viernes, 31 de mayo de 2019

Semiótica del lenguaje electoral


Las palabras son creadoras de ideas y
de pensamientos, y estos a su vez,
generadores de actitudes, capacidades
y actuaciones
Dibujo: Fernando Negro Marco
Oratoria  de campaña

Luis Negro Marco 

No es de andar por casa, sino exclusivo (no inclusivo) el lenguaje electoral, por cuanto tiende a reforzar los mensajes identitarios en armonía sectaria con quienes los comparten, a la vez que lo es de frontera, en cuanto se esfuerza por levantar muros sentimentales respecto a quienes sostienen ideas diferentes.

Así mismo la comunicación en estos casos, lejos de resultar amable y conciliadora, se esfuerza por estigmatizar al oponente, en una doble línea de acción: por un lado, a través de la difusión de palabras-fuerza negativas para que calen en la opinión pública, de manera que por sí mismas estructuren una idea negativa del oponente; y en segundo lugar, por el constante lanzamiento de mensajes positivos de auto reafirmación moral, que si bien escapan, la mayoría de los casos, de los problemas reales, se adentran en la esfera de los valores morales universalmente aceptados por todas las sociedades avanzadas.

Y en este terreno de la comunicación ocurre a menudo que el mensaje, lejos de ser intérprete fiel de los deseos mayoritarios de la sociedad a la que se dirige –por otro lado, muy fáciles de pulsar a través de las encuestas de opinión– tiene como fin principal, no el de adecuar los programas a las demandas sociales, sino al contrario: conseguir que la sociedad acabe por asumir aquellos como propios y necesarios. De este modo, los candidatos muestran a menudo un gran interés por que el  debate se centre no en la realidad, sino en la imagen interesada que de ella proyecta cada opción, apelando no a la razón de la ciudadanía, sino a sus emociones.

Y ahí radica una de las grandes perversiones del lenguaje electoral: en el giro copernicano que pueden llegar a tener sus posicionamientos postelectorales. Cuestión, por otro lado, que amén de datos estadísticos y de réditos electorales, no es ajena a los necesarios y posteriores pactos de gobernabilidad, marcados por la más pura aritmética parlamentaria emanante de nuestro sistema electoral, regido por la Ley D´Hont.

Por lo demás, los candidatos en campaña asumen la función de auténticos profesores y esforzados maestros (cuales docentes en sus aulas) en instruir y difundir la pedagogía política que su formación pone en escena en sus actos electorales. Por lo tanto, cada una de las palabras que los candidatos pronuncian en los mítines, no son fruto de la improvisación ni del azar, sino de una cuidada selección por parte de sus asesores de campaña, sabedores de que –como señala la lingüista catalana María Ángels Viladot– “las palabras son la creación de un universo de significados que identifica la personalidad, moldea las interacciones de las personas, y construye  una realidad particular”.

Mas a la postre, es preciso que la comunicación (término que en sus orígenes significa “compartir”) sea efectiva y real en los Gobiernos y que tanto las palabras como las actuaciones de los gobernantes respondan a los ideales de universalidad, unidad e integración de la ciudadanía, a cuyo conjunto general de la nación representan, ya que se sustentan en la soberanía y expresión democrática de su voluntad, que en el caso de España, emana de la Constitución de 1978. 

miércoles, 29 de mayo de 2019

Musealizar la vida.Día internacional de los Museos´2019

https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/escenarios/musealizar-vida_1362996.html
Musealizar la vida
"Muñeira".- Museo do Pobo Galego .- Santiago de Compostela.- Mayo 2019.- Foto: Luis Negro

Luis Negro Marco 

Los museos son como una encrucijada de caminos en que cada cual decide la dirección que ha de tomar. Porque existen  museos para recordar, para disfrutar, para caminar, para degustar, y para descubrir un sinfín de aventuras que de no haber traspasado el umbral de las puertas de un museo jamás hubiéramos podido siquiera imaginar. En los museos, las musas que los habitan no pasan de nadie sino que se enredan como alegres medusas en las cervices  de los visitantes, mesando sus cabellos, incentivando su curiosidad y las ansias por saber.

Musealizarnos más es quizás lo que precisamos en este mundo cada vez más carente de referentes y de virtudes sin las cuales difícilmente se puede ser feliz. Porque los museos son la fuente de cuya agua es preciso beber, pues de ellos manan las ejemplarizantes artes humanas que a todo gran pueblo siempre acompañan.

Son también los museos sedes del talento, por tanto de riqueza, ya que al igual que ahora es sinónimo de inteligencia, en un principio sirvió la palabra talento para denominar a una moneda, de cuyo buen uso se pueden derivar las mejores obras para el bien común. Sería por tanto de destalentados dejar pasar la oportunidad de entrar en los talentosos museos y beneficiarnos de los grandes valores (otra vez lo monetario enredado con las virtudes) que atesoran.

No son tampoco los museos espacios cerrados, sino abiertos a la imaginación y a  la fantasía de, como en “Una noche en el museo”, sus piezas pudieran recobrar  actualidad y vida y de cómo sería tan estrambótica interacción. Porque en los museos es preciso cambiar nuestros habituales parámetros de pensamiento y realizar un ejercicio de abstracción, pues de otro modo será difícil superar el ruido y la barrera que se alzan desde las vitrinas entre nosotros y las piezas que contemplamos.

Así mismo, los museos nos identifican en lo histórico y humano. “Esto lo conocí, lo viví. Ahí estuve yo” son algunas de las recurrentes frases que se pueden oír a menudo por boca de nuestros mayores en sus visitas a los museos etnológicos. Ropas, aperos de labranza, instrumentos musicales, recuerdos de cuando la guerra… Un pasado que, aun avanzando, sin mirar atrás, hacia el futuro, es necesario conocer, o de otro modo será hacia ese ignorado pasado al que inexorablemente nos dirijamos. Pues como glosa la conocida sentencia: “las naciones que desconocen su historia están condenadas a repetirla”.

Lo que no son los museos, son estaciones abandonadas en las que ya no se alberga la esperanza de escuchar el silbido de la llegada de ningún tren. Bien al contrario, constituyen esenciales puntos de confluencias y encuentro; concurridas puertas de salida hacia un más próspero y solidario desarrollo de las sociedades modernas. Faros de la creatividad alumbrando el rumbo hacia la esperanza de un mañana mejor. Calzadas de peregrinación, rutas universales de fraternidad sin descartes ni exclusiones. Una meta para la cual no hay otro machadiano camino que el que cada caminante marca al andar. ¡Que las musas te acompañen!