia de la costa– el Éxodus había sido objeto de un brutal abordaje por marineros de la Royal Navy, con el objeto de impedir que sus pasajeros desembarcaran en Palestina. De resultas de la batalla que siguió al asalto, dos jóvenes y un miembro de la tripulación del Exodus 1947 resultaron muertos por disparos de armas de fuego, así como varias decenas de refugiados heridos.  

Escultura conmemorativa ("Exodus Memorial Project), en
recuerdo de la odisea del Exodus 1947, que con motivo de la
celebración del 70 aniversario de su travesía, ha sido instalada
por la "Jewish American Society for Histroric Preservation"
(JASHP), en el puerto de Haifa.
 Tras el abordaje, los barcos de guerra británicos remolcaron al Exodus 1947 hasta el puerto de Haifa y transfirieron a los pasajeros a tres barcos para retornarlos a Europa, diciéndoles sin embargo, que iban a ser conducidos a Chipre, en donde permanecerían hasta su traslado definitivo a Palestina. Comenzó así un periplo a través del Mediterráneo, hasta que, en el puerto francés de Port de Bouc, los refugiados se negaron a desembarcar e iniciaron una huelga de hambre. Para entonces, los medios de comunicación de todo el mundo ya estaban informando activamente de la dramática situación que estaban viviendo los desplazados del Exodus, lo que obligó a las autoridades ingleses a intentar buscar una solución. Así, se les trasladó primeramente a Gibraltar, y de allí al puerto de Hamburgo, sobre el Elba, desde donde fueron repartidos por diversos campos de refugiados bajo control de Gran Bretaña. Mas cuando parecía que la aventura del Exodus había fracasado,  llegó la noticia de que la ONU debatía la posibilidad de conceder a Israel la categoría de Estado. La Hatikvah, la canción hebrea de la esperanza, comenzó a corearse por  todos los campos de refugiados judíos como el nuevo himno de la nación futura. Y pocos meses después, el 14 de mayo de 1948, David Ben-Gurión proclamaba desde Tel Aviv el nacimiento del Estado de Israel. El Éxodus 1947 había llegado a su destino.


lunes, 10 de julio de 2017

Jesús Negro Marco: reflexiones sobre la fe católica

FIRMAS INVITADAS 
Lo primero, creer
Jesús Negro Marco (Sacerdote escolapio)

 "Todo depende de la fe. La posesión de la verdad o el abrazar la mentira, también depende de la fe. Y en la fe, lo primero es la voluntad, que impulsa a la razón a aceptar la verdad o la mentira.  O sea, que en la vida humana todo depende de la relación interpersonal. De ella nace el sentimiento de atracción o de rechazo. Luego viene la voluntad a tomar postura y luego la razón que le sigue a los imperios de la voluntad.

  Aquí, mentira es lo que no es la verdad. Y aceptar significa adherirse a ésta voluntariamente o por ignorancia invencible.  Para conocer la verdad se necesitan las dos facultades del alma: la inteligencia y la voluntad; aunque algunos piensan, erróneamente, que basta sólo la inteligencia.  Analizando el comportamiento de los hombres vemos que así es la cosa. Y remontándonos sobre este nivel, llegamos a Dios.

 De Dios depende, misteriosamente, que unos abracen la verdad, y, otros la mentira, sin que a nadie le quite un ápice, la propia libertad. Incluso el planteo que ahora estoy haciendo depende de mi adhesión a la fe católica. Si yo no fuera católico yo no escribiría lo que estoy escribiendo sino otra cosa y de otro modo.    Por eso, es exacto decir: Todo depende de Dios y todo depende de la fe de cada uno. Fe que acepta o fe que rechaza para creer en otras cosas o seres.      

