domingo, 28 de septiembre de 2014

Britania, el rey Arturo y Escocia (y II)


Escocia, y el mito de Braveheart
Cartel de la Película Braveheart dirigida e interpretada por Mel Gibson en 1995, sobre la vida del guerrillero escocés Guillermo Wallace (1276-1305), quien consiguió la independencia de Escocia respecto a Inglaterra.

Los antiguos habitantes de Escocia (llamada Caledonia por los romanos) fueron los Celtas, pueblo de la misma etnia y raíz lingüística que los celtíberos de Hispania. Lengua, por cierto, cuyos textos escritos más extensos hallados hasta el momento son los famosos “Bronces  de Botorrita” (localidad aragonesa de la provincia de Zaragoza) del yacimiento de “Contrebia Belaisca”, el último de los cuales fue descubierto por los arqueólogos en octubre de 1992.

  Los pueblos celtas más conocidos de Escocia fueron los Escotos (originarios de Irlanda)  y los  Pictos, así denominados por los romanos por su costumbre de pintar sus caras de azul cuando se disponían a entrar en combate. Grandes guerreros, el Imperio romano no pudo doblegar a los Pictos, si bien  el general Marco Agripa (64-12 a. C.) consiguió rechazarlos hacia los Higlands (altas tierras) de Britania.

  Posteriormente, en el año 120, el Emperador Adriano, dado que las legiones de Roma se
Luis Negro Marco / Suevos
mostraban incapaces de superar los Lowlands (bajas tierras de Escocia), se decidió a construir al norte de Britania el denominado Vallum Adriani (Muro de Adriano); una gran muralla de 117 kilómetros de longitud construida de Este a Oeste de la isla, en la zona más estrecha de su geografía, con la finalidad de confinar a los escoceses en las tierra altas e impedir sus acometidas hacia el sur.

 A finales del siglo V, una vez hubo desaparecido el Imperio romano de Occidente, los escoceses (Pictos y Escotos celtas) traspasaron el muro de Adriano, devastando las que habían sido hasta entonces tierras de los bretones ingleses, quienes habían vivido hasta entonces bajo la protección de Roma. A su vez, los bretones llamaron en su auxilio a las tribus alemanas de sajones, y anglos. Pero los anglosajones, harían pagar a los bretones galos de Britania muy caros sus servicios, apropiándose pronto del país comprendido entre el río Támesis y el Canal de Mancha, fundando, además, sus propios reinos.

 Ya en el siglo IX, y habiéndose convertido al cristianismo por las predicaciones de San Colombano, Escocia se unificó en un solo reino, bajo el mando de Kenneth II, rey de los Escotos, aunque siempre bajo la amenaza de los reyes de Inglaterra. La situación se agravó cuando en 1286, muerto sin descendencia el rey de Escocia –Alejandro III –, el Parlamento decidió otorgar a Eduardo I, rey de los ingleses, la facultad de designar al nuevo rey. El elegido fue Juan Baliol, pero bajo la condición de  que fuese vasallo  de Inglaterra. Y aunque en principio aceptó, no tardó en sublevarse y ser derrotado, hecho que fue aprovechado por Eduardo I, para declarar a Escocia provincia inglesa. 

 Y este es el momento en que comienza la leyenda de Guillermo Wallace, figura en torno a la que, en el año 1995, el director y actor australiano de cine, Mel Gibson,  consiguió un gran éxito de taquilla y reconocimiento oficial (recibió cinco galardones de la Academia de Hollywood, incluido el Oscar a la mejor película y el del mejor director), al dirigir  y ser actor principal (interpretando al guerrillero escocés Wallace) de la película Brave Heart –corazón invencible–.

  Este filme se basa en la vida de  Guillermo Wallace, figura mítica para los escoceses por cuanto luchó por la independencia del país contra Inglaterra. Sin embargo, al igual que  las de otros personajes célebres de la Historia, como ocurre en España con Rodrigo Díaz de Vivar, “El Cid campeador” (1026-1099), su vida ha trascendido hasta nuestros días no solo a través de la Historia, sino también de la leyenda y el mito.

