martes, 13 de febrero de 2018

Carnaval, entre las Lupercalia y las Terminalia romanas del mes de febrero

(Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN el 10 de febrero de 2018)
Carnaval, de qué va
Luis Negro Marco
 

 Carnaval, tiempo de máscaras del que Momo, hijo de la Noche y del Sueño –según la mitología griega– es el rey. Personaje ocioso y satírico del que el jesuita aragonés Baltasar Gracián (1601-1658) dijo, en  «El Criticón», es como un “duendecillo, provocador de chismes y hablillas”, cuya definición nos retrotrae a las chirigotas de los carnavales de Cádiz.

 Y de Momo, deriva la palabra mamarracho, del árabe muharrad (bromista, bufón), con su forma momarrache (“gesto de burla y mofa”) y mamarracho (persona que viste de forma ridícula). Otros  personajes carnavalescos son los zarragones a los que Sebastián de Covarrubias (1539-1613) en su «Tesoro de la lengua castellana», definió como “moharraches o botargas que en tiempos de carnaval salen con mal talle, espantando a los que topan”.  Asimismo, según el diccionario de María Moliner, el término botarga vendría del nombre de un cómico italiano del siglo XVI, llamado Bottarga, vestido con viejos calzones. Así, entre otras de sus acepciones, la palabra botarga devino en “sinónimo de gracioso, o pelele que se usaba en las fiestas de toros”.

 Y a su vez, pelele refiere a una figura humana hecha de trozos de tela y paja que se sacaba antiguamente a la calle durante el carnaval, y cuya efímera existencia acababa con su quema, en la noche de martes de carnaval. A este pelele se le conoce en los carnavales de la localidad oscense de San Juan de Plan con el nombre de peirot. Palabra a su vez emparentada con la valenciana parot: un tipo de perchas en que los carpinteros colgaban sus abrigos y que, llegada la primavera (al poder prescindir ya de ellos), quemaban.

 En Aragón tenemos además la palabra peirón, la cruz de piedra situada al lado y en el cruce de los caminos, dedicada a la Virgen o a un santo. Elemento artístico muy similar a los padrãos con que los  navegantes portugueses marcaron, a los largo del siglo XV, los límites de las tierras por ellos descubiertas en la costa occidental de África. Así mientras peirones y padrãos son marcas de límites y normas, el carnaval las desmarca (de ahí la simbólica quema del meco o peirot) constituyendo su celebración una temporal –aunque necesaria– transgresión de lo cotidiano (para expiar males, culpas y defectos) antes de la vuelta a la normalidad.

 Curioso también es constatar la común raíz de las palabras padrão, peirot, peirón y Pierrot, éste último, el conocido personaje  carnavalesco de la comedia italiana del siglo XVI y que ha llegado hasta nosotros en diversas imágenes, incluida la del arlequín. No acaban ahí las coincidencias lingüísticas y de personajes carnavalescos, por cuanto Pierrot guarda a su vez gran  semejanza expresiva con parrot y perrot (con el significado de “loro” en inglés y francés, respectivamente) el ave que hace reír repitiendo frases de las que desconoce su significado. Igual que quien habla como un papagayo. Por eso, en la Francia del siglo XV, se empezó a llamar perruquets (loros) a los nobles con peluca. Y peliqueiros (por la que portan en sus cabezas), es también el nombre que reciben algunos de los principales personajes del carnaval en Galicia.   


 Contemplado en conjunto, el carnaval se erige como una genuina manifestación en que se evidencia la íntima relación existente entre el mundo de los signos y el de las relaciones humanas.

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