 Por tanto, la historia de cada uno y la universal es sagrada, divina, misteriosa, aunque parezca que es acción exclusiva de los hombres. Si miramos la historia de la filosofía, una corriente de pensamiento es realista, y, otra, idealista. Unos afirman que sus ideas se sacan de los datos captados del mundo externo. Y los idealistas rechazan eso y defienden que todo es fabricado por el intelecto, sin poder llegar a conocer lo exterior.  El cristiano, por su fe católica, no puede ser idealista, porque si niega el conocimiento de la realidad externa no puede tener conocimiento del Dios real que existe fuera del hombre.    

 Llegar a aceptar la verdad o la mentira no se hace de repente, sino, poco a poco, empezando
"Llegar a aceptar la vida o la mentira, no se hace de repente,
 sino poco a poco, empezando por la educación en la infancia,
en el seno de la familia
".- Dibujo: Fernando Negro Marco
con la educación desde la infancia en la familia; luego, se continúa con la escuela, los estudios universitarios y la mayor o menor aceptación del ambiente social en que uno vive, o, su rechazo. Total, que, concluimos que lo primero es la fe aceptada por la inteligencia, movida ésta por la voluntad.

  Y aunque digan muchos o todos  que la razón actúa independientemente de su fe, vemos que ni es así, ni es posible.  Lo primero es creer o en la verdad o en el error, y, luego es razonar dentro de uno de los dos ámbitos.   La Fe católica es la única verdadera por todas las razones racionales que hay, sin excepción. Pero para abrazar el catolicismo, sólo se puede hacer si uno recibe de Dios el don de la fe católica. El que no quiere o no puede, culpablemente,  acceder a ella, necesariamente tendrá que creer en la mentira y emplear su razón dentro del ámbito de ella.    

 A continuación, entendemos muy bien, cuáles son las dos consecuencias de los dos modos de creer, de pensar y de vivir, mirando la vida de las personas. Algunos dirán que no hay  diferencia en la vida cotidiana, de esas dos clases de personas, porque todas, más o menos, son buenas, malas, y mediocres.  Pero eso no depende de la opción fundamental  que han hecho de verdad o mentira, sino del pecado de los buenos, que así aguachinan su verdadera fe, y de la bondad natural que, quiéranlo o no, está en los de la mala fe, pues por ser hijos de Dios, son naturalmente buenos y por eso hacen actos buenos, a veces. Pero tienen que aceptar, si pueden, que tales actos buenos sólo lo son, por la Gracia de Dios que actúa en los malos, para que  puedan hacer tales actos buenos. Y sin ella, imposible los hicieran. 

 Por su increencia ignoran que sin la ayuda de Dios nadie puede hacer el más mínimo bien.  En cambio, si se rechaza conscientemente a Dios, el hombre todo lo hace mal, aunque aparente que todo lo hace bien. Todo es pecado y ofensa de Dios, a sí mismo y a los demás. Por todo esto, convenceos: Todo depende de la fe, o en Dios, o en la mentira.

 Todo lo demás en la vida personal, nacional, e internacional, es consecuencia de la opción libre y voluntaria que cada uno hace para aceptar la verdad, pero, ojo, con la Gracia de Dios, o el rechazo de la verdad divina que Dios ofrece a cada uno, por su santa Iglesia católica. Por eso... "dime qué fe tienes, y, te diré si vives en la verdad o en la mentira". Y también: "dime cómo vives tu fe y te diré qué clase de persona eres".     Buena persona, si te tomas en serio vivir la verdad. Mala, si vives seriamente en tu mentira. Tibia, mediocre, ¡la peor!, si vives sin comprometerte ni con la verdad ni con la mentira. Eres "la vomitina de Dios".  

   Y es que el hombre está creado por Dios sólo para una cosa "Para creer en católico, vivir en católico, y salvarse". Y el que se niegue conscientemente a creer, vivirá su vida llena de desgracias, aunque aparentemente no lo parezca; en ésta vida, y, luego, después de muerto.

  "Id y predicad el Evangelio al mundo entero: el que crea y se bautice se salvará. Y el que no, se condenará" (Dios).

miércoles, 5 de julio de 2017

Sanfermines, "marca España" en los Estados Unidos

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

  La palabra sanfermines no aparece subrayada en rojo (lo que indicaría que sería incorrecta) en la pantalla del ordenador. Ni tampoco pamplonica. Algunos años hasta el New York Times las ha incluido en sus titulares de portada, muy posiblemente debido a la fama internacional que dio a la fiesta del 7 de julio el escritor estadounidense y premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway. Y no solo él: también la actriz Ava Gadner y el director de cine Orson Wells (cuya imagen disfrutando de una tarde de toros, fumándose un puro, es todo un icono de la fiesta), fueron amigos de la fiesta y de los grandes toreros españoles del momento, allá por las décadas de los cincuenta y sesenta.
Fiesta -
Ilustración : POSTIGO (El Periódico de Aragón)

Precisamente, en aquellos años, la dictadura franquista vio que su supervivencia precisaba de un aperturismo económico que le permitiese salir de la autarquía. Y para ello tenía que presentar una cara amable al exterior. La proyección de los sanfermines, asociados a sus anteriormente mencionados ilustres visitantes americanos, constituyó así un escaparate ideal. Las  imágenes de los mozos corriendo delante de los temibles astados por las calles de Pamplona, provocaron un indiscutible atractivo en la opinión pública mundial, que descubría admirada el gusto hispano por la arriesgada fiesta de los toros.
Tuvieron asimismo los sanfermines, ya en el campo del consumo interno de la fiesta, un significado
Portada de la novela "The sun also rise
 de Ernest Hemingway, traducida en España con
 el título de "Fiesta". Fue publicada en 1926.
de rebeldía (no explícita, pero sí subyacente) contra la dictadura. Y si por un lado las retransmisiones televisivas de las carreras ofrecían una cara internacionalmente  festiva de una España típicamente cañí, por otro, los españoles veían en los mozos que corrían ante los astados (haciendo alarde de valor, disciplina y respeto hacia sus otros compañeros de carrera) un modelo de comportamiento para una sociedad reprimida por años de restricción de sus libertades. De manera que la propia televisión franquista (al retransmitir las carreras en directo) estaba ofreciendo –seguramente sin ser consciente de ello– a la ciudadanía, un medio de exorcización de los negativos efectos que sobre ella ejercía.


 Y es que el toro para los españoles es lo que el gallo para portugueses y franceses: nuestro animal totémico y distintivo. La garra, furia y el color rojo de  nuestra selección también se asocian al toro y a las gestas de sangre y arena en los cosos de nuestro solar patrio. El ser español está tiznado de los majos y toreros plasmados por Goya en sus grabados, en los que a mayor riesgo en la faena y desprecio por la propia vida en el ruedo, más admiración y reconocimiento despertaban aquéllos ante el respetable.

 Pero más allá de la fama de la que gozan algunas de sus manifestaciones (como los sanfermines de Pamplona), la historia nos ofrece una visión de la fiesta común a todo el territorio español, y muy en especial, Aragón. Así, Teruel tiene al toro como símbolo en el escudo de la ciudad, protagonista de sus fiestas del Ángel, que comienzan tres días antes que las de San Fermín.  Y También en Daroca fue costumbre correr los toros ya desde el siglo XV, festejos con los que, a su vez, los darocenses obsequiaron a los reyes en sus esporádicas visitas, cuando viajaban desde la Corte a Barcelona.

 No obstante, de la esencia (que conforma la identidad) a los estereotipos (que esbozan la imagen distorsionada –lo que Valle Inclán describió como esperpento–) hay una delgada línea muy fácil de traspasar. Por lo que ridiculizar, criminalizar, o buscar la erradicación de la fiesta, al igual que esgrimirla como rasgo distintivo supremo de la hispanidad, se manifiestan como análogos posicionamientos de radical incomprensión hacia un fenómeno que (aun contando con una tradición más que milenaria), no es sino una tesela más del rico y variado mosaico del pueblo español, cuya belleza solo es posible percibir en su conjunto, sin prescindir de ninguna de ellas.