lunes, 25 de agosto de 2014

25 de agosto, festividad de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y precursor de la escuela pública

 San José de Calasanz: la Escuela como camino hacia la Verdad

Luis Negro Marco / Ponte Caldelas

Hoy se celebra la festividad de San José de Calasanz (Peralta de la Sal, 1557- Roma, 1648),  sacerdote aragonés que  en el año 1597 abrió, en la iglesia de “Santa Dorotea”, en el romano barrio del Trastévere, la primera escuela popular y gratuita del mundo. La obra pedagógica del santo aragonés, habría de sentar las bases de la Escuela moderna, basada en los  principios de obligatoriedad, gratuidad y gradualidad. Pero lo que hoy es un hecho que forma parte de la normalidad estructural de los Estados modernos, no lo era en absoluto cuando San José de Calasanz abrió su primera escuela en Roma, por cuanto puede considerarse que  la suya fue toda una revolución educativa.

 En 1564 había finalizado el largo Concilio de Trento, con el que la Iglesia Católica reafirmó sus principios frente a la Reforma Protestante de Lutero. En España, la reacción antiherética se articuló de manera inmediata a través del Santo Oficio, que actuó a su vez como extensión de la acción política de Felipe II (1527-1598). En su objetivo por alcanzar el poder absoluto en España,  el monarca chocó frontalmente con las Cortes y Fueros de los reinos hispanos, así como con los privilegios de sus señores y condes. Fue el caso del Condado de Ribagorza, en el Reino de Aragón, objeto de cruentas guerras a partir de 1587, en las que habría de hacerse célebre el bandolero Lupercio Latrás (1555-1590).  Finalmente, Felipe II acabó por incorporar el Condado a la Corona de España en 1591, en virtud del acuerdo alcanzado con  el  sexto Duque de Villahermosa, Francisco de Gurrea (1551-1622) en Madrid.

 Por otro lado, desde finales del siglo XVI y durante todo el siglo XVII, habría de producirse en Europa una verdadera “revolución científica”, basada en unos principios  que emanaban de la lógica y la razón y cuestionaban la mera aceptación  de la voluntad divina para comprender y explicar los acontecimientos que marcaban el devenir de la Humanidad. El astrónomo Galileo (1564-1642), inventor del primer telescopio, con el que  se pudo estudiar por vez primera el sistema solar; el filósofo Campanella (1568-1639), o el propio San José de Calasanz –amigo y colaborador, por cierto, de los dos anteriores– fueron algunos de los claros exponentes del “nuevo orden mundial” nacido entonces en Europa.

"La última comunión de San José de Calasanz". Cuadro pintado por Goya en 1819, y que actualmente se encuentra en el colegio de los Padres de Escolapios, en Madrid
Pero como en todos los grandes cambios de rumbo, el de aquellos siglos también llevó implícitas grandes crisis y colaterales tragedias. Así por ejemplo, el Imperio español en el que “nunca se ponía el sol”, y que abarcaba desde las indias occidentales hasta Filipinas, iniciaba su camino hacia el ocaso, y desde 1608  España sostendría una larga guerra en Europa que se prolongaría a lo largo de treinta años. Cuando el 24 de octubre de 1648, en la ciudad alemana de Münster, se firmó el Tratado de Paz, España debió reconocer el nacimiento de un nuevo Estado en Europa, el de los Países Bajos, cuyo modelo político, de corte nacionalista, se perfilaba radicalmente distinto a la monolítica estructura imperial hasta entonces hegemónica en Europa.

 Y en este escenario global de cambios –también en España– habrían de ser dos oscenses: San José de Calasanz y Pedro Cerbuna Negro (ambos nacieron en poblaciones muy cercanas entre sí: el primero en Peralta de la Sal y el segundo en Fonz, y los dos fueron sacerdotes), los protagonistas de importantes reformas en la Educación. Pedro Cerbuna (1538-1597), fue el artífice de la apertura de la Universidad de Zaragoza, en 1583, y su paisano y contemporáneo, San José de Calasanz, abrió la primera escuela popular y gratuita del mundo en Roma, en el año 1597; el mismo –otra curiosa coincidencia entre ambos– en que fallecía Pedro Cerbuna, en la ciudad de Calatayud.