  Guillermo Wallace había nacido en Paisley, ciudad escocesa próxima a Glasgow, en 1276. Aún estudiaba en su colegio de Dundee cuando mató al hijo del gobernador inglés, y se refugió en el bosque, desde donde inició contra los ingleses una lucha de guerrillas, germen de la revuelta escocesa de 1297 contra el rey Eduardo I. Tras la victoria de Stirling-Bridge, Escocia consiguió su independencia respecto a Inglaterra y Wallace tomó el título de “Guardia del reino”. Sin embargo, no fue siempre lealmente secundado por los señores del país, que envidiaban su autoridad por ser él un simple hidalgo. Quizás esta ausencia de firme apoyo a su líder por parte de la nobleza escocesa, fue la que propició que en el año 1298 fuese vencido en la batalla de Falkirk  por Eduardo I.

La reina Ana Estuardo de Inglaterra, (1664-1714),
sostuvo contra el rey de Francia, Luis XIV la
Guerra de Sucesión en España, finalizada por la Paz
de Utrecht de 1713, por la que Inglaterra se hizo
con Gibraltar. Bajo su reinado, Escocia quedó
definitivamente unida a Inglaterra en 1707, naciendo
 así la Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra,
Gales, e Irlanda).
 A partir de entonces, surge la leyenda del héroe, y comienzan a escribirse baladas sobre las hazañas que Wallace, huido y refugiado en el bosque, habría llevado a cabo en favor de su pueblo de Escocia contra los usurpadores ingleses.  Hasta que un día fue traicionado por un fiel amigo, y conducido a Londres. Allí, en 1305, Guillermo Wallace era sentenciado a muerte, y en Wet-Smithfield, fue ahorcado y posteriormente descuartizado su cuerpo.

 Pero en 1314, Roberto Bruce vengaría su muerte, al vencer a Eduardo II, y proclamarse rey de Escocia, cuya corona sería transferida en 1371 a Roberto II, el primero de la larga dinastía de los Estuardo. Ya a comienzos del siglo XVII, en 1603, y hasta 1625, las coronas de Escocia e Inglaterra coincidieron en la sola figura del rey Jacobo I de Inglaterra (Jacobo VI de Escocia). No duraría sin embargo la unión, ya que en 1637 los escoceses fundaron el Covenant (liga de defensa de la fe) contra el rey Carlos I de Inglaterra, quien quería introducir el rito anglicano en Escocia, que era de religión mayoritariamente presbiteriana.

 Llegado el año 1654, el general inglés  Jorge Monk (dueño de los tres reinos de Gran Bretaña: Escocia, Inglaterra y Gales tras la abdicación de Ricardo Cromwell) se puso a la cabeza de la Escocia insurrecta y en 1662 apoyó la subida al poder británico de Carlos II. Pero a pesar de este apoyo, el monarca disolvió el Covenant en 1671, ante la  fuerte oposición de los Puritanos (“no conformistas”), contrarios radicalmente al anglicanismo. Así, las luchas religiosas entre Inglaterra y Escocia habrían aún de pervivir hasta 1689, año en que el rey Guillermo III de Inglaterra concedió a la nación libertad de conciencia a la hora de elegir su religión. Factor decisivo para que el 11 de abril de aquel año fuese reconocido rey de Escocia el que lo era también de Inglaterra.

 Sería finalmente, en 1707 (al mismo tiempo en que en España tenía lugar la Guerra de Sucesión) cuando la reina Ana Estuardo –bajo cuyo reinado Inglaterra se hizo con Gibraltar, tras la Paz de Utrecht, de 1713– la que también decidió la unión de Escocia a Inglaterra, creándose a partir de entonces un único Parlamento para  un solo país: Gran Bretaña 

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