 Calasanz pensaba que “para reformar al pueblo, no hay más que llamar a sus hijos a la escuela, proveerlos de maestros que, gratuitamente les enseñen las letras, y levantar su ánimo a esperanzas de mejor fortuna”. Y para lograr su misión pedagógica, fundó la Congregación religiosa de las Escuelas Pías, reconocida por el papa Gregorio XV (1554-1623) en el año 1621 como Orden religiosa consagrada a la educación de la infancia y la juventud más pobre y necesitada.


No fue un acto de "buenismo". La obra pedagógica de San José de Calasanz no habría sido posible sin la gran sensibilidad, compasión y profundo sentido de la verdad y caridad cristiana que debieron impregnar su carácter e inteligencia. Él creyó en la Educación como medio de integración y liberación interior de las personas, comenzando desde los primeros años de su existencia. En la imagen, "alegoría de la educación de la infancia",  parte del friso de pintura al fresco que decora una de las techumbres del colegio "Calasanz", de los Padres Escolapios en Guinea Ecuatorial.-
Foto: Luis Negro Marco
San José de Calasanz falleció en Roma el 25 de agosto ce 1648 y en reconocimiento a  su reforma educativa, que sentó las bases del derecho universal de la Infancia al acceso  y gratuidad de la Educación, fue canonizado por Clemente XIII (1693-1769) el 16 de julio de 1767. Asimismo, el papa Pío XII (1876-1958), proclamó en 1948 al fundador de las Escuelas Pías “Patrono universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo”.

 Debe constatarse asimismo que la obra pedagógica de San José de Calasanz tuvo sus réplicas en la enseñanza no religiosa. Fue éste el caso del pedagogo suizo Juan Enrique Pestalozzi (1746-1827), quien en 1798 abrió en la localidad helvética de Stans una escuela dirigida exclusivamente a las niñas y niños pobres. Las ideas pedagógicas de Pestalozzi fueron consideradas para su época, tan democráticas como desinteresadas,  “siempre a favor del proletariado, ”ganándose con ello la enemistad de las clases elevadas de la sociedad de entonces.

  Pero, curiosamente, donde la pedagogía pestalozziana (cuyos principios no difirieren por otro lado, prácticamente en nada a los fijados dos siglos antes por San José de Calasanz) caló hondamente, fue en la Corte de Carlos IV (1748-1819) y muy especialmente en su favorito, Manuel Godoy (1767-1851). Éste creó en Madrid el “Instituto Militar Pestalozziano”, a cuyo frente puso a otro gran ilustre educador español, (en este caso en el terreno de la gimnástica), y seguidor del método de Pestalozzi: el coronel valenciano Francisco Amorós (1767-1843), creador  de la “Gimnasia Amorosiana”, cuyo manual, muy reconocido a nivel mundial, publicó en París en el año 1830.


  Curiosamente, la decoración del frontispicio de la  anteriormente citada institución militar fue encargada por Godoy a Francisco de Goya (1746-1828) quien, asimismo, había sido alumno del colegio de las Escuelas Pías en Zaragoza. El pintor aragonés siempre guardó una estrecha relación con la Orden, y en 1819 pintó por encargo de la Congregación, “La última comunión de San José de Calasanz”, obra maestra de la pintura religiosa. En 1827, antes de que el pintor de Fuendetodos partiese hacia su exilio en Burdeos, fue al colegio de los Escolapios en Madrid, y regaló al rector el cuadro “La oración de Jesús en el Huerto”, al tiempo que le decía: “Algo ha de hacer Francisco de Goya por su paisano, San José de Calasanz”